CARGANDO

Buscar

A las mujeres
no nos educan
para el poder

Compartir

Por Julia Vilaró

Foto: Alejandra López

Ejercer el poder a veces puede ser muy antipático. Tenemos que ser diferentemente iguales. El problema no es el poder, sino la manera en que se lo ejerce y los fines a los que se los somete. Nadie está obligado a ser líder, pero se trata de ser libres para elegir lo que cada uno quiere hacer

Cuenta la anécdota que cuando la maestra de sexto grado preguntó a sus alumnos qué querían ser cuando fueran grandes, la única que con determinación levantó la mano fue ella. A los diez años, Silvia Fesquet jugaba a escribir crónicas sobre las misiones espaciales, y a los veinte entró por primera vez a trabajar a una redacción. Hoy es Editora Jefa de Redacción del diario Clarín, y una de las pocas mujeres que publica columnas de opinión frecuentes (dos a la semana, por lo menos) en uno de los diarios más grandes de Argentina y América. Recientemente ha sido reconocida como una de las “Mujeres que hacen la diferencia” 2020, por el International Women´s Forum, (IWF) organización que busca conectar a las mujeres en espacios de liderazgos alrededor del mundo. Entre múltiples reuniones, cierres editoriales de secciones y armado contrarreloj de tapas, amablemente Silvia abre un espacio de su agenda para charlar con BeCult sobre el poder, las mujeres bajo techos de cristales y el mundo que se aproxima.

Silvia Fesquet es Editora Jefa de Redacción del diario Clarín, y una de las pocas mujeres que publica columnas de opinión en uno de los diarios más grandes de Argentina y América.

¿Por qué las mujeres en roles de liderazgo necesitan estar conectadas? ¿Es un espacio de soledad el poder para las mujeres? ¿O avanzar colectivamente es la tendencia femenina natural?

Hay un poco de todo. Es verdad que las mujeres solemos cultivar la relación humana, el intercambio, y somos más proclives a trabajar en equipo y a nuclearnos (algunos hablan, incluso, de la hormona oxitocina como aquello que dispara eso femenino). Pero por otro lado, y más allá de los avances que se han hecho a lo largo del tiempo, sigue habiendo muchas dificultades en lo que tiene que ver con el liderazgo femenino. Hay muchas mujeres que han llegado a posiciones increíbles pero en general son las excepciones. El International Women´s Forum (IWF) tiene como misión fundamental el liderazgo y preparar a futuras generaciones. Hay avances que no pueden negarse pero todavía hay techos de cristal y suelos pegajosos. Y estas dificultades se dan en todos los rubros y en todo el mundo. Lo interesante es ver que hay patrones de comportamiento. Hay causas externas: prejuicios, creencias de que las mujeres no están para ocupar puestos de liderazgo, y entonces son medidas con una vara diferente, la cuestión atávica de cuál es el lugar de la mujer y del hombre, cuestiones que más cerca o más lejos de la superficie todavía subyacen. Pero también hay causas internas. A las mujeres no nos educan para el poder, lo tenemos entendido casi como una mala palabra, estamos acostumbradas a ver la deformación del ejercicio del poder, y el problema no es el poder, sino la manera en que se lo ejerce y los fines a los que se los somete. No nos preparan para el ejercicio del poder, por eso desde chicas lo vemos como algo ajeno, nos da miedo. Creo que hay que trabajar con las propias mujeres, para que sientan ese poder como un derecho y ocupen sus sillas con voz y voto.

¿Para qué nos preparan entonces?

