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Ángela Bubba: Elsa Morante, una mina no explorada del todo

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Por Giulia De Sensi

Angela Bubba, escritora y especialista en la obra de Elsa Morante. Nacida en Catanzaro hace 35 años, Angela Bubba es una de las voces más penetrantes, incisivas y al mismo tiempo oníricas de la literatura italiana y calabresa. Posee un prolífico trabajo. A los 20 años publicó su primera novela “La casa” (Elliot, 2009) que es finalista del “Premio Strega”, del “Premio Flaiano”, del “Premio John Fante” y del “Premio Berto”, además de ganadora de la tercera edición del “What’s up Premio  Giovani Talenti”. La escritora se trasladó  a Roma, donde además de desarrollar una intensa actividad literaria, trabaja como investigadora académica y periodista. Tras mudarse a Bompiani, publicó “MaliNati” (2012), “Via degli Angeli” (2016), coescrita con Giorgio Ghiotti, y “Preghiera d’acciaio” (2017). En 2018 fue autora, junto con Matteo y Giovanni Scarò, de la obra «La Straniera«, basada en la obra de Anna Maria Ortese, por la que recibió el «Premio Fersen de Dramaturgia Contemporánea». En 2019 ganó la beca alemana para jóvenes escritores de la Fundación Heimann, con un proyecto sobre Alberto Moravia y Elsa Morante y su atención al problema nuclear, que resultó en un libro publicado en alemán por la editorial Wunderhorn en febrero de 2020, titulado “Alberto, Elsa und die Bombe”.

En su trabajo como investigadora, Angela Bubba participa en reuniones científicas italianas y extranjeras, y realiza estudios centrados sobre todo en los autores italianos del siglo XX y en la literatura de inmigrantes de habla italiana. En 2017 escribe su primera monografía, “Elsa Morante madre e fanciullo” (Carabba 2016) ganó el “Premio Elsa Morante” de crítica, y en 2019 la Universidad La Sapienza de Roma le otorgó el “Premio Minerva de investigación científica”.

Ganadora de numerosos premios, entre ellos el «Premio Flaiano – Narrativa Under 35» y el «Premio Zocca Giovani – Marco Santagata», también su última novela: «Elsa» (Ponte alle Grazie, 2022), una narrativa imaginativa que recorre la vida extraordinaria de Elsa Morante. Angela Bubba está dispuesta a revelar los significados, la inspiración, cada matiz profundo de esta obra, hablándonos de su escritura, de su relación con la protagonista, pero también de sus raíces y de un sentido personal de la literatura, fruto de estudios, experiencias, y sobre todo gran talento.

En la contraportada de tu novela “Elsa” hay una frase en negrita de Paolo Giordano que dice: “Quizás Ángela Bubba sea una reencarnación”. ¿De qué manera te sientes más cercana, como escritora y como mujer, a la figura de la extraordinaria autora a la que decidiste rendir homenaje?

Hay muchos puntos de contacto que me vinculan con Elsa Morante. Desde una perspectiva puramente formal nos une una gran, si no desesperada, atención al lenguaje, que se traduce en una concentración dirigida a algunos aspectos expresivos particularmente fascinantes como la eufonía, la musicalidad de las palabras, el color verbal; esta misma atención pasa luego a tocar en un sentido más general la adjetivación, la construcción de frases y, naturalmente, el aspecto estilístico-retórico.

