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De feria ¿Revolución o Rebelión?

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Por Dani Piazzolla     @danipiazzolla

Salgo de la Feria del Libro de Buenos Aires, son los años noventa, y bajo el brazo llevo dos Sartre y dos Camus que se miran de reojo, algo “ofuscados”, como dudando y reflexionando ante la pregunta: ¿por qué siempre intentan juntarnos?.

¿Revolución o rebelión? En eso andaban mis pensamientos con casi veinte años.

El hombre rebelde; ¿Qué es la literatura?; El extranjero; La náusea.

Cuatro libros de feria, con todo respeto a los dos filósofos de mi vida.

De Camus una eterna enamorada; de Sartre, fascinación y admiración, pero con la debida distancia que exigían sus lentes y Simone.

Luego de tragar toda esa literatura, seguí eligiendo rebelarme día y noche, y ante cualquier ocasión. La revolución tiene su algo de político, de organizativo, de juntarse y proponer, de ir y llevar; de lograr a la final, en grupos, aquello por lo que se lucha, algún ideal de paso quizá.

El hecho de tener que seguir a otros o ser seguido hizo que descarte ese camino desde el día en que registré mi conciencia como Ser, antes siquiera de emitir la palabra.

El rebelde, anda solo, un lobo estepario que se muestra en cada acto, sea al levantarse de una mesa, en el saludo, al pestañear, simplemente tan simple, se lo puede ver tal y como es, en un aquí y ahora desvergonzado y matarife.

La rebelión viene de una soledad hecha roca, de montañas anteriores que aseguran el camino en solitario, de lagos inmensos y de mares sin brújula.

Y entonces en El extranjero, un Meursault  que ni siquiera se pregunta si está mal o está bien; Es, está, y entonces mata, y  responde que porque un rayo de sol justo le dio entre los ojos y entonces el disparo; y que… ¿por qué no lloró a la madre muerta?, preguntan desesperados, y  así más preguntas para el que no responde como rebaño y que, porque se sale, porque no  es como debería, se lo juzga con violencia; y los que lo rodean asustados señalan, acusan y gritan: es un loco, asesino, un peligro para esta, nuestra sociedad.

Cada año encontré varios tesoros en la feria del libro, siempre buscando la edición más económica para, de esa manera, llevarme la cantidad de libros que mis manos pudieran sostener (no era un lujo como ahora esto de comprar libros).

Hoy conservo todos esos tesoros que fui acumulando; y especialmente a Sartre y a Camus los tengo juntos en mi biblioteca, como enemigos eternos que al igual que un Salieri con su Mozart, se potencian mutuamente, cómodos en la incomodidad de ser opuestos y sin embargo… la potencia para el lector cuando se lee a los dos autores en paralelo.

Caminando por Marsella; una mañana muy temprano, me encuentro en el banco de una plazoleta, por la avenida que baja al puerto, un libro: “L´etranger”, en una edición de bolsillo. Me siento y empiezo a leerlo con la facilidad que me daban los días que iban pasando en mi larga estancia por Francia, agradecida por el regalo de alguien y sintiéndome un poco culpable por no tener otro libro que dejar a cambio, volví a leer, por cuarta vez quizá, esta novela que tanto me había marcado desde joven.

Leer a Camus, leer El extranjero en su idioma original, marcado por dos lectores anteriores, con comentarios a los costados, símbolos y tachaduras. Nada más delicioso que ese encuentro.

Y para remate, el año pasado leí la novela de Aramburu, Los Vencejos; un libro que acababa de salir recién del horno editorial, un “tocho” como dirían en España. Cuestión que me encontré con un Tony rebelde que decide ir vaciando su departamento, a la vez que deambula por el barrio y va dejando sus cosas: una lámpara, un jarrón, ropa, cada día se da un paseo junto a su perro y va acomodando en distintos lugares sus pertenencias. Entre esas cosas empieza a vaciar, también, su amada biblioteca…. hasta que finalmente un día logra desprenderse de su edición de bolsillo del Extranjero de Camus, en un banco, en una plaza, en otro país, en otro tiempo, el acto ocurre.

Y yo en un “loop” de espacios que se entrecruzan ya lo había tomado de ese banco de plaza; y lo estaba leyendo, rebelde el tiempo, rebelándose ante el espacio.