Tengo un corazón antiguo incluso para los desbordados frutos de la historia. Decimonónico mi corazón parece florecer en el halo que desprende el muchacho de la plaza y su espalda apolínea. Promesa y decepción con esquirlas perfectas. Un corazón teórico que derrama excepciones, ciego ante la evidencia del desierto, sordo a las trompetas y al dios que responde con un trueno, mudo para la furia de la naturaleza, dulcísimo en su religiosa ferocidad. Tengo un corazón antiguo descatalogado en los brotes más verdes, su fulgor apenas despunta y ya es molde funerario. Estas que ahora nacen son las glicinas muertas, no sus hijas bárbaras. Tengo un corazón antiguo indulgente como dos hombres enamorados a la sombra de una nube que pasa por el campo. Un corazón pospolítico con miriñaque y conciencia social. Tengo un corazón que late en el murmullo del agua, agua que es la voz del padre de mi padre. Un corazón primordial sostenido por los latidos yámbicos de mi madre, Tengo un corazón antiguo cercado por tres murallas chinas, inaprensible como el vacío donde canta el pájaro de la leyenda, sólo de buen augurio si vive en el mito. Arritmia asintomática dijo el cardiólogo, yo digo un corazón anacrónico, preverbal, el corazón en la boca. Tengo un corazón antiguo guiado por voces a la manera de los santos, dilapidado entre glicinas como el de aquel poeta asesinado frente al mar.
NOCTURNO
El pasillo estrecho sin escuadras como quiso el albañil italiano que a ojo moldeó una ruta llena de plantas hace casi imposible tu pasocon la camilla. Cada vuelta cada avance ruego que la proa de este amasijo de fierros y sábanas hospitalarias ancle en elliving abarrotado de platos colgados en la pared. Que se detenga y te dejen en lacama pero tampoco ese deseo será cumplido. Las medidas exiguas de la puerta no permiten el giro de la camilla. Te tendrás que conformar con un campamento en el comedor entre el tapiz cubano yel reloj de cuerda del abuelo detenido en aquella hora. Suelto los billetes de la propina. El martirio de la travesía ya terminó exhaustos nos desplomamos sin gracia pero rotundos. Toda la casa a oscuras los muebles que reconozco al tacto las baldosas frescas algunos ladridos. Tu murmullo acompaña el sueño se interrumpe con la luz clara del velador encendido como una gruta recién descubierta en la niebla. Me distraigo con el teléfono voy saltando de foto en foto. La ventana abierta disipa el olor a encierro. Puedo decir cómo suena cada cosa. Cuál anunciará la fortuna cuál su reverso. Qué peso y declinación tiene la espera. Dónde caerá la rama del jazmín. En qué rincón del patio perdí las llaves. De esta pequeña tregua cómo pasamos a las convulsiones que vaciaron tus ojos. No alcanzo a llevarte el recipiente vomitás cada vez más rápido. Las manos son garras dones precarios para economizar los gestos del amor. —Todo esto es tuyo -me decís. Una última voluntad salpicada de espasmos. Ya es de noche de madrugada aprendemos a descifrar el ritmo no sé si es tu respiración o mi terror. No tocamos nada de ese orden que nos antecede. Un naufragio aguas en avanceo repliegue. No puedo seguir durmiendo sopeso cada movimiento cuido la luz que aparece cuando pronunciás mi nombre.
EL VALS DE COBALTO
Mudo agradezco la luz los gritos de los vecinos el canto parteaguas de esas calandrias que tanto odiás en otra vida fui un perro manso a lavera de tu ventana la garganta es un estanque nunca me esperé el golpe en la cara ni desoí la orden el abrazo fantasma nunca pasaré a otra vida soy materia pobre de aquel estanque de cobalto el fruto nunca imaginado.
EL CORO INVISIBLE
Encorvada sobre el andador me grita —Vení que me quiero bañar pero tengo miedo. Cómo explicar esa luz que agiganta el pasillo en diagonal desde la cocina pasando por el tamiz anaranjado proveniente del norte y que se irradia desde la claraboya del baño. Una luz decía inexplicable que rebota en los bordes gastados de la bañadera. Por esa luz bajo la vista y pongo el banquito con cuidado sobre el piso resbaladizo para que no se mueva. Mi madre se desviste como una mujer jovencon una rapidez inusitada queda desnuda en un cuerpo viejísimo. La froto con jabón lo paso por su cuello hago espuma y el agua todavía helada la despierta espera el chorro tibio que ya viene y agradece como yo la luz generosa del mediodía.
GOSPEL
Me pidió naranjas de ombligo con insistencia. —Si no hay no quiero otras. El remedio para la tos no era tan importante ni siquiera el hecho de que pasara la noche en vela sin poder respirar. —Son tan jugosas y dulces que me dio un antojo. Hice escala en la farmacia para buscar el jarabe y de ahí a la verdulería. Viajé del centro al suburbio con un kilo de naranjas mutantes que en la base del fruto desarrollaron una segunda naranja pequeña y atrofiada. Caminé por el patio y las plantas tropicales hasta llegar a la cama. Dos almohadas la elevaban en un puesto vigía mientras la tos la sacudía con un ritmo irregular. —Pelá una y dejala en el plato. Me encandiló el sol que pegaba sobre el mármol blanco de la cocina. Aun así pude separar los gajos y echarles una bendición para que se convirtieran en medicina. El plato azul rebosaba de fruta hacía equilibrio para no derramar nada para que cada gota reluciente llegara a destino. Que abriera su boca y tragara no ya las naranjas sino el fulgor que las atravesó.
Alejandro Méndez
Nació en Buenos Aires, Argentina. Publicó, entre otros, los siguientes libros: Chicos índigo (Bajo la luna.Buenos Aires. 2007). Cosmorama (Ediciones Liliputienses. Cáceres. España. 2013. Pólder (Bajo la luna.Buenos Aires. 2014). Para arder (Bajo la luna. Buenos Aires. 2021). Coordinó la primera curaduríaautogestionada de poesía contemporánea argentina: laseleccionesafectivas.blogspot.com.ar. Es docente en la Universidad Nacional de las Artes (Licenciatura en Artes de la Escritura). Participó en el X Festival Internacional Vapoesía Argentina.