También me siento cerca de Elsa Morante en un plano que podría definir como el contenidismo-interno, del todo espiritual. En primer lugar, comparto con ella un imaginario que proviene de una raíz común, la de los estudios clásicos, especialmente de origen greco-homérico. La relación con la fe católica se basa entonces en esta visión: sería imposible comprender plenamente a uno de las más grandes escritoras de todos los tiempos -como es Morante- si no se tuviera presente este elemento, que la autora vivió siempre con gran autenticidad, coraje e independencia, y a pesar de todas las contradicciones que salpicaron su existencia. También en este caso me siento muy cerca de ella, en particular por su visión de Cristo como portador de un poder revolucionario, muy diferente de ese poder que «es degradante para quienes lo sufren, para quienes lo ejercen y para quienes administrarlo», como afirma el personaje de Davide Segre en la novela La Storia (la novela más famosa de Elsa Morante en el extranjero), ese poder también lo define como «la lepra del mundo». Aquí Elsa Morante me ayudó con todo esto y mucho más, ese más en el que lamentablemente no puedo entrar por obvias razones de espacio. Pero quiero dejar al menos una última imagen: pensemos en un cofre del tesoro del que no dejan de salir hojas y hojas llenas de palabras maravillosas, del que se puede aprender tanto y que todavía hoy puede empujarnos tanto hacia la identificación como hacia la emoción, la necesidad de la belleza y por tanto del bien, a la innegociable pasión por la verdad. Esto es para decirles que la literatura de Elsa Morante es una mina que no deja de sorprender, una mina que no ha sido explorada del todo, y que estoy feliz de explorar.

No eres solo una escritora, sino una lectora apasionada y estudiosa de la obra de Elsa Morante. Después de explorarla de arriba a abajo, ¿cuál es la lección más importante que crees haber adquirido y aplicado, a partir de sus los escritos? O sea, ¿qué le aportó la propia Elsa a la escritura con la que la contaste?

Elsa Morante –lo digo con mucha franqueza– es una de las mejores escritoras que jamás haya aparecido en este planeta. Las enseñanzas son numerosas, también son las que mencioné en la respuesta anterior. Sin embargo, puedo indicar uno que actúa de alguna manera como una suma, una indicación cumbre que reúne toda la experiencia de esta extraordinaria artista y que también ilumina mi propia experiencia: es decir, decir la verdad, siempre, y decirla -en el caso de quien escribe –a través de lo verdaderamente poético. Elsa Morante enuncia más plenamente este concepto en el ensayo Sobre la novela, actualmente contenido en la colección Por o contra la bomba atómica y otros escritos: aquí la autora analiza la supuesta crisis de la novela, afirmando que una «verdadera novela es siempre realista»: ¡Incluso la más fabulosa!”. ¿La razón, preguntas? Porque quien escribe impulsado por una auténtica vocación se hunde profundamente en la verdad, en la verdad poética, o más bien en (su) realidad, se ve obligado por su propia naturaleza a distanciarse de la mentira artística. Es decir, hace que todas sus obras sean reales/realistas, las hace verdaderas para siempre: y precisamente esta suposición, siguiendo a Morante, la que le permite inventar, inventar en serio.

¿Qué te impulsó a escribir una novela-biografía sobre Elsa Morante y cuál fue tu proceso de documentación?

Me impulsó el gran amor que siento por esta magnífica autora.

Investigué en varios frentes: leyendo la obra de Morante así como los estudios dedicados a ella; visitando los lugares donde vivió, especialmente en Roma; pero también entrevistando a sus amigos y familiares aún vivos, quienes me aportaron los detalles que faltaban para definir un retrato de Elsa Morante lo más sincero posible. Me interesaba capturar a Elsa Morante en su complejidad y plenitud, por tanto también en sus tropiezos, dificultades, caídas, no solo en sus glorias. La sinergia de diferentes fuentes documentales me permitió alcanzar este objetivo.

¿Qué pasajes de la novela te resultaron más desafiantes para transmitir el camino, a veces doloroso pero siempre luminoso, de tu personaje?

Sin duda, la dolorosa experiencia del aborto, que sufrió Elsa Morante cuando aún no tenía veinte años, y que dejó una huella mortal en ella, en todos los sentidos y, por tanto, también en su desarrollo literario. Luego la espinosa y siempre sorprendente relación con su madre, Irma Poggibonsi.

