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Juan Pablo Bertazza: un golem porteño

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En su segunda novela, Alto en el cielo (Adriana Hidalgo, 2021), Bertazza juega casi todas las cartas identitarias relacionadas con el ser nacional argentino –ese mito que circula desde por lo menos el Martín Fierro–: edificios porteños representativos que ocultan misterios masónicos, guiños al tango y alusiones a Carlos Gardel, viajes en  subte y parrillas de culto, pero con el añadido de un ser sobrenatural, un protector de barro, contrabandeado desde Praga.

Por Matías Carnevale

Bertazza vive en la República Checa desde hace casi una década, y si bien su estadía allí no se trata de un exilio es posible traer a colación la estadía de Joyce en Trieste, donde escribió a Dublín como nadie. En un eje Buenos Aires-Praga hasta ahora inaudito, Bertazza teje una fabulosa trama de conspiraciones, humor, romance y aventura.

En varios pasajes el autor explora y se burla de las vicisitudes que rodean el aprendizaje de una lengua extranjera, tal vez el escollo más grande para comprender una cultura ajena: Kateřina Fürstová, nuestra protagonista, va comprendiendo de a poco las sutilezas de la variante rioplatense del español, a la vez que intenta ejercer como docente de checo sin mucho éxito: “Como ese año los interesados en aprender checo habían superado todas las expectativas y la profesora asignada no daba abasto, Katka debía encargarse de dar en nivel inicial al grupo que no había podido anotarse a tiempo, lo cual era la peor combinación posible. Nada le parecía más frustrante que enseñar a emitir cada sonido, cómo presentarse y, para colmo, tener que oír los delirios que los argentinos acumulaban sobre el idioma y el país. Por otro lado, su grupo de excedentes estaba conformado por una mezcla de personas de la tercera edad que parecían  no tener otra cosa con la que llenar su tiempo y chicos demasiado jóvenes que tenían mucho por hacer, pero, por alguna insólita razón, se resignaban a perder el tiempo con un idioma que solo podían llegar a aprender en muchos años y mediante una dedicación absoluta que nunca estaban dispuestos a tener”. Detrás de esta perspectiva sardónica de la cuestión se halla la actitud en ocasiones ambivalente que Katka muestra hacia el país.

Comencemos por el principio. Contame el cómo y el porqué de tu aventura checa.

A veces siento que todo fue demasiado rápido: conocí Praga recién a los treinta años, creo, en un viaje por varias ciudades y simplemente enloquecí. O, lo que es lo mismo, me pasó algo parecido al personaje de El ángel de la ventana de Occidente de Gustav Meyrink: “soñé a menudo con una ciudad vieja y sombría, con tal exactitud y claridad que con el tiempo me fue posible pasear por ella y buscar con gran seguridad calles, plazas y casas; y siempre encontré lo que buscaba, de modo que apenas podía decir que lo había soñado”. Me acuerdo que la primera impresión que tuve de la ciudad, la noche que llegué, fue espantosa y, ya al día siguiente, me di cuenta de que siempre había estado buscando un lugar así y supe que iba a terminar viviendo ahí. Me tomé mi tiempo: pasaron como ocho años desde ese momento, pero la decisión, en algún punto, ya estaba tomada. 

En un pasaje leemos que hubo un plan para “liquidar a Hitler con magia”, una especie de Operación Valkiria sobrenatural. Pareciera ser que el interés por el esoterismo en relación con los nazis siempre vuelve, ¿no?

Pasa que en Praga también tuvo lugar el único ataque antinazi que sí se terminó concretando, la Operación Antropoide que terminaría matando, con terribles consecuencias, por supuesto, a Reinhard Heydrich. De hecho, justo ayer estuve por primera vez en la iglesia donde, tras el atentado, se refugiaron los autores checos: la iglesia San Cirilo y San Metodio que, además, tiene la cripta y una especie de museo sobre este hecho que también cuenta Laurent Binet en HHhH. Pero, justamente, que en el país donde sucedió eso existiera también este otro plan esotérico me pareció alucinante. La idea fue de Jan Kefer, un astrólogo muy prestigioso en los círculos esotéricos praguenses. Pero lo más increíble de todo, es que el plan no fue descartado tan rápidamente como uno pensaría.

