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Crónicas de una fuga de la invasión neo-URSS

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¿Alguna vez se imaginaron cómo uno actuaría o lo que haría si se desata una guerra? Ese fue el principal tema de discusión en la cena que organicé el 16 de febrero 2022, en Kyiv.

Por Carla Rossi

Hacía varias semanas que el ambiente en la capital ucraniana se percibía algo cambiado. Mis amistades de empresas multinacionales, embajadas y ONGs, siguiendo estrictas indicaciones de sus empleadores,  se estaban preparando para salir de Kyiv, dirigiéndose, principalmente, al oeste de Ucrania, o directamente dejar el país, mientras se iba definiendo con mayor claridad un panorama absolutamente inesperado.

Desde meses atrás, cuando se detectaron las tropas rusas en la frontera con Belarús, sonaron las primeras alarmas. La alcaldía de Kyiv ya había publicado los enlaces a los primeros refugios. Los países europeos y Estados Unidos, advertían desde diciembre 2021 de un llamativo accionar de Rusia. Sin embargo, nadie en mi círculo de amistades, pensó en un ataque de esta magnitud a una de las capitales más grandes de Europa. No olvidemos que desde 2014,  se llevaban a cabo combates que cobraron hasta febrero 2022, alrededor de catorce mil víctimas ucranianas en la región de Donbás.   

Por otra parte, no son pocos los argentinos con algún antepasado que, en búsqueda de una vida en paz y mejor, eligieron a la Argentina: «la tierra de las oportunidades», me refiero a aquellos que se vieron forzados a migrar a raíz de la segunda guerra mundial. Desde el este europeo arribaron corrientes heterogéneas: desde  académicos, militares, empresarios hasta extraordinarios músicos, por nombrar algunos de los inmigrantes que la hospitalaria Argentina recibió con su mundialmente reconocida generosidad. Olas migratorias forzadas por la implacable conflagración mundial cuyos actores, quizás, con el tiempo lograron compartir sus experiencias e historia.

En mi caso, fue mi querida abuela materna, Eva, nacida en la milenaria ex capital del imperio austro húngaro, luego Polonia y hoy Ucrania, Leopolis/Lemberg/Lwow/Lviv en 1921, bellísima ciudad histórica ubicada en el oeste de Ucrania y llamada la «París  del Este».  Me siento extremadamente afortunada porque, a pesar de que mi abuela vivió uno de los momentos más trágicos y oscuros del siglo XX, gracias a su ejemplar fortaleza y resiliencia logró transmitir numerosas vivencias y hechos trascendentes de su deportación a Siberia en 1940 y el camino hacia la libertad via Persia, Egipto, Palestina, Francia y Londres. De una capacidad asombrosa y vasta cultura, siempre la consideramos nuestra enciclopedia viviente, se había formado en el liceo Notre Dame de Lviv. Y durante nuestras extensas charlas, siempre me preguntaba: ¿qué hubiese hecho yo en su lugar?

Foto EFE / SERGEY DOLZHENKO

A raíz de estos enriquecedores encuentros y prolongadas conversaciones con mi adorada Eva, a lo que se suman innumerables documentales y películas sobre la temática de la guerra, nació en mí esa intensa curiosidad por la segunda guerra mundial, y decidí profundizar mis conocimientos ingresando a la Facultad de Historia de la Universidad de Londres.

Entonces, volviendo a la cena que organicé, cuando cada uno de mis invitados describía su reacción en el supuesto que el líder del Kremlin invadiera Kyiv, dimos origen a un extenso debate de opciones. Mi querido amigo,  ex marino australiano, me había recomendado ya un mes antes, preparar una valija con todos los documentos y elementos esenciales.  En aquel momento,  lo consideré una exageración, sin embargo, una voz interior, una suerte de memoria del ADN familiar, días después me terminó de convencer que debía hacerlo. En la mesa, se discutieron los diversos planes de eventuales huidas o escapes, y en ese momento, lo viable era cruzar hacia Polonia. Insistí que seguramente todo Kyiv se dirigiría a esas fronteras, 530 kms separan Ucrania de Polonia, seguramente todos se dirigirían allí e implicaría largas horas o días de espera para salir y lograr cruzar.

La cena transcurrió en un ambiente donde ya se palpaba el miedo a un accionar aún indefinido, no percibíamos la forma final que iba a adoptar Rusia para finalmente llegar a la capital de Ucrania.  Después de la cena creamos un grupo de WhatsApp con planes de contingencia, instrucciones de cómo armar una mochila con lo imprescindible, documentos, artículos indispensables, vestimenta, algo de comida no perecedera, y un mapa estudiado de rutas para evacuar de la ciudad evitando las avenidas principales, conscientes de que los sistemas de comunicación pudieran fallar o quedar afectados.

En esta vida, uno puede planificar, tener expectativas e ilusiones de cómo le gustaría que sucedan los acontecimientos, pero el destino inevitablemente nos sorprende y obliga a adaptarnos a las más variadas circunstancias. Reconozco que nunca tuve conciencia de la realidad que vivíamos si bien intuía que algo podría ocurrir, aunque nunca algo tan dramático como lo sucedido…

Recuerdo que, en la madrugada del 24 de febrero 2022, no podía dormir, efecto secundario del cual sufría después de haber padecido unos días el Covid-19, y consistía en algunas noches de insomnio, el sueño iba y venía como olas.  No obstante, esa madrugada, la sensación era otra. Más intentaba dormir, más me estresaba. Un amigo ucraniano que trabaja en IT, había circulado un mensaje aterrador unas pocas horas antes, con un posteo en redes como Reddit y Discord, videos de cámaras de seguridad en la frontera norte de Ucrania con Belarús, camiones rusos destruyendo barreras, idéntico cuadro al sureste. Al no estar confirmado,  no se sabía si, efectivamente,  era una ‘fake news’, y no se habló más del tema. ¿Qué podrían conseguir un par de camiones contra todo un país?

Pero justo cuando estaba a punto de lograr el sueño, escuché y sentí el misil que venía de la dirección del aeropuerto internacional de Boryspil.  De inmediato reaccioné y pensé: ¡¡¡¡¡¡ha comenzado!!!!!!  Siguieron dos misiles más cuyos impactos producían aterradoras vibraciones y estruendos.

Quizás una reflexión simplista, me permite afirmar que ninguna experiencia conocida ni relatada se asemeja a cómo se siente estar bajo ataque de misiles.  La manera más aproximada que he logrado para explicarlo, es a través de lo que sería una proyección en el cine IMAX o 4D E-motion, con sonidos envolventes, vibraciones que llegan hasta la médula, con el infaltable componente del miedo paralizante por el peligro de una muerte casi inminente. Eventualmente, con solo imaginar esta vivencia, querido lector,  si no te provoca una sensación de inquietud y escalofríos que ese complejo y de belicismo extremo «futuro» ya está entre nosotros, entonces eres uno de los afortunados indiferentes.