A partir de tu actividad como investigadora, en el contexto morantiano y más allá, ¿qué tan fuerte es la correlación entre la poética de un autor y las vicisitudes existenciales que se encontró atravesando en la vida? ¿Crees que la escritura, incluso más allá de la conciencia del escritor, puede ser una Némesis?

La escritura nunca, nunca, nunca debería ser un enemigo, como cualquier otra acción humana. Actuar por venganza es actuar desde la pobreza, y a mí en cambio me interesa la riqueza: la verdadera. Actuar por venganza significa actuar por mistificación y cobardía, mientras que a mí me importa la realidad y el coraje. Actuar por venganza, incluso y quizás sobre todo por escrito, significa actuar por debilidad, cuando voy en busca de fuerza.

La propia Elsa Morante, a propósito de La Storia, escribió lo siguiente: «originalmente este libro quería escribirse contra la Historia, contra la guerra, contra la violencia. Pero al escribirlo me di cuenta de que escribir en contra es ridículo. El escritor y el poeta no son jueces sino testigos.» Este es un discurso de gran madurez intelectual, son declaraciones de tremenda claridad y humanidad, que han influido profundamente en mi relación con la escritura: yo también quiero ser testigo, no juez. Yo tampoco quiero crear una historia para condenar, al contrario, quiero atreverme a escribir solo después de haber perdonado.

Como académica, ¿cuál es tu opinión sobre los llamados Estudios de Género? ¿Crees que se pueden aplicar a la obra Morantiana o prefieres un enfoque que considere la escritura y sus formas más allá de las cuestiones de género?

Los estudios de género son un espacio interesante que, si se trata con cautela, puede ayudar a diversas ramas de la investigación. Sin embargo, si Elsa Morante está involucrada, hay que prestar atención. La autora, por un lado, no creía en absoluto en la diferenciación entre escritura masculina y femenina, y a este respecto citaba a menudo un chiste de su amigo, el poeta Umberto Saba, que decía: «¡Proust es la mejor escritora!». . Recuerdo también que Elsa Morante siempre declaró su aversión al movimiento feminista, a pesar de haber vivido una existencia basada en la autodeterminación, la independencia y la libertad personal. Sin embargo, no logró identificarse con esa experiencia sociocultural (al igual que otros autores italianos conocidos), y esto, creo, no porque ella tampoco reivindicara ciertas batallas sacrosantas, sino porque no le gustaba su excesiva politización, lo que llevó por tanto a su distorsión, a la pérdida de ese coeficiente de pureza que Morante buscaba en las diversas facetas de lo humano, y por tanto en definitiva de esa verdad extrema, indispensable de la que hablé antes. Incluso teniendo esto en cuenta, entendemos por qué a Elsa Morante le gustaba tanto definirse como anarquista, en el mejor sentido del término, y en un sentido muy amplio: por lo tanto, también lo era desde este punto de vista.

Vives fuera de Calabria desde los diecinueve años. ¿Aún te sientes conectada con tu pasado y tus raíces? ¿Qué huellas han dejado en tu escritura?

Muchas pistas, inevitablemente. El origen, la raíz, llamémosle también infancia territorial, es lo que define a cualquier organismo en su forma principal, es lo que da sustancia a su identidad. Al mismo tiempo me siento como una persona centrífuga, incapaz de encerrarse mentalmente en un perímetro (geográfico o de otro tipo): con esto quiero decir que aprecio mi comienzo, lo guardo y lo valoro, pero todavía lo llevo conmigo en el mundo, me conecto con muchos otros comienzos y muchas otras raíces, también a través de esta entrevista a continuación, que me hace muy feliz y por la que les agradezco profundamente.

