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El Peky y el Kevin: conurbano hot

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Por Esteban De Gori

El mismo año  que la policía mató al Frente Vital en San Fernando (1999), el Peky y el Kevin eran mis estudiantes en la escuela secundaria. Participaban de un programa de educación para adultos. Venían drogados. Casi todas las clases. Se paraban y se sostenían en la pared. Intervenían siempre. Entre palabra y palabra empastada “metían” algún gesto de caño. En ese curso había cantantes y músicos que tocaban en bailantas. Algunos participaban en los grupos Amar Azul y Flor de Piedra y siempre tiraban una pieza cumbiera “anti yuta” (anti policía) en el medio de la clase de historia. La mayoría de ese curso no tenía trabajo formal. Mucha changa discontinuada. La crisis del 2001 estaba a un paso.

Los “paradores” del conurbano fueron las esquinas. Eran playas sin arena, sin mar, sin lonas ni reposeras. Los tragos ricos no existían. Y en verano el sol calentaba el cemento. Explotaba. Un “Solanas Vacation Club Villero” como decía la hermana de un amigo que había trabajado de promotora de esos tiempos compartidos en Pinamar. Las imágenes de una “gran villa” o de la mismísima África se utilizaron, por parte de algunos y algunas, para explicar al conurbano. En los 90 explotaron, al calor de la crisis social, las narraciones sobre este territorio. El conurban style se transformó en un atractivo material narrativo de gran alcance. En los años 2000 la película “El oso rojo” (2002) y el libro de Cristian Alarcón “El día que muera quiero que me toques cumbia” (2003) colocaban el ojo en un Conurbano vertiginoso transformado y desarticulado en los años 90.  A ese film y a ese libro los tenía adentro de mi curso. Todo condensado. Años después vendrían el film “Carancho” (2010) y el libro “Sangre Salada” (2011) de Sebastián Hacher donde ese territorio develaba las diversas maneras de soportar, padecer y ganarse la vida. El conurbano se presentaba como el plano inclinado de un flipper. Rebotando, intentar que llegue la bola traspasando los obstáculos. En fin, resistir o alargar el game over

Hace algún tiempo que las esquinas ya no explotan. Las redes y otros circuitos sociales fueron retirando a algunos pibas y pibes de allí. Pero algunos paradores “quedan”. El “conurba” no esta quieto. Se mueve como hormiga en un infinito mercado persa. 

Al Peky y al Kevin los conocí en un “parador”. Estaban siempre frente a la casa de mi madrina. Después los encontré como estudiantes en mi curso. Siempre amanecidos. En ese ritmo todos los días eran iguales. Sostenían el parador de un país que se iba cayendo.  Ante sus ojos corrían quienes robaban, quienes tranzaban, quienes patrullaban y quienes sufrían. Conurban western. Veían desde ese parador un territorio desquiciado. En diciembre de 2001 estaban en la calle. Amanecidos como otros tantos días, viendo como Virreyes era saqueado.

¡Qué quilombo profe! Nunca vi tanto choreo junto, me decía el Kevin. Como si el mundo se hubiese desajustado de manera inédita. Nada estaba en su lugar. El presi está más empastillado que nosotros, acotaba el Peky. La teoría política popular siempre es certera.

Un día se me ocurrió invitarlos a una fiesta de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Salir de Virreyes era un hecho de proporciones. Había una Virgen en un boulevard cerca de la Estación de Tren. No sé, pero siempre nos persignábamos. El Peky, el Kevin, mi hermana Caio y un chico (ahora no recuerdo su nombre) en silla de ruedas. Todos en el 60. Todos queríamos zafar de la “mierda” social. En este tiempo todos estábamos “jugados” o como dijo un amigo de la Facultad: “no sé Esteban, siento que no hacemos pie”!  La fiesta resultó óptima. Bueno, para ellos. Mi hermana pegó un tipo y mis invitados terminaron en brazos de algunas estudiantes de Sociología.  A estas chicas le gustan los negros, me decía el Kevin cagándose de risa. Igual después te ven con un caño en la mano y sos Skeletor

En la Facultad de Sociales no había “jarra loca” ni esa “cumbia villera” que contaminaban todos lo paradores del conurbano, pero se las arreglaron para beber lo que quisieron. Siempre con un vaso en la mano. Sin un peso se hicieron de tragos toda la noche. Sobrevivieron. Esa era la idea. La nueva coyuntura. 

Años después el Peky empezó a trabajar en un call center dedicado a gestionar tarjetas de crédito. Convenció a la empresa que había obtenido el titulo secundario. Se puso una camisa prestada. Tengo que ayudar a mi vieja profe! Ensayaba, luego de un tiempo, respuestas en inglés con mucha efectividad. Yo todavía voy a cualquier parte del mundo y hablo en español o italiano. ¡Due biglietti! Igual te miran como un extraterrestre.  En el 2001 queríamos un plato volador que nos saque de esto.

Años después el Peky empezó a trabajar en un call center dedicado a gestionar tarjetas de crédito. Convenció a la empresa que había obtenido el titulo secundario. Se puso una camisa prestada. Tengo que ayudar a mi vieja profe! Ensayaba, luego de un tiempo, respuestas en inglés con mucha efectividad. Yo todavía voy a cualquier parte del mundo y hablo en español o italiano. ¡Due biglietti! Igual te miran como un extraterrestre.  En el 2001 queríamos un plato volador que nos saque de esto.

El Kevin hizo su casa. Se metió de albañil. Vivió en la isla. Tengo una novia rica, me dijo la última vez que lo vi. Era fachero y canchero. Bailaba cumbia como pocos en el “Tropi”. 

A veces los encontraba en San Fernando tomando algo. Lentes de sol. Quietos o duros. Somos Calamaro!, decían mirando la gente moverse. No puedo entender porque le  hablan en ingles a los perros. Donde nacieron esos animales? Siempre tuvimos diálogos fragmentados. Border. Stop, rec y play. Como en esa aula de escuela de la que todos veníamos.

En el carnaval de Virreyes de 2021 mi hermana se los encontró. Instalaron en el “parador” una parrilla para vender chorizos. Con esto nos hacemos la noche. Igual el tema es la inflación. Los chorizos están re caros, explicaba el Peky.

Mientras charlaban. El Kevin le decía a  su socio que no se olvide de cobrar. Sí sí, pero todos estos guachos se parecen a L-Gante. 

El conurbano esta aquí, ahí, en la pantalla de los canales de noticias. Lleno de historias. No es una gran villa, ni “África” (conurbáfrica), ni solo el territorio proveedor de piqueteros. Demasiadas vidas atrapadas, apretadas y asediadas.