Me encanta la música. Clásica y jazz. Supongo que mis músicas están relacionadas de un modo cordial con mis poemas. Porque me mantienen vivo. Sin embargo, no soy capaz de encontrar el punto de relación textual o verificable entre ellos. Mi poesía, por ejemplo, no es especialmente musical. Hay en algunos de mis poemas un cierto compás emocionado, en fin, un sentimiento más o menos musical. Pero sólo de una forma muy genérica. También supongo que mi gusto por el free jazz viene del deleite por la ruptura del molde, de la expectativa. Ya se sabe que a veces la ruptura es la mayor continuidad. Pero, al mismo tiempo, creo que predomina en mi escritura un fuerte ritmo de pensamiento: son monólogos dramáticos, reflexiones patéticas, preguntas. Su ritmo es discursivo y hasta cerebral. Es decir, ¿puede atisbarse en mi poesía el Ave Verum de Mozart, el Nymphes des bois de Desprez, la Aida de Verdi, los Ernste Gesänge de Eisler? Ojalá fuera así, pero no lo es.