Alberto Greco en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Por Mariana Gioiosa
“… Todas las noches nos reuníamos para hablar del espectáculo… pero siempre hablábamos de otra cosa… comíamos… Hacíamos los carteles… Al final ya muertos de cansancio nos íbamos a dormir… Pero al día siguiente nos ocurría lo mismo del anterior. Lo que no sabíamos es que el texto no se debía escribir ni lo escribiríamos nunca…”, había dicho Alberto Greco sobre una obra que estaban preparando con un grupo de artistas amigos en Roma.
El 4 de enero de 1963 estrenaron la representación. Salieron a escena, disfrazados cada cual con lo que quiso, algunos de ellos borrachos, dispuestos a representar una escena religiosa. Hubo insultos entre los actores, el público y desconcierto en general. Greco se desnudó completamente y se atravesó un clavo en el pie. Uno de los actores que interpretaba a Cristo se dirigió hasta la cruz y se clavó él mismo. Mientras tanto, quienes interpretaban a los apóstoles, se tiraban comida.
El espectáculo finalizó con la llegada de la policía, la censura del local y Greco preso con camisa de fuerza en un hospital de monjas. Esta acción fue considerada el primer espectáculo Vivo-Dito.
“En un espectáculo Vivo-Dito, por supuesto el público puede intervenir cuando le dé la gana y contar una historia, si es la suya mucho mejor… Tratando de que no sean actores profesionales, ni tampoco vocacionales… yo era de la idea Vivo-Dito de hacerlo en medio de la calle o dentro de un tranvía o en el andén del subterráneo, … con toda la aventura de lo real, incorporando lo imprevisto”, había explicado Greco en un manifiesto sobre esta nueva manera de producir arte.
Loco, genial, carismático y radical, así fue Alberto Greco, un gran artista argentino que dejó huella en la historia del arte. Un Greco rupturista que desestabilizó la escena del arte argentino en las décadas del 50 y 60, y se colocó como un artista esencial del paso del arte moderno al arte contemporáneo.
La Muestra Alberto Greco: ¡Qué grande sos! que se presenta en el Moderno da cuenta de su inmensidad, con trabajos exhibidos por primeras vez, obras y reconstrucciones emblemáticas, obras realizados por otros artistas y una recopilación de archivos y documentación fotográfica de época que provienen de museos y colecciones privadas de Argentina.
Presenta a un Greco vivo, con textos en el piso, en el techo, pocas vitrinas y ninguna obra colgada de manera convencional sobre los muros. Propone a los visitantes interactuar con el espacio de manera fluida y dinámica, ser parte de estas experiencias, siguiendo con los protocolos sanitarios previstos por la situación actual. Se puede apreciar una reconstrucción de sus “vivo-ditos”, acciones y aquellas instancias carentes de materialización visual. El original diseño de exhibición fue realizado por los museógrafos Daniela Thomas, Felipe Tassara e Iván Rosler, que trabajaron junto al equipo curatorial.
Esta muestra es el resultado de una investigación realizada por Marcelo Pacheco y María Amalia García, y se convirtió en una de las más importantes que produjo el museo. Este material se volcó en un libro publicado en el 2015 en el que participaron también otros críticos y curadores como Gonzalo Aguilar, Rafael Cippolini y Ana Longoni. La exposición se pudo concretar en el 2021 en el contexto pandémico de aperturas, cierres abruptos de las muestras y complicaciones de préstamos y seguros de obras. Cuenta con la curaduría de María Amalia García y Javier Villa.
Esta exposición, dialoga con la gran muestra dedicada a Greco que realizó el IVAM de Valencia en 1991, “en esa ocasión los procesos argentinos quedaron de costado, y el comisario de la muestra Francisco Rivas había enfatizado al Greco europeo. Para Pacheco y García era importante en el Greco de “Qué grande sos” resaltar las características porteñas del artista.
Un gran hallazgo de la exposición fue comisionar obras a otros artistas con las que se reconstruyeron episodios claves en la vida y obra de Greco. Como es el caso de Sebastián Gordín con dos cajas que representan en pequeña escala dos momentos emblemáticos de su vida, la inscripción de “Greco Puto” en los baños públicos y el final trágico de su vida.
Otro trabajo para destacar es el de Joaquín Áras que compuso de manera plástica la anécdota que tuvo lugar en la exposición Curatela Manes y 30 argentinos de la nueva generación que se realizó en la Galería Creuze. En esa oportunidad Greco había llevado a la exposición una pecera con 30 ratas que representaban a los artistas participantes y debido al mal olor de esta obra viva le exigieron que retire el trabajo al día siguiente. También otro trabajo de Áras a destacar es Rodante, un monolito de 4 televisores, donde se van articulando estas marcas porteñas: el tango, lo vernáculo, el recorrido que hizo Alberto Greco con el Museo Rodante por el interior del país.
También se puede recorrer obras en las salas de Daniel Leber, Paula Pellejero, el dúo Agustina Muñoz y Guillermina Etkin.
La muestra se divide en tres núcleos principales: el primero hace foco en la inscripción del artista, la línea de la escritura que se transforma en piezas artísticas, la firma y la performance del vivo- dito
“¿Qué otra cosa fue vivo- dito sino el ensayo y un modo de ser retratado en pose y actitud de creador? Esa operación estética que consistió en señalar con un círculo de tiza a un ser humano y convertirlo, ipso facto, en la obra de arte”. Analizó Rafael Cippolini para el catálogo de la muestra.
El segundo eje plantea el paso de la pintura moderna hacia la acción, el ingreso del azar, lo contingente dentro de la práctica pictórica y la inclusión de personajes vivos al lienzo. “aquí podemos ver las telas que saca al balcón en búsqueda de la pintura orgánica o la pintura deja de ser una superficie y se convierte en cuerpo” explica García. “A los cuadros primero hay que ponerles la oreja, hacerles decir treinta y tres y luego mirarlos”. Había dicho Alberto Greco para dar cuenta de la pintura viva.
El tercer eje aborda su cosmovisión y vínculo con la comunidad: la parte esotérica o espiritual, su delirio místico, las fotografías tomadas por Claudio Bate con registros de su interpretación de las monjas, y otras acciones. Además fotos que atestiguan su paso por el pueblo de Piedralaves y su interacción con los pueblerinos, donde realizó el Gran Rollo Manifiesto del Arte Vivo-Dito, “…el testamento más importante que un hombre VIVO puede hacer…” un rollo de 200 metros de papel higiénico que contiene una suerte de crónica de acontecimientos, con dibujos compartidos con un niño del pueblo, cartas, anécdotas, expresiones de ánimo, crónicas policiales y canciones. Actualmente se encuentra en Museo Reina Sofía.