No podría nombrar con precisión un momento de encauzamiento de mi trabajo hacia el arte y la tecnología porque si bien muchas veces trabajo con distintos tipos de tecnología, siempre es en torno a una práctica investigativa y situada, que abarca otros modos de compromiso, no siempre relacionados con la tecnología. De todos modos, hay un momento muy fundacional en mi trabajo que se remonta al primer encuentro cercano que tengo con una cámara de fotos a los 11 años, y la fascinación que me produjo esa máquina que podía capturar y construir imágenes, y que podía usar para observar, investigar, y contar el mundo. La fotografía y el video fueron herramientas que usé desde mis primeros proyectos porque me servían para documentar ciertas acciones que hacía, que tenían como escenario de operaciones a la ciudad de Buenos Aires, donde mapeaba situaciones específicas en relación a la configuración de subjetividades en el espacio público. Todos mis trabajos tienen distintas capas que emergen desde diversos sistemas de representación, y que están anclados a un problema, situación, o territorio específico; en el caso particular de Última Arquitectura, mi actual muestra en ArtHaus, existe un núcleo desde donde parte mi investigación, y es la intersección de la política y la tecnología, las estructuras de poder en torno a la cadena de producción de los dispositivos y armas de guerra, y cómo esta producción implica distintas formas de la catástrofe en territorios y cuerpos humanos y no-humanos.