Recorto una viñeta, con la imagen de Monsieur Alexander Lenoir contemporáneo del Dr. Pinel, quien desesperado recogía y rescataba lo que podía del vandalismo des sansculottes en plena Revolución Francesa por su amor al arte y a los objetos con valor artístico e histórico que se estaban destruyendo indiscriminadamente, hasta que en 1792 la Asamblea Nacional de la Primer República Francesa, le encomienda que agrupe esas colecciones en un convento, en Paris… Los museos pasan de la colección privada a la conservación y preservación del patrimonio y a la exposición en espacios y edificios llamados Museos, que a partir de la Revolución Francesa son considerados públicos y abiertos para todos. El patrimonio es de todos, aunque durante muchos siglos fue gozado por el público educado y culto en forma privilegiada y las políticas de conservación del patrimonio mantuvieron muchas obras en los depósitos lejos del alcance de todos.
A través del tiempo, los museos, se volvieron cada vez más inclusivos y transformaron su mirada incorporando profesionales y equipos interdisciplinarios atrayendo al público, adecuando las salas, la iluminación y los espacios para abrir cada vez más sus puertas respondiendo a las diferentes demandas de la sociedad actual. Pensemos en algunos museos relacionándose con el turismo, revitalizando toda una ciudad y en el éxito de la noche de los Museos que se han transformado en enormes eventos colectivos en las ciudades del mundo.
Los efectos del arte son subjetivos y particulares en cada uno de nosotros, como lo es la impronta de cada artista en su obra. El arte dijimos tiene “efectos”, no nos deja indiferentes, pero así como cada artista emite su “mensaje” a través de sus obras, cada uno de nosotros, los espectadores, el público en general, lo aprecia y recibe de acuerdo a su sensibilidad o al momento en que se expone a las obras.
Un aparte para hablar brevemente del Síndrome de Stendhal, descrito en la década de los 80.
Basándose en la descripción del mismísimo Stendhal de los síntomas que experimentó luego de visitar la Iglesia de Santa Croce en Florencia, la psicoanalista y psiquiatra italiana Graziella Magherini describió 200 casos de turistas afectados con síntomas similares, según ella, causados por la exposición a las obras de arte de gran belleza en dicha ciudad. Ciertos síntomas descriptos por Magherini son tan vagos y aleatorios que bien podrían ser atribuidos hoy en día a los efectos del jetlag, el calor o catalogados como síntomas histéricos o ataques de pánico.
Aunque la existencia de este síndrome ha sido puesta en duda, no es menos cierto que las reacciones ante las obras de arte son condicionadas por la sensibilidad cultural de una época dada (como el Romanticismo de la época en la que vivió Stendhal) y por motivos psicológicos profundos.
Del caballete a la perspectiva del mundo. De lo representado a lo conceptual.
Por último, con respecto al tercer campo, el del Arte, pensemos que de ser una actividad por encargo y regulada al servicio de la Iglesia, los soberanos y los grandes mecenas, pasa a inventar con la perspectiva y el marco, una ventana que se abre a la intimidad de las personas y al mundo.
Los artistas pasan a través del tiempo desde proponer obras que solo serán consideradas como Arte y con valor estético por las academias, desde realizar obras para ser exhibidas y admiradas desde lejos o exhibidas en vitrinas, a trabajar a partir de una idea, como en el arte conceptual, que requiere la colaboración interdisciplinaria de científicos, ingenieros, biólogos, curadores y directores de museos para una exposición como la de la cabina telefónica de Marta Minujín, el Minuphone y hasta requiera de la colaboración de la comunidad de arácnidos como en ciertas obras de Tomás Saraceno.