Nosotras nacemos para agradar, siempre desde chicas estamos pendientes de la mirada ajena, y esa sujeción conspira mucho contra el ejercicio de la libertad. Es tremendo. En los hombres eso no está, más allá de que también hay hombres que no están preparados para el ejercicio del poder y no les interesa y lo padecen. Nadie está obligado a ser líder, pero se trata de ser libres para elegir lo que cada uno quiere hacer. Que la mujer que libremente ambiciona llevar a cabo un proyecto tenga la posibilidad. Que el género no sea un obstáculo. Estamos siempre tan cargados de mandatos y deseos que depositan en nosotros… hay que desglosar la catarata de expectativas ajenas para llegar al deseo profundo: ¿qué querés hacer? Me pasó de trabajar con mujeres muy talentosas que al decirles que las ibas a promover me decían que no, le llaman el efecto de la bicicleta fija. Ejercer el poder a veces puede ser muy antipático. Decir más no que sí, poner límites, en el caso del periodismo mandar a reescribir. El miedo a que nos dejen de querer hace que, por ejemplo, editoras muy talentosas se queden hasta las once de la noche reescribiendo notas de otros. Es tremendo. Es un tema muy difícil para las mujeres. El miedo a que te dejen de querer lleva a muchas a no expresar su opinión. Me ha pasado de estar en reuniones en las que otras mujeres se quedan calladas por no enfrentar hombres en una discusión. Yo a las chicas les digo: “si haces eso te van a palmear en la espalda, pero van a pensar que sos una tonta a la que pueden manipular fácilmente, porque no puede sostener una opinión”. La única manera de que te respeten, es siendo capaz de mantener firme tu voz. Aunque no ganes la discusión. No importa. Te van a respetar. Y eso es lo fundamental.

Sos una de las pocas mujeres que tienen notas de opinión editorial más de dos veces por semana en uno de los diarios más grandes de Hispanoamérica. El periodismo es un espacio machista, donde el techo de cristal está todavía muy vigente… ¿Cómo ha sido para vos esa trayectoria que parte de haber nacido para agradar y alcanzar el respeto por la propia voz?

En mi familia nunca se planteó el tema de que el género podía ser un obstáculo. De eso no se hablaba. Era una familia que daba prioridad total al estudio, la única preocupación pasaba por ahí, y yo lo agradezco, porque si hubiera arrancado pensando que no iba a poder porque era un mundo de hombres, probablemente hubiera sido un caso de profecía auto-cumplida. Empecé a trabajar de muy chica y lo mío siempre era trabajar. Con lo cual hay muchas cuestiones que las empecé a reflexionar o notar cuando ya había llegado a puestos altos, ahí empecé a mirar cuestiones que antes me habían parecido naturales de otra forma: un ascenso que le dieron a un hombre (cuando en verdad yo lo merecía) porque se tenía que comprar un traje…  ¡como si yo fuera a andar desnuda! No se premiaba el mérito. En mi caso los pasos se fueron dando paulatinamente: entré de cronista más que rasa, con lo cual escribía crónicas pero también me tocaba ir a Ezeiza a buscar la nota que mandaba el corresponsal de afuera, porque no había ni fax ni mail ni nada que se le pareciera. Lo mío fue ir subiendo muy desde abajo todos los escalones. Siento que todo fue por prepotencia de trabajo, y trabajando mucho conmigo, para ver cómo era manejarse con esto del poder, que no es sencillo. Pero lo importante es mantenerte firme en tu voz, tu lugar, hablando clara y francamente.

Silvia Fasquet realizando una entrevista - Be Cult

Periodista desde los 20 años, una de sus primeras entrevistas fue a Albert Sabin, el  microbiólogo polaco descubridor de la vacuna contra la poliomielitis.

Voz y prepotencia de trabajo. ¿Es un mito entonces que los puestos de poder, sobre todo en las redacciones, requieren del desarrollo de ciertos atributos “masculinos”?

