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Adriana Riva: Escribir para acortar distancias 

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Por Valeria S. Groisman

Publicó el libro de cuentos Angst (2017), la novela La sal (2019) y el poemario Ahora sabemos esto (2022). Cofundó la editorial infantil Diente de León, para la que escribió libros ilustrados, y es coeditora de la revista literaria El Gran Cuaderno.

Adriana Riva nació en Buenos Aires en 1980. Por vía paterna, sangre italiana; por vía materna, sangre judía. Tiene tres hijas, una sonrisa/franca/amorosa/fresca y coordina un taller de escritura.

En La sal (Odelia), su primera novela, que fue traducida al inglés, narra la historia/viaje de Ema, una mujer embarazada que reflexiona sobre su pasado, su porvenir y esos dos tiempos enraizados en el vínculo que tiene su con su mamá.

Ahora, en su nuevo libro, Ruth (Seix Barral), arriesga la narración en la voz de una madre y abuela (¿inspirada en la mamá de La sal?), una mujer ya jubilada que toma clases de arte por Zoom, va al psiquiatra, divaga tal vez más de lo que querría y busca en la amistad razones para seguir viviendo. 

Ruth acaba de ser incluida en la lista larga del Premio de Novela Medifé y va por su sexta edición.

1.      En La sal narrás la historia de Ema y te concentrás en el vínculo con su mamá, y en tu nueva novela, Ruth, hacés una especie de juego a la inversa: desde la voz de Ruth te concentrás, entre otras cosas, en el vínculo que ella tiene con sus dos hijos. Supongo que la maternidad es un tema en el que te interesa indagar.

Sí, la maternidad es un tema que vuelve sobre mi escritura una y otra vez. Supongo que en parte es por eso que dice Ema en La sal: que a partir de la muerte de su padre empezó a escribir sobre su madre para acortar distancias. Yo empecé a escribir sobre mi madre tras la muerte de mi padre. Me gusta indagar sobre el origen, sobre la idea -como dice el escritor Theodor Kallifatides- de que tener una madre significa llevar adentro un principio. 

2.      Me resultó curioso que en Ruth decidiste no utilizar los nombres de los hijos y nombrarlos, en cambio, con frases como el del perro” y el abogado”. ¿Cómo llegaste a esa idea y por qué?

Ruth no es una novela centrada en la maternidad, sino en la vejez. Quería quitarle peso al vínculo madre-hijos, porque quienes acompañan a Ruth en el día a día son sus amigas, sus contemporáneas. Pensé entonces que no darle nombre propio a los hijos era una manera de quitarles relevancia; lo mismo ocurre con las nietas y con el marido, ninguno de esos personajes tiene nombre propio. Las amigas de Ruth, en cambio, sí lo tienen. 

3.      Ruth fue médica y ahora divide sus horas entre el curso de arte, la visita al psiquiatra y, básicamente, la conversación con sus amigas, sus hijos, sus nietas. La conversación, se podría decir, es el recurso que sostiene la narración, pero también la excusa (o acaso la fórmula) para que el personaje siga viviendo. ¿Lo pensaste así?

No, de hecho Ruth no habla demasiado, sino que piensa mucho. Lo que ocurre es que al ser una novela de personaje narrada en primera persona, el lector accede al monólogo interior de la protagonista y eso abre una suerte de conversación con ella. Pero no es la conversación per se lo que la sostiene, sino el deseo por saber y la curiosidad.

4.      El arte ocupa un lugar importante en la historia. Aparecen múltiples referencias bibliográficas e históricas. ¿Cómo fue el proceso de documentación que realizaste para crear el personaje de Ruth y sus disquisiciones sobre el arte?

Ruth toma clases de arte por zoom, es un pequeño motor que tiene para encarar los días; no es una persona erudita sino diletante. Mi idea fue que yo, como escritora, tuviese que hacer el mismo trabajo de indagación que Ruth, ponerme en su lugar e investigar sobre artistas contemporáneos que me eran desconocidos. No hubo un proceso de documentación muy consciente, sino un encadenamiento de artistas: un nombre me llevó a otro nombre y así sucesivamente.

5.      Otro de los grandes temas es la vejez. O, mejor dicho, la muerte. ¿Se puede pensar la vejez sin pensar en la muerte?

No creo que se pueda pensar la vida sin pensar la muerte; vida y muerte se necesitan mutuamente para cobrar sentido. Pero sí es cierto que en la vejez la muerte es una presencia más cercana, porque la condición humana es finita. 

6.      Hablemos un poco de tu rutina al escribir, si es que tenés alguna. ¿Hay un horario en el que te sientas más cómoda escribiendo o más inspirada?

No tengo una rutina, escribo poco y cuando puedo. A diferencia de la lectura, que siempre me resulta placentera, con la escritura tengo un vínculo más complejo. 

7.     ¿mo te resulta ser mamá y escritora?

Una lucha. Sobre todo en cuanto al tiempo, porque se lo roban mutuamente.

8.      ¿Qué es lo que buscás cuando leés?

Cuando estoy escribiendo busco lecturas afines que me inspiren, pero cuando leo por gusto busco lecturas que me conmuevan o me hagan ver cosas nuevas.

9.      ¿Hay algún tema sobre el que te gustaría escribir y estás reservando para otro momento?

No. Pero algún día me gustaría escribir un libro sobre epígrafes o solo hecho de epígrafes.

10.     ¿Qué estás leyendo en este momento?

El mundo de ayer, de Stefan Zweig, un libro hermosísimo y de una claridad asombrosa con respecto a la primera mitad del siglo XX en Europa.

11.     ¿Qué tres libros clásicos y qué tres libros publicados en los últimos dos años recomendarías?

Tres clásicos: Léxico familiar (Natalia Ginzburg), El corazón es un cazador solitario (Carson McCullers) y Las metamorfosis (Ovidio).

Tres nuevos: La madre de Beckett tenía un burro (Matías Battistón), ¿Por qué son tan lindos los caballos? (Julieta Correa) y Se vive y se traduce (Laura Wittner; este tiene unos años más, pero es una hermosura).

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