 


 

Elsa Morante è una miniera non ancora esplorata del tutto

Giulia De Sensi intervista Angela Bubba, scrittrice e specialista sull’opera di Elsa Morante. Nata a Catanzaro 35 anni fa, Angela Bubba è una delle voci più penetranti, incisive e allo stesso tempo oniriche della letteratura italiana e calabresa. Ha un lavoro prolifico. A 20 anni pubblica il suo primo romanzo “La Casa” (Elliot, 2009), finalista al “Premio Strega”, al “Premio Flaiano”, al “Premio John Fante” e al “Premio Berto”, nonché vincitore della terza edizione del concorso “Che cos’è il Premio Arriba Giovani Talenti”. La scrittrice si trasferisce a Roma, dove oltre a svolgere un’intensa attività letteraria, lavora come ricercatrice accademica e giornalista. Passata a Bompiani, ha pubblicato “MaliNati” (2012), “Via degli Angeli” (2016), scritto in collaborazione con Giorgio Ghiotti, e “Preghiera d’accademia” (2017). Nel 2018 è stata autrice, insieme a Matteo e Giovanni Scarò, dell’opera teatrale “La Straniera”, tratto dalle opere di Anna Maria Ortese, per la quale è insignita il “Premio Fersen per la Drammaturgia Contemporanea”. Nel 2019 ha vinto la borsa di studio tedesca per giovani scrittori della Fondazione Heimann, con un progetto su Alberto Moravia ed Elsa Morante e la loro attenzione al problema del nucleare, che ha come esito un libro uscito in tedesco per la casa editrice Wunderhorn nel febbraio 2020, dal titolo “Alberto, Elsa und die Bombe”

Nella sua attività di ricercatrice, Angela Bubba partecipa a convegni scientifici italiani e stranieri, e porta avanti studi focalizzati soprattutto sugli autori italiani del Novecento e sulla letteratura degli immigrati di lingua italiana. Nel 2017 ha scritto la sua prima monografia, “Elsa Morante madre e fanciullo” (Carabba 2016) ha vinto il “Premio Elsa Morante” per la critica, e nel 2019 la Sapienza Università di Roma le ha assegnato il “Premio Minerva per la ricerca scientifica”.
Vincitrice di numerosi premi, tra cui il «Premio Flaiano – Narrativa Under 35» e il «Premio Zocca Giovani – Marco Santagata», anche il suo ultimo romanzo: «Elsa» (Ponte alle Grazie, 2022), un racconto fantasioso che ripercorre vite straordinarie di Elsa Morante. Angela Bubba è pronta a svelarci i significati, l’ispirazione, ogni sfumatura profonda di quest’opera, raccontandoci la sua scrittura, il suo rapporto con il protagonista, ma anche le sue radici e un personale senso letterario, frutto di studi, esperienze, e soprattutto grande talento.

Sul retro di copertina del tuo romanzo “Elsa” c’è una frase in grassetto di Paolo Giordano che dice: “Forse Angela Bubba è una reincarnazione”. In cosa ti senti più vicina, come scrittrice e come donna, alla figura della straordinaria autrice cui hai deciso di rendere omaggio

Sono molti i punti di contatto che mi legano ad Elsa Morante. Da una prospettiva prettamente formale siamo unite da una grande, per non dire disperata, attenzione alla lingua, che si traduce in una concentrazione rivolta ad alcuni aspetti espressivi particolarmente affascinanti come l’eufonia, la musicalità delle parole, il colore verbale; questa stessa attenzione va poi a toccare in senso più generale l’aggettivazione, la costruzione delle frasi, e naturalmente l’aspetto stilistico-retorico.

