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Francesca Veltri: Es importante plantear dudas, suscitar interrogantes

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Giulia De Sensi

Esteban De Gori

Francesca Veltri (1978) es una escritora italiana y calabresa imprescindible para entender la complejidad de emociones e ideas que mueven a hombres y mujeres ante situaciones límites. Profesora de la Universidad de la Calabria y Doctora en Ciencias Políticas. Le interesa observar esa humanidad que se devela ante esas situaciones. Fammi vedere la umanitá, así escribe Veltri en Malapace. Nos muestra con crudeza cómo esa “carne” espiritual se enfrenta, se atormenta y se contorsiona todo el tiempo ante diversas decisiones, principalmente, políticas y éticas. Su libro Malapace (2022) fue propuesto para el premio Strega, una gran distinción de la literatura italiana. Es un libro descarnado, conmovedor y de un realismo que nos retiene.

Como no le gusta escribir sobre el presente porque –indica- no puede lidiar con su propia cerania se mete en 1944 en el fin de la Segunda Guerra Mundial. Se sumerge en los dilemas humanos de Françoise, detenido en un campo de prisioneros establecido por  los aliados. Este preso, que había militado en el Partido Socialista, que apelaba al pacifismo se transforma en partidario del Gobierno pronazi de Vichy. Cómo hombres y mujeres persiguiendo una idea “noble” pueden terminar apoyando regímenes totalitarios. En ese mismo campo de prisioneros llega un amigo, Antoine, un partidario del fascismo, torturador. Y en ese encuentro construye un profundo dilema, dolor y mortificación entre ambos.

Este libro es parte de una larga carrera literaria. En 2015 vence la Giara d’Argento RAI con su novela Edipo a Berlino (2016/2019). Dos años después escribe con  Paolo Ceri Il Movimento nella Rete. Storia e struttura del Movimento 5 stelle.  En 2023, además de ser propuesta para el premio Strega, vence el Premio Muricello. Este año calificó al segundo puesto para el premio  Nabokov y estuvo como finalista en el premio Carver.

Cuando cerramos esta entrevista nos damos cuenta que el hermano de Francesca vive en Quito y que también habíamos entrevistado a la Secretaria de Cultura de esa ciudad, Valeria Coronel. La vida es misteriosa. Francesca y Valeria dialogan, sin conocerse, sobre los mismos temas y dramas.

 

El libro Malapace, propuesto al Premio Strega en 2023, es una novela en la que los conflictos de la historia se entrelazan indisolublemente con los conflictos internos de los personajes, con efectos lacerantes, infligidos por la espada de sus creencias presentes y pasadas. Después de la profunda investigación que hiciste, ¿cuál es, desde tu mirada personal, la sustancia y el límite del pensamiento ideológico? ¿Y cuánto puede afectar la existencia de un ser humano?

Intento responder pensando en el texto La prima radice de Simone Weil, donde la autora escribe que el ser humano necesita pertenecer. De pertenecer a un país, a una nación, a un partido, a una iglesia, a un universo de ideas y creencias. Si el hombre permanece solo, sin un entorno social y cultural que le permita su desarrollo interior, acabará atrofiándose y cayendo en el más desenfrenado individualismo o retraimiento en un yo sin sentido. Sin embargo, esta necesidad de arraigo trae consigo el riesgo opuesto y complementario de ver la conciencia individual ahogada en la identidad colectiva; adherirse a un «nosotros» fisiológicamente opuesto a un «ellos». Aceptar en nombre de la pertenencia cosas que la propia moralidad habría rechazado de otro modo. Esto se resume a menudo en la famosa frase, puesta en boca de varios autores: «bien o mal, mi país” (pero también: mi partido, mi iglesia, etc.). Elegí contar este dilema en mis novelas porque la búsqueda desesperada de un equilibrio entre los dos extremos, por precaria e incierta que sea, es algo que siento profundamente.

Tus personajes –al igual que tu