La última vacuna que me puse también fue en Cuba. Estaba en mi casa, era un fin de semana. Estudiaba mi personaje, la Esposa de Los Mellizos de Plauto, cuando tocaron a la puerta. Puse el hombro para la vacuna contra la rubéola, obligatoria para todas las mujeres en edad fértil. Recuerdo esa vacuna de manera particular porque ese mes no me bajó la menstruación; cuando fui al ginecólogo me dijo que estaba embarazada y me hizo la pregunta que para nosotras las cubanas de esa generación era la normal “¿qué quieres hacer?” Por primera vez dudé; nunca tuve en mis planes ser madre, pero por eso del karma de ser hija mayor mi mamá me tenía quemada la oreja con el reclamo de cuándo le iba a dar un nieto. Así que dije que sí, que seguiría adelante con el embarazo. Volví al consultorio para llenar lo que llamaban el tarjetón, entre las preguntas a responder estaba qué vacunas me había puesto; en cuanto respondí que me había puesto la de la rubéola hubo cambio de planes. Donde domina el materialismo dialéctico la selección de las especies no se rige por las leyes de Darwin sino por criterios más pragmáticos.