Mi sento inoltre vicina ad Elsa Morante su un piano che potrei definire contenutistico-interiore, se non del tutto spirituale. In primo luogo, condivido con lei un immaginario che nasce da una radice comune, cioè quella degli studi classici, specie di matrice greco-omerica. Su questa visione s’impianta poi il rapporto con la fede cattolica: sarebbe impossibile comprendere a fondo uno dei più grandi scrittori di tutti i tempi – quale è appunto Morante – se non si tenesse presente questo elemento, che l’autrice visse sempre con molta autenticità, coraggio e indipendenza, e pur con tutte le contraddizioni di cui fu costellata la sua esistenza. Anche in questo caso mi sento molto vicina a lei, in particolare per la sua visione di Cristo come portatore di un potere rivoluzionario, ben diverso da quel potere che “è degradante per chi lo subisce, per chi lo esercita e per chi lo amministra”, come afferma il personaggio di Davide Segre nel romanzo La Storia (il romanzo di Elsa Morante più famoso all’estero), quel potere definito pure come “la lebbra del mondo”. Ecco, Elsa Morante mi ha aiutato su tutto questo e su molto altro, altro su cui non posso ahimé dilungarmi per ovvie ragioni di spazio. Ma vi lascio almeno un’immagine finale: pensate a un forziere da cui non smettono di venir fuori fogli su fogli pieni di parole stupende, dalle quali si può imparare tanto e che possono ancora oggi spingere all’immedesimazione come alla commozione, all’esigenza del bello e quindi del bene, alla passione non negoziabile per la verità. Questo per dirvi che la letteratura di Elsa Morante è una miniera che non smette di sorprendere, una miniera non del tutto esplorata, e che io sono felice di percorrere.

Tu sei non solo una scrittrice, ma un’appassionata lettrice e studiosa dell’opera Morantiana. Dopo averla esplorata da cima a fondo, qual è l’insegnamento più importante che pensi di aver acquisito e applicato, a partire dalla scrittura di Elsa Morante? In altre parole, cosa ha regalato la stessa Elsa alla scrittura con cui l’hai raccontata?

Elsa Morante – lo dico con molta schiettezza – è uno degli scrittori più grandi mai apparsi su questo pianeta. Gli insegnamenti sono numerosissimi, sono anche quelli a cui ho accennato nella risposta precedente. Posso tuttavia indicarne uno che faccia in qualche modo da summa, un’indicazione-apice che raccolga l’intera esperienza di questa straordinaria artista e che illumina anche la mia, di esperienza: ossia dire la verità, sempre, e dirla – nel caso di chi scrive – attraverso il vero poetico. Elsa Morante enuncia più compiutamente questo concetto all’interno del saggio Sul romanzo, contenuto attualmente nella raccolta Pro o contro la bomba atomica e altri scritti: qui l’autrice discute della presunta crisi del romanzo, affermando come un “vero romanzo è sempre realista: anche il più favoloso!”. Il motivo, vi chiederete? Perché chi scrive sollecitato da una vocazione autentica affonda a piene mani nella verità, nel vero poetico, ovverosia nella (sua) realtà, è quindi per sua stessa natura portato ad allontanarsi dalla menzogna artistica. Cioè rende reali/realiste tutte le sue opere, le rende vere per sempre: e proprio questo presupposto, continua Morante, gli permette di inventare, inventare sul serio.

Cosa ti ha spinto a scrivere un romanzo-biografia su Elsa Morante, e qual è stato il tuo percorso di documentazione

Mi ha spinto il grande amore che provo per questa magnifica autrice.

Mi sono documentata su più fronti: leggendo l’opera morantiana come gli studi a lei dedicati; visitando i luoghi in cui visse, soprattutto a Roma; ma anche intervistando suoi amici e parenti ancora in vita, che mi hanno fornito quei particolari che mancavano per definire un ritratto di Elsa Morante il più possibile sincero. M’interessava cogliere Elsa Morante nella sua complessità e completezza, quindi anche nei suoi inciampi, nelle difficoltà, nelle cadute, non solo nelle glorie. La sinergia di diversi fonti documentarie mi ha permesso perciò di raggiungere questo obiettivo.

Quali sono i passaggi del romanzo che hai trovato più impegnativi nel restituire il percorso, a tratti sofferto ma sempre luminoso, del tuo personaggio?

Sicuramente l’esperienza soffertissima dell’aborto, cui Elsa Morante andò incontro quando non era ancora ventenne, e che la segnò in modo micidiale, in tutti i sensi, quindi anche nell’elaborazione letteraria. Poi il rapporto spinoso e sempre sorprendente con sua madre, Irma Poggibonsi.

In base alla tua attività di ricercatrice, in ambito Morantiano e non solo, quanto è forte la correlazione fra la poetica di un autore e le vicissitudini esistenziali che si è trovato ad attraversare nella vita? Pensi che la scrittura, anche al di là della consapevolezza di chi scrive, possa essere una Nemesi

La scrittura non dovrebbe mai, mai, mai essere una nemesi, come del resto ogni altra azione umana. Agire per vendetta vuol dire agire per povertà, e invece a me interessa la ricchezza: quella vera. Agire per vendetta vuol dire agire per mistificazione e viltà, mentre io ho a cuore la realtà e il coraggio. Agire per vendetta, anche e forse anzi soprattutto nella scrittura, vuol dire agire per debolezza, quando io vado in cerca della forza.

La stessa Elsa Morante, in merito a La Storia, scrisse questo: “all’origine questo libro voleva essere scritto contro la Storia, contro la guerra, contro la violenza. Ma scrivendolo mi sono accorta che scrivere contro è ridicolo. Lo scrittore e il poeta non sono giudici ma testimoni”.  È un discorso di grande maturità intellettuale questo, sono dichiarazioni di tremenda lucidità e umanità, che hanno influenzato nel profondo il mio rapporto con la scrittura: anch’io voglio essere una testimone, non una giudice; anch’io non voglio dar vita a una storia per condannare, anzi, voglio azzardarmi a scrivere solo dopo aver perdonato.

Come studiosa, qual è la tua opinione sui cosiddetti Gender Studies? Pensi possano essere applicati all’opera Morantiana, o preferisci un approccio che consideri la scrittura e le sue forme anche al di là delle problematiche di genere

I Gender Studies sono un settore interessante, che se trattato con oculatezza può aiutare varie branche della ricerca. Se però c’è di mezzo Elsa Morante bisogna prestare attenzione. L’autrice, tanto per dirne una, non credeva affatto nella differenziazione tra scrittura maschile e scrittura femminile, e al riguardo citava spesso una battuta del suo amico, il poeta Umberto Saba, che diceva “Proust è la più grande scrittrice donna!”. Ricordo inoltre che Elsa Morante dichiarò sempre la sua avversione per il movimento femminista, pur avendo lei vissuto un’esistenza basata sull’autodeterminazione, sull’indipendenza, sulla libertà personale. In quell’esperienza socio-culturale (insieme ad altre autrici italiane molto note) non riuscì tuttavia ad identificarsi, e questo, io credo, non perché non rivendicasse anche lei certe battaglie sacrosante, ma perché non le piaceva la loro eccessiva politicizzazione, che portava quindi al loro snaturamento, alla perdita di quel coefficiente di purezza che Morante ricercava nelle varie sfaccettature dell’umano, quindi in definitiva di quella verità estrema, irrinunciabile, di cui parlavo prima. Anche tenendo conto di questo si capisce perché Elsa Morante amava tanto definirsi un’anarchica, nel significato migliore del termine, e in un senso davvero molto ampio: lo fu quindi anche da questo punto di vista.

Tu vivi fuori dalla Calabria da quando avevi diciannove anni. Ti senti ancora legata al tuo passato e alle tue radici? Che tracce hanno lasciato nella tua scrittura

Molte tracce, inevitabilmente. L’origine, la radice, chiamiamola anche infanzia territoriale, è ciò che definisce qualsiasi organismo nella sua forma principale, è ciò che dà sostanza alla sua identità. Allo stesso tempo mi sento una persona centrifuga, che non riesce a chiudersi mentalmente in un perimetro (geografico e non): con questo intendo dire che apprezzo il mio inizio, lo custodisco e lo valorizzo, ma lo porto ugualmente con me nel mondo, lo metto in connessione con tanti altri inizi e tante altre radici, anche tramite questa intervista in fondo, che mi rende felicissima e per la quale profondamente vi ringrazio.