El 14 de octubre en la mañana, la Asociación de Empleados de Farmacia protestaba frente a la puerta de cada una de las farmacias de la avenida Santa Fe, en la Ciudad de Buenos Aires: el pedido de que sus salarios mejoren mientras los medicamentos no dejan de aumentar es una preocupación que exige respuesta al igual que la de enfermeros, médicos y personal de Salud. Un mensaje grabado con voz de mujer, un auto detenido, los transeúntes que miran sorprendidos, los que hacen cola en la farmacia (la mayoría ancianos o personas en riesgo)…, todos aplauden; todos se convirtieron en testigos y participantes de una performance, palabra de origen inglés que significa: actuación, realización, representación, interpretación, hecho, logro o rendimiento. El arte de la performance o también conocido como el arte de acción, implica la puesta en escena de elementos escénicos que pueden incluir recursos como la improvisación y la interacción.
Convertidos en actores hoy nos movemos los humanos en busca de la perdida Salud Plena. Hay buenos, malos, del montón y de la claque. ¿Quién es quién? Esa es la pregunta que se sale del arte y que en todo lo relacionado con el sistema de Salud lleva a respuestas diversas.
Está el personal que desde el primer día ha estado presente en la primera línea. Médicos, enfermeros, asistentes, trabajadores de geriátricos, de farmacias, personal de oficina y de limpieza…, con jornadas de trabajo extenuantes y salarios insuficientes… Están los otros, los que se aprovechan de la situación y lucran y, también, los que obedeciendo órdenes o no, tienen hoy con mayor fuerza, el poder de la vida o la muerte: los que retacean estudios, los que se burlan de los enfermos, los que en nombre de la Pandemia quieren ocultar sus falencias que comenzaron mucho antes que el virus llegara, los que son funcionales a cualquier mierda.
Durante meses, enfermos y potenciales enfermos, la mayoría señalados como pacientes de riesgo, se mantuvieron en sus casas sin saber si estaban mejor o peor. Los dolores no creen en pandemia. Los dolores están. Lo ideal sería no salir de casa o hacerlo lo menos posibles. Saben que si se contagian de Covid tienen todas las chances de morir. Saben que a la hora de elegir a quien salvar, no serán ellos los primeros elegidos. Pero aún están vivos y aún no se han infectado de Covid. Tienen esperanzas.
Según la Defensoría del Pueblo y la Superintendencia de Servicios de Salud, la mayor cantidad de quejas llegadas a ellos se refieren a la atención de las Obras Sociales y Medicina Prepaga.
Negar estudios, extender el tiempo entre unos y otros, parece ser la tendencia que obliga a los enfermos de dolencias diferentes a luchar contra la burocracia o contra la insensibilidad para lograr que se los hagan sin tener que salir, una y otra vez, con el consabido peligro de contagio. Tienen también, cansados o demasiado enfermos, la opción que les dan de dejarse morir sin intentar nada.
Supongo que para quien autoriza determinadas pruebas es más fácil decir “RECHAZADO” a través de un WhatsApp, la única vía que hoy tienen los enfermos para comunicarse con su obra médica o prepaga. Me pregunto si la o el o los auditores médicos de las obras sociales y prepaga, antes de poner su firma, su nombre y su número, investigaron, preguntaron sobre los resultados anteriores de los estudios que están negando. O, despojados de todo sentimiento, piensan como Marco Antonio, ese personaje de la antiguedad que, sin imaginar que su nombre quedaría en la historia adosado a una serpiente venenosa dijo: “La muerte nos sonríe a todos, todo lo que un hombre puede hacer es devolverle la sonrisa”.
Ella, él o ellos sonreirán mientras los pacientes, que toda una vida pagaron su obra médica para saber que cuando la necesitaran podían contar con ella, lloran de miedo, dolor e impotencia. Pregunto yo: ustedes que me leen, ¿qué piensan? Continuará…