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Valeria del Mar: verano y pizza

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Por Daniel Mundo

Yendo a trabajar caminando en Valeria del Mar, me topé con una adolescente entre 12 y 13 años que hablaba sola y gesticulaba como si le estuviera explicando algo a alguien. Me gusta decir que el 90 % de las calles de Valeria son de tierra. Es una localidad costera en la que no hay sucursales bancarias ni cajeros Banelco ni tampoco centro al que ir a mirar vidrieras. El centro es un mástil y una galería, que fue edificada donde hace 30 años atrás estaba la comisaría del pueblo. En aquella época era muy gracioso porque cuando llovía la comisaría se inundaba indefectiblemente, estaba en un terreno hundido. Hoy esa esquina se sigue inundando, y más de una vez por temporada los autos se quedan flotando a la deriva, hasta que unas horas más tarde el agua se filtra o evapora y las ruedas del auto vuelven a tocar tierra. Yo veo todo desde la terraza de mi pizzería, que está ubicada a media cuadra de este lago artificial. La chica esta con la que me crucé iba murmurando muy bajito, o directamente movía los labios sin emitir sonido. Se la veía feliz charlando con esa amiga, con ese amigo, con ese súper héroe o con lo que sea con lo que ella iba charlando. Por lo general pienso que eso es un mérito de la persona, que hay personas que tienen ese don de fantasear y abstraerse del entorno, una capacidad tan potente que incluso avasalla los límites que suele imponer el principio de realidad. Es cierto que si uno ve a una persona mayor haciendo lo que hacía esta adolescente, pensaría: “Pobre, está loco”. Es así. Cada vez hay más gente que “habla sola” en la calle. Muchas veces esas personas están enojadas o se enojan a medida que se desarrolla la conversación imaginaria, hasta llegué a ver escenas de violencia real. A veces simplemente hablan por celular con un micrófono invisible. Como digo, esa capacidad de sumergirse en el mundo de la fantasía por lo general me parece un mérito de la persona, porque la verdad es que estamos tan rodeados de estímulos y de aplicaciones para entretenernos que encontrar en el fondo de nuestra alma esa capacidad que la sociedad parece haber olvidado, bueno, me parece una apuesta individual, un logro subjetivo. Pero mientras caminaba bajo la sombra de los árboles me dije: Y bueno, tal vez es hora de aceptar que este lugar predispone para este tipo de excursiones a los países imaginarios. Primero porque la chica caminaba sola, olvidada de la realidad, sin miedo, condiciones imprescindibles para poder huir a los mundos de ensueños. En la ciudad no es tan fácil hacerse con esas condiciones. Primero porque hay que estar atento 24/7 para que no nos roben el celular o no nos pise un auto (o una bici). No solo las vidrieras llaman nuestra atención, también la música o los programas de radio que infectan la calle con sus ruidos y sus grandes ofertas de supermercado. Una de las cosas a las que yo me dediqué conscientemente es a hacerles a mis hijas espacios y tiempos libres de todo, incluso libres de mí, que me encanta pasar el rato con ellas. Tienen que ser capaces de desear la soledad. E incluso el aburrimiento. No podemos hacer que nuestra vida dependa de la capacidad del wifi de la zona. No es fácil esto, porque no hay nada que una madre y un padre quiera más que hacer feliz a sus hijos e hijas. Pero también es cierto que muchas veces esa felicidad del otro amado es una excusa para hacer lo que nosotros queramos o por lo menos para no hacer nada, para estar desprendido de todo por un rato, sin que alguien te esté pidiendo o reprochando algo, soñando despierto, imaginando el próximo encuentro con tu amante virtual.

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