Creo que lo que me vincula afectivamente a estas personas, es que, cada una de ellas (cada uno de nosotros), a su manera, improvisaba una estrategia de sobrevivencia. Esta serie es entrañable para mí pues cumplió una función más terapéutica que estética o fotográfica. De hecho, es un material muy personal que nunca he mostrado, realizado sin intenciones de publicar o exhibir. Lo cierto es que cuando llegué como inmigrante a Buenos Aires en 1994, la ciudad me resultó compleja en su dinámica. Y estas fotos me ayudaron a relacionarme con la gente, a entenderla mejor, y tal vez, a vencer mi insularidad (nací en La Habana, Cuba) y a convertirme con el tiempo, en un habitante más del lugar. Siete años después, en 2001, continué mi travesía rumbo norte, pero estos retratos reconstruyen desde la distancia, el itinerario de mis derivas por las calles de Buenos Aires: un mapa que no solo contiene mis rincones preferidos, sino el recuerdo de aquellas personas que los poblaron en ese preciso instante, por el puro capricho del azar.