“Necesito un margen lúdico”, me escribió mi prima por WhatsApp. Ya le había preguntado varias veces cómo llevaba la separación. Soy repetitivo. Al final me manda un emoji de una rubia baby que baila sin cesar. Esa palabrita “margen” es encantadora. Un lugar gris, un archivo temporal (como el de las notebooks), un fuori tempo placentero para nutrirse del buen ocio. Un margen. La vida actual acota, reduce al infinito y más si hay hijos, hijas, padres, madres y múltiples tareas.