¿Cuál es el estado del antisemitismo en la República Checa?

No lo sé. La verdad que, en estos dos años que llevo viviendo acá, no noté nada en ese sentido, pero también es cierto que la población judía en el país se redujo muchísimo teniendo en cuenta lo importante que era. No solo en Praga sino en muchas otras ciudades como, por ejemplo, Mikulov, que está en la región de Moravia y donde vivió un tiempo el rabino Löw, que existió y fue contemporáneo a Rodolfo II y es a quien la leyenda le atribuye la creación del Golem.

Katka, nuestra protagonista, considera a Delfina, una amiga circunstancial, “un poco superficial y exagerada, como la mayoría de los argentinos con los que había hablado”. ¿Así nos ven en Chequia o se trata de una mojada de oreja hacia los compatriotas que creen que somos el centro absoluto del mundo, con el obelisco como ombligo?

Jajaja, no, no creo que nos vean así, al contrario: creo que, los que conocen algo de Argentina (al igual que con otros países latinoamericanos), en general, sienten cierta curiosidad o incluso simpatía. Tiene más que ver con lo segundo, con que parte de la esencia argentina pasa un poco por ubicarse siempre en los extremos: la idea de que si no somos los mejores tenemos que ser los peores, pero en algún punto orgullosos de serlo, lo cual implica, por supuesto, altas cuotas de narcisismo. 

A propósito del obelisco porteño, que aparece mencionado varias veces, pareciera que el rol de la arquitectura capitalina es fundamental para la trama… ¿has recibido alguna crítica adversa en cuanto a las muchas alusiones a edificios, monumentos y demás obras que tal vez no sean fácilmente reconocibles para lectores de las provincias o de otros países?

La verdad que, por ahora, no, pero entiendo que sabrán disculparme porque es la ciudad donde viví casi toda mi vida y tenía muchas ganas de escribir una novela que transcurriera ahí. Por otro lado, noto que algunos de los lugares que menciono a veces no los conocen ni siquiera los porteños de toda la vida, como es el caso, por ejemplo, del Pabellón del Centenario.

Esto ya se ha comentado en otras entrevistas, pero me parece que el manejo del misterio en la novela es muy acertado. Durante la lectura me fui planteando una serie de preguntas (¿qué quiere Delfina con Katka? ¿Cuál es la verdadera misión de la checa? ¿cómo hará para cumplirla?) que me impulsaron a seguir leyendo. ¿Cómo fuiste componiendo los capítulos, que se leen como una cuenta regresiva?
Gracias por partida doble: por el elogio y por mencionar lo de la cuenta regresiva que, de hecho, tiene que ver con la numeración invertida de los capítulos, pero también con la trama de Síndrome Praga, mi novela anterior y continuación de esta, donde el protagonista vivía en todo sentido eso: una cuenta regresiva. Respecto a las interacciones argentinas que va generando Katka a lo largo de la novela se me ocurren dos cosas: por un lado, que en determinado momento me di cuenta de que me encantaban las novelas argentinas que incluyen personajes extranjeros en sus tramas, hay joyas increíbles como, por nombrar solo una, Historia funambulesca del profesor Landormy de Arturo Cancela. Por otro lado, tiene que ver un poco con que, viviendo en Buenos Aires, tomé clases de checo en el marco de un programa gratuito de enseñanza del checo en diversos países del mundo. Y para mí eso fue una gran experiencia: no solo porque pude entrar en contacto con una cultura tan lejana, sino porque además encontré gente muy valiosa: los profesores y profesoras que, por supuesto, son checos que respetan y disfrutan mucho de nuestra cultura (también la sufrirán un poco, pero eso no lo dicen tanto) y los estudiantes, de donde también tuve la suerte de hacer grandes amigos.
En cierta medida, Alto en el cielo, con sus subtramas de conspiraciones y ocultamientos, me hizo pensar en Las islas, de Gamerro, novela clave para entender a la Argentina del menemismo. Ahí hay un objeto, el tatú cordobés (una parodia del halcón maltés) que funciona como Macguffin para la trama. ¿Puede ser que haya algo de eso con tu Golem?