Tenés que tener autoridad, pero no ser autoritario necesariamente. A mí más que de hombres o mujeres, me gusta hablar de estilos de liderazgo femeninos o masculinos. Y la verdad es que en una redacción conviven varios estilos. Cada uno tiene que llevar adelante el que le parezca mejor. A mí no me interesa que me tengan miedo, sino que me respeten. Y a uno lo respetan a partir de los resultados de su trabajo. Yo nunca mandaría a nadie a hacer algo que yo no hubiera hecho… Ahora cambió bastante la manera de hacer periodismo, pero yo he hecho guardias de 48 horas para entrar a un lugar, y si yo le digo a alguien “hacelo, porque al final lo vas a conseguir”, es porque lo hice. En el mundo, en todos los ámbitos, se está aceptando un estilo de liderazgo que se asocia más con lo femenino, pero que también lo pueden ejercer hombres, así como hay mujeres que ejercen el estilo de liderazgo que se denomina masculino (un liderazgo autoritario, vertical, con una cabeza que imparte órdenes y un cuerpo que ejecuta sin discusión). Ahora se está entendiendo que es mejor un estilo más horizontal que promueva el trabajo en equipo, donde haya diálogo e intercambio de ideas, donde el jefe entienda que el hecho de que otro tenga una idea mejor no va a minar su autoridad. Alain Touraine decía que el siglo XXI sería el siglo de las mujeres porque ese estilo del cazador, del que sale al mundo de una manera más agresiva, había sido para otro momento de la historia. Y que este era un momento en el que ciertos atributos de lo femenino (el diálogo, la escucha) tenían que imponerse.

Única mujer periodista, en conferencia de prensa  en la Quinta de Olivos durante el mandato del  ex presidente argentino, Mauricio Macri.

Tenés muchas cosas a tu cargo (secciones, revistas, etc.),  y así y todo te hacés el tiempo de escribir. Tengo que asumir que entonces hay una pasión por la escritura, y por el oficio en su aspecto más simple.  ¿Cómo es esa relación para vos?

Siempre me gustó escribir, pero vinculado con el periodismo. Adoro la literatura pero siempre estuve enfocada más hacia lo periodístico. Disfruto mucho cuando escribo, es el momento en que me siento, desaparece todo y me conecto con otra cosa. Es algo que no quiero perder, más allá del ajetreo… Yo tengo a cargo todo el diario, lo que implica hablar con todos los editores y ver con qué va cada sección. Imaginate que una cosa es cuando arrancás a la mañana, con una idea, y otra cuando llegás a la noche a hacer la tapa. A lo mejor la mitad del diario cambió totalmente, porque la materia prima es absolutamente dinámica… pero busco los momentos para poder escribir porque me da mucha libertad.

¿Qué va a pasar con las agendas asociadas a reivindicaciones feministas (que cesen la violencia y los femicidios, que haya igualdad en las posibilidades y en las remuneraciones, que se legalice el aborto) ante una pandemia que suspende todo lo demás y cambia el mundo en tiempo acelerado? ¿Cómo recuperamos esa agenda?

Creo que, desgraciadamente, la pandemia hizo que el tema de la violencia recrudeciera. Muchas mujeres fueron obligadas a quedarse en su casa con su agresor. Hubo menos acceso a espacios de denuncia, y mujeres que se han quedado sin trabajo o han visto reducidos sus ingresos, con lo cual la limitación económica también es un problema a la hora de intentar salir de esa situación. Esta es la parte desgraciada. Lo bueno, entre comillas, es que el tema no ha salido de la agenda de los medios. Los femicidios siguen estando bajo la lupa, seguimos contando los casos, mostrando las situaciones. Ojalá salieran de la agenda porque desaparecieron, pero esto no es así,  y ahí hay que volver al principio de nuestra charla. Necesitamos que las mujeres sean más conscientes de que el control no tiene que ver con el amor, como tampoco los celos y la violencia. Cada vez vemos más situaciones de violencia en edades cada vez más bajas, ya en noviazgos adolescentes, y eso tiene que ver con una mujer que todavía siente que tiene que obedecer al hombre. Hay que educar en el buen amor, y eso tiene que arrancar desde chiquitos. Tenemos que ser diferentemente iguales, es muy importante que las mujeres lo tengamos en cuenta para entenderlo y para educar a los hijos. Los hijos machistas son educados por mujeres. Hay muchas mujeres con las ideas bien puestas que igual admiten que educan de forma diferente a sus hijas y a sus hijos. Las chicas a juntar la mesa, los chicos dejen, que están mirando el partido… Son cosas que están muy naturalizadas, y es muy difícil que podamos verlo de grandes… Tiene que arrancar desde la infancia. Pero aunque es un problema que recrudece, la preocupación y el alerta no han desaparecido.

¿Y qué pasará con la legalización del aborto? ¿A qué se debe tanta resistencia, tanto del sector político como de una parte de la sociedad en general?

