“Falta jirafa”, dice mi mujer. Faltan algunos pedazos del animal que, en el zoológico de la ciudad, sólo existió en la imaginación volitiva de sus visitantes. Yo intento conformar anatomías más cercanas, mientras absorbe su atención la paleontología de cartón y colores, bajo la luz de una lámpara que dispersa los fragmentos.
Un pensamiento brillante y una idea fija: nada hay más importante que eso. La intención, como el mamífero rumiante, es efímera. Pero de nada valdrá decir «pudo haber sido mejor». La jirafa es trascendente de por sí, como su empeño –el de mi mujer-, aunque alguien pueda pensar que bien valdría la pena arrojar estas margaritas, esas preciosas piedras en cortiles de linaje parecido.
El viaje es la fidelidad del sedentario, que afirma en todas partes sus hábitos y sus maneras e intenta burlar, moviéndose en el espacio, la erosión del tiempo, para seguir repitiendo las cosas, los gestos familiares: dormir, sentarse a la mesa, amar, una conversación.
Entre las frases latinas que adornan una de las salas del Castello Sforzesco, hay una que celebra el lugar natural, el espíritu residente, arraigado en su propia morada y carente de la manía de abandonarla: Domi manere convenit felicibus, conviene a los felices quedarse en casa.
BONSAI
Imagínate que eres un estanque con peces que nadan hacia atrás ignorando el alcance del ojo; suponte en la rama de un ciruelo alegrando diminuta la terraza de alguien que no floreció; mírate tendida en una nube pronta a asumir la figura caprichosa que instiga un viento autoritario. Entonces sueña que una vez soñaste ser un pez, un árbol, una forma indefinida: he ahí tu contento.
ATILIO CABALLERO
Cienfuegos, Cuba 1959. Poeta, narrador y dramaturgo. Licenciado en Teatrología y Dramaturgia por la Facultad de Arte Teatral de la Universidad de las Artes, La Habana. Ha publicado los libros de poesía El sabor del agua y La arena de las plazas (Premio Calendario, 1998); las novelas Naturaleza muerta con abejas, La máquina de Bukowski y La última playa (Premio Cirilo Villaverde de la UNEAC, 1998); el volumen de ensayos Escribir el teatro (2004) y los libros de relatos Tarántula, El azar y la cuerda (Premio Pinos Nuevos de Narrativa, 2003) y The some remains the same. Obtuvo el Premio Alejo Carpentier de Cuento 2013 con el libro Rosso lombardo. Ha traducido y publicado a varios escritores italianos, entre ellos Claudio Magris, Valerio Magrelli y Eugenio Montale. Actualmente dirige el grupo Teatro de La Fortaleza, con el que ha llevado a escena, entre otros, los espectáculos Woyzeck, La tentación, Tigre, La alegría de los peces, Antígona —según Watanable y Marca de agua (Premio José Antonio Ramos de Dramaturgia, 2000). Textos suyos han aparecido en diversas antologías de narrativa y poesía en Cuba, España, México, Nicaragua y Chile.