Tengo un corazón antiguo
incluso para los
desbordados frutos de la historia.
Decimonónico mi
corazón parece florecer
en el halo que
desprende el
muchacho de la
plaza
y su espalda apolínea.
Promesa y decepción
con esquirlas perfectas.
Un corazón teórico
que derrama
excepciones, ciego
ante la evidencia
del desierto,
sordo a las
trompetas
y al dios que
responde con un
trueno, mudo
para la furia de la naturaleza,
dulcísimo en su religiosa
ferocidad. Tengo un corazón
antiguo descatalogado en los
brotes
más verdes, su fulgor
apenas despunta
y ya es molde
funerario. Estas que
ahora nacen son las
glicinas muertas, no
sus hijas bárbaras.
Tengo un corazón antiguo
indulgente como dos
hombres enamorados a la
sombra
de una nube que
pasa por el
campo.
Un corazón
pospolítico con
miriñaque
y conciencia social.
Tengo un corazón
que late en el murmullo
del agua, agua que es la
voz del padre de mi
padre.
Un corazón primordial
sostenido por los
latidos yámbicos de
mi madre, Tengo un
corazón antiguo
cercado por tres
murallas chinas,
inaprensible
como el vacío
donde canta el
pájaro de la
leyenda,
sólo de buen
augurio si vive en
el mito.
Arritmia
asintomática dijo el
cardiólogo, yo
digo un corazón
anacrónico, preverbal, el
corazón
en la boca.
Tengo un corazón antiguo
guiado por voces
a la manera de los
santos, dilapidado entre
glicinas como el de
aquel poeta asesinado
frente al mar.