Para la política es un tema incómodo porque arrastra votos de un sector y quita de otros, y siempre está esa lectura. Es un tema que divide a la sociedad de una manera impresionante, es una grieta transversal, es un debate que incomoda mucho. En el fondo nadie quiere terminar de jugarse por eso. Siempre está en la promesa, en cuanto a la despenalización, ni siquiera se cumplen las excepciones ya previstas en el Código Penal de 1921… Llevamos un siglo de atraso, increíblemente.

¿Podrán sostenerse las conquistas ganadas por las mujeres en este nuevo mundo que está asomando y del que todavía poco sabemos?

Creo que hay un camino que había empezado a transitarse de unos años para acá y tal vez la pandemia haya provocado en este sentido algunos retrocesos, porque uno de los sectores más golpeados económicamente es el sector de los servicios, turismo y hotelería, un sector donde la mayoría son mujeres. Muchas mujeres han perdido o reducido su trabajo, se ha complicado con esta cuestión del trabajo desde la casa, donde también por una cuestión atávica el trabajo doméstico recae sobre las mujeres. Ahí también hay que prestar atención, porque así como pedimos cincuenta por ciento en los boards de las empresas, nosotras mismas tenemos que exigir 50 y 50 en el cuidado de la casa, de los hijos, de los adultos mayores… Hay una estadística del INDEC que decía que una mujer con ocupación full time dedica 5,5 horas diarias al trabajo doméstico, mientras que un hombre desempleado dedica 4,1. Imaginate la disparidad. También el territorio de lo doméstico puede ser concebido como un territorio de poder, y a veces a las mujeres nos cuesta un poquito soltar eso. Y hay otra cosa que también es muy femenina: la exigencia desmesurada. Tenemos que ser 10 en todo: en la casa, como amantes, como trabajadoras, como madres, como hijas… Hay un artículo que escribió Anne Marie Slaughter, (que trabajó en la secretaría de estado en Estados Unidos cuando estaba al frente Hillary Clinton). Ella escribió un artículo que se llama ¿Por qué las mujeres no podemos tenerlo todo… todavía? Yo pienso que hay un problema con esa pregunta, no podemos tenerlo todo porque nadie lo tiene. Esa pregunta asume que los hombres lo tienen todo, y los hombres no lo tienen, pero tampoco se lo plantean, porque a ellos no les interesa tenerlo todo al 100 por ciento. Va de suyo que lo de ellos es la profesión, el trabajo, la carrera. Y lo nuestro lo doméstico, el cuidado de los hijos, de los padres, la carrera, el gimnasio, tener la cara lisa y el cuerpo perfecto… Esas son imposiciones que hemos internalizado totalmente… Somos las propias mujeres las que vamos minando el camino… del big bang en adelante todo parece culpa nuestra.

¿Qué rol deberá jugar la mujer en este nuevo orden en ciernes?

Es un momento difícil para contestar cualquier pregunta, porque lo que marca esta época es la incertidumbre, una incertidumbre cada vez mayor… pero hay una frase, no sé de quién es, que dice que no hay nada más incontenible que una idea a la que le ha llegado su hora. Y creo que más allá de algunos retrocesos temporales y de las complicaciones que esta pandemia ha generado, y tal vez siga generando, sin dudas ha llegado la hora de las mujeres. Y a nosotras nos tocará un rol esencial en el diseño del mundo que emergerá después de la pandemia, para lograr hacerlo más inclusivo, más equitativo, y más justo. Con hombres y mujeres codo a codo, y a la par, con sumas y sin restas. Necesitamos una sociedad integrada, inclusiva, donde no sea el género sino la capacidad y el talento la vara que mida. Que nadie quede afuera por una diferencia. Que al menos este sea el objetivo. Esa, creo, sería la sociedad que a una le gustaría que se vaya moldeando, aún en medio de esta catástrofe.

Silvia Fasquet en programa de América TV
Silvia Fesquet trabajando Be Cult

Recientemente ha sido reconocida como una de las “Mujeres que hacen la diferencia” 2020, por el International Women´s Forum, (IWF)

Artículo previo