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Irene Gruss, genio y figura

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En El corazón del asunto, Daniela Pasik trama la historia de vida de Irene Gruss con su trayectoria como escritora. Poetas, editores, amigos y familiares aportan testimonios para un relato que desvirtúa mitos y prejuicios, revaloriza una obra fundamental y apela con gracia a la relación personal que tuvo la autora con Gruss.

Por Osvaldo Aguirre

Foto: Valentina Rebasa

Un libro de poesía inédito, una compilación de entrevistas y artículos de prensa y ahora una biografía: la presencia de Irene Gruss (Buenos Aires, 1950-2018) se renueva y afirma una referencia que es fundamental en la poesía argentina contemporánea tanto por una obra que reúne doce libros de poesía como por la figura que construyó a través de sus intervenciones públicas.

“Leer a Irene es presencia suya. Su voz invade la memoria, si la escuchaste hablar alguna vez”, escribe Daniela Pasik en El corazón del asunto, la biografía que publica Gog y Magog. El libro se suma a Casta diva, compilación de entrevistas y artículos preparada por Ignacio Di Tullio (Seré breve, 2023) y a De piedad vine a sentir, poemas que había dejado listos para la edición (En danza, 2019).

Gruss fue una poeta reconocida desde la publicación de su primer libro, Una luz en la ventana (1982), pero su valoración se consolidó con la obra reunida bajo el título La mitad de la verdad (2008). Fue una voz incómoda que criticó con ironía y también con impertinencia los lugares comunes y las convenciones del ambiente literario porteño.

“¿Y a mí qué me importa?”, era la pregunta que Gruss lanzaba sin anestesia ante un poema. La interpelación podía desconcertar, enmudecer o enojar a los asistentes a su taller o a los participantes de una lectura pero no tenía nada personal sino que iba dirigida contra “un Yo autoconmiserativo o complacido en sus sentimientos”, como explicó Jorge Aulicino en el prólogo a De piedad vine a sentir.

Daniela Pasik

En El corazón del asunto Daniela Pasik dedica un capítulo a un incidente atribuido a Gruss durante una lectura del poeta chileno Raúl Zurita en un festival internacional de poesía. La historia tiene varias versiones, pero los testimonios registran una coincidencia significativa: Gruss interrumpió desde el público a Zurita, un poeta consagrado, y cuestionó su actitud como demagógica.

Pasik conoció a Gruss cuando ambas trabajaban en el diario Perfil y más tarde asistió a su taller. Esta experiencia resulta central en la biografía, no solo en términos de información obtenida en el terreno y de conocimiento de primera mano sobre las maneras y manías de Gruss sino porque Pasik se siente en deuda y con culpa por haber dejado el taller durante un tiempo y porque la muerte inesperada de la poeta frustró un encuentro previsto.

El corazón del asunto comienza por narrar en tiempo presente una cita en la casa de Gruss. “Esto no es una historia de fantasmas”, aclara Pasik. Las conversaciones que imagina se imponen como ciertas aunque parezcan imposibles, porque dan cuenta de una atención y de un afecto que revelan la experiencia poética como la entendió Gruss. Podría haber salido mal y hasta muy mal, pero esas recreaciones son un punto de apoyo importante; y el logro no es solo una cuestión de oficio sino de compromiso emotivo y reflexión sobre el personaje y su obra.

Otros pasajes intensos de la biografía surgen de entrevistas con Jorge y Lucina Freidemberg, los hijos de Gruss. También hay testimonios de editores, poetas y amigos. “Quiero encontrar el modo, la palabra para transmitir, ser rigurosa –confiesa Pasik-. Como hacía Irene”. El título señala el punto de vista: contra la figura muy difundida de una poeta caracterizada por la dureza, la observación impiadosa y la franqueza sin vueltas, otras actitudes y otras conductas contradijeron esa imagen y fueron menos conocidas, y la posible verdad del personaje se encuentra en esa ambivalencia.

Contra la corriente

La biografía se despliega en consecuencia al margen de la cronología para reconstruir entre otros episodios el ambiente familiar en el que creció Gruss, su iniciación literaria en el Taller Mario Jorge De Lellis a principios de los años 70, las relaciones amorosas, los viajes y en particular su atracción por el mar, y las circunstancias que rodearon a su muerte. El relato de la vida se trama con el análisis de temas y motivos de la obra y con poemas de Gruss que iluminan aspectos de su trayectoria o plantean interrogantes.

En la nouvelle Una letra familiar (2007) Gruss reelaboró su infancia y adolescencia como hija y nieta de destacados militantes comunistas. La biografía destaca la centralidad de la madre en el ámbito familiar, y también la relación conflictiva que Gruss mantuvo con ella y después se proyectó en el vínculo con su propia hija; en la memoria familiar el rol del padre se desdibuja notoriamente, al punto de que su nombre propio cae en el olvido.

Irene Gruss con su madre

La formación de Gruss transcurrió en el taller literario Mario Jorge De Lellis, compartido con Jorge Aulicino, Daniel Freidemberg y Marcelo Cohen entre otros escritores, y en la revista El escarabajo de oro, de Abelardo Castillo. En las discusiones de aquellos grupos “había que argumentar: el me gusta-no me gusta no alcanzaba”, explicó Gruss en una entrevista, y esa fue también la impronta de sus talleres de poesía.

“Escribo porque sí, por necesidad, contra mi voluntad. Porque a veces llueve”, declaró Gruss. Fue un modo de oponerse a la solemnidad y el narcisismo en que a veces se pierde la conversación literaria. Pasik destaca su alusión a la poesía como “la mitad de la verdad” y la búsqueda de “torcer la anécdota”, como en otros tiempos se hablaba de torcerle el cuello al cisne, en poesía.

El taller de Gruss tenía requisitos, como lo anunció en su blog: “Inútil presentarse si no se es lector de poesía. Imprescindible, tener sentido del humor”. El manejo filoso de la ironía fue otra de sus armas temibles, pero también rechazó que la congelaran en ese rasgo y su concepción del humor puede condensarse en “La risa”, poema dedicado a Hebe Uhart: “Sabe reír. En medio/ del dolor se ríe y juega. / En medio del dolor/ habla claro”.

Gruss fue con plena conciencia contra la corriente de la época. En el momento en que se impusieron la literatura del yo, la autobiografía y la autoficción salió al ruedo para cuestionar la moda y afirmó lo que parecía una obviedad pero no lo era en la práctica de muchos escritores: el yo lírico o el sujeto de una narración son artificios, construcciones, la poesía desplaza las referencias biográficas y las rehace en otro espacio. “Mi voz dice lo que no quiero decir,/ mi voz tiene otro tono,/ lo que quiero decir no lo dice, dice otra cosa”, escribió en “El tono”; creer en las palabras, agregó en otro poema muy citado de su obra, era mentirse a sí misma. La catarsis y la confesión, dijo y repitió Gruss, no son poesía.

Se declaró feminista pero también se desmarcó de las convenciones en torno a la literatura de mujeres. “No escribo con el cuerpo sino con la mano y un lápiz”, se burló de algunas derivas teóricas; “me interesa la escritura, no el tema de género como enfoque, como etiqueta”. Sus referentes en ese marco fueron escritoras excéntricas y tan incómodas como ella misma: Juana Bignozzi -“tiene un punto de vista de mujer fundamental, que me marcó, la cosa de reírse de sí misma”- y Hebe Uhart, quien según anotó en el último texto de su blog “pagó el precio de no ser del palo, mucho menos pituca, muchísimo menos del canon”.

Gruss nunca se asumió como la referente que era para otros poetas, cuenta Jorge Aulicino en El corazón del asunto. Perdía la paciencia con las discusiones y elogios alrededor de “Mientras tanto”, un poema muy citado como alusión a la situación de las mujeres durante la última dictadura. “Yo siempre pido disculpas porque es el único poema explícitamente político que escribí”, “ni siquiera era un poema explícitamente contra la dictadura, lo escribí porque era mi realidad”, dijo.

Entre otros malentendidos, “Mientras tanto” fue leído como ejemplo de una poesía centrada en lo doméstico. Daniela Pasik saca a Gruss de ese lugar y también subraya su distancia respecto de otras poetas de su generación, la de los años 80. “Era una maestra precisa, implacable, detallista. Su modo de tirar del hilo queda impregnado”, dice en El corazón del asunto; y se nota.

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