Puede ser: el otro día, Mariana Iglesias, una gran guía de turismo y periodista, me dijo que, aunque ella no había leído nada sobre el Golem, lo ve como una especie de Aleph, y me pareció muy interesante esa idea. No solo porque Borges escribió ese poema famoso, además de incluirlo en El libro de los seres imaginarios. El Golem es un poco el Aleph, además, porque esa es precisamente la letra que, al borrarla, transforma la palabra “verdad” (Emet) en “muerte” (Met) lo cual, según la leyenda, lo desactivaba. Pero además hay algo omnipresente o, mejor dicho, transversal en ese gigante de barro que, en algún punto, aniquilaba gente cumpliéndoles sus deseos y combina historia y tecnología, mito y religión, tragedia y comedia… Pero como suele pasar con este tema, a mí me da toda la impresión de que el gran artífice (no digo ‘hacedor’, deliberadamente) es Gustav Meyrink, gracias a su novela El Golem, ese libro extraordinario que debería ser de lectura obligatoria si es que tuviera algún sentido obligar a alguien a leer algo.  

En la novela nos encontramos con una suerte de rescate de una publicación, Nueva Era, al estilo Buenos Aires Herald, La acción francesa y otros periódicos dirigidos a colectividades europeas en el país. ¿Cómo te documentaste al respecto? Más allá de la conexión masónica del nombre, ¿qué interés te generó para incluirlo en la novela?
Bueno, eso tiene que ver justamente con lo que decía antes de la comunidad checa en Argentina, que es muy importante, sobre todo en la provincia de Chaco (sí, los checos de Chaco). Creo que fue gracias a mi profesora Radka Návarová que supe de la existencia de Nová Doba, ese diario que creó un inmigrante checoslovaco llamado Josef Kotas que, al parecer, tenía muy buena relación con el diario La Prensa y logró hacerlo sobrevivir durante varias décadas haciendo prácticamente de todo. Apenas supe de la existencia de ese periódico se me ocurrió que algún fragmento de sus notas, publicidades o relatos resultara clave para resolver parte de la trama de la novela, y eso es más o menos lo que terminó pasando. 

Katka es descrita como una suerte de femme fatale, rubia, de ojos celestiales, casi transparentes… Si se adaptara la novela como serie o película, ¿a qué actriz verías en su rol? (mi candidata sería Dolores Fonzi).

Me convenciste, pero va a tener que ponerse a practicar mucho el acento checo.

¿Qué dificultades (por no decir “desafíos”) encontraste al escribir un protagónico femenino?

Al principio, pensaba que ese iba a ser el principal desafío de la novela y me terminé dando cuenta de que no, de que era mucho más difícil, por ejemplo, ponerme en la cabeza de una persona checa.

Hagamos un ejercicio contrafáctico: si vos no hubieras escrito Alto en el cielo, ¿qué escritor argentino podría haber sido su autor?

Tengo dos grandes amigos que sufren un grado de locura muy similar por Praga, y todo el universo de la cultura checa: Jorge Lucero, que es un tipo muy capo, un doctor y profesor en filosofía que, además, es especialista en Jan Patočka y Leandro Alva que es un poeta del carajo y estudió en la Universidad Carolina de Praga. Creo que ellos me entienden perfectamente, sí, pero tampoco les puedo endilgar ese paquete: digamos, entonces, que el autor de Alto en el cielo podría haber sido el que escribió esa novela sobre el chanta argentino que va a trabajar como guía de turismo a Praga sin conocer la ciudad.

Foto: Diego Martinez. @ildieco_diegomartinezph