CARGANDO

Buscar

Creencias: dos rosarios en el cuello

Compartir

Por Esteban De Gori

Adaptación foto: CELAG – 2018

I

Dos rosarios que cuelgan del cuello. Siempre. El mundo y los vínculos son demasiados frágiles para resistir sin una cuota de protección. Cuando aquellos que dirigen los Estados y las comunidades no pueden cuidar a los suyos lo divino entra con fuerza. Se afirma. San Roque, San Roque que ese perro no me mire ni me toque. La creencia (religiosa) es así, algo que cuelga, que pesa, que presiona contra el piso –recordando la gravedad y la finitud- mientras se busca el cielo. Rozar lo divino. Tirarle un dardo por si hace centro. Una pequeña estatua de la Virgen se encuentra entre dos avenidas en la localidad de Virreyes. Le faltan las manos y rozo ese vacío. Es una jefa mutilada que igual inspira respeto. Que tiene seguidores y seguidoras. Sus manos las perdió en alguna guerra social del conurbano. Dame baby un milagro. Madonna mia!  Repito la señal de la cruz. Pero con tiempo, sin apuro, tratando de romper ese automatismo que aprendimos de niños y que era una forma de librarnos de las miradas de nuestros mayores. Padre, figlio e spirito santo. Con tiempo. Me parece atractivo practicar el arte más inconcluso, ambivalente y perforado del mundo: la fe.  Esta parece invencible, movediza y a veces nos hace conocer el fango de su complejidad. Nunca sabremos qué cosa piden millones de personas cuando se persignan ni cuando oran pero allí existe un universo potente en el que se recrean las creencias. Rezo por mí. Rezo por vos. Toco a la Virgen buscando ese touch cielo-terra, como moviendo una suerte de perilla imaginaria que realice la protección que busco o los deseos que están agazapados.  La creencia religiosa es sostener a alguien o algo, aceptar sus mandatos y gestos,  es –también- aceptar que en ella convergen diversos mundos que dan sentido a una existencia y a una acción. Creer –de manera religiosa- es sostener la conexión entre la tierra y el cielo, asumir lo que pasa entre esos dos mundos, es esperar algo que desborde, es reivindicar la emergencia de un poder que cambie, mantenga o guarde las cosas. Allí están los rosarios que llevan cruces pequeñas empapadas con el sudor de un verano que no da respiro. Como la creencia, cosa que no da respiro.

II

Creo en vos. La creencia política en quien manda o en quien dirige supone uno de los grandes misterios. Le creo. ¿En su palabra, en su poder, en su imagen? Creer es consumir capacidades de otros y otras. Devorar su imagen. Creer en alguien es saber o esperar que pueda lograr lo que esperamos o añoramos. Le damos nuestras expectativas y poderes para que esa persona nos la devuelva con creces y eso es así porque sospechamos que esa persona tiene algo que nosotros no tenemos. El misterio de la creencia y del poder. ¿Qué tiene él o ella que no tenga yo?

Es algo milagroso, decía David Hume, que pocos manden a muchos. La autoridad, siguiendo a este filósofo escocés, nace en un trance de guerra y la creencia queda vinculada con lo milagroso. Autoridad, creencia y milagro se vinculan, de manera extraña. La creencia política anuda en la persona que creemos varios mundos. En parte esa creencia –y no me refiero solo al mundo católico- son “dos rosarios que cuelgan del cuello”. La creencia es parte de un trance, de una conexión, de una interacción entre el cree y el que desea ser creído, pero donde este último o esta última reúnen algo que yo no tengo y por eso espero mucho de él o ella. Dame baby un milagro.

La creencia política no tiene respiro (como la fe), debe ser puesta a prueba 24hs, creer y hacer creer es un trabajo individual y social de gran alcance. Una metalurgia invisible que trabaja sin apagar los hornos. La creencia es un gran mercado, no existe una creencia, sino microcreencias que se pegotean a una persona y a veces, en momentos críticos, pueden desmantelarse. 

Hay que acostumbrarse a que uno o una creen de alguien tan solo una partícula de todo lo que esa persona es. Y eso constituye un elemento singular para seguirlo, apoyarlo o defenderlo. Dame un pedazo de ti y construiré un vínculo político. Un pezzo, un morso, una dimensión. No se necesita de una suerte de coherencia total de una persona para creerle. Si no, no existiría política ni lucha por el poder. Existe una sentimentalidad de la creencia. Yo consumo de esa persona lo que deseo. Entre esa persona en la que creo y yo se trama una sentimentalidad que día a día se recrea, se afirma o se gasta.

La fe  como la creencia pueden implosionar o perder fuerza, pero son prácticas sociales que están ahí, que nos recuerdan conexiones con diversos mundos sociales, narrativos y trascendentales. Que nos vinculan a capacidades de otros reales o imaginarios. Conexiones que nos permiten transitar entre lo terrenal y lo divino, entre la tierra y el cielo, como una perilla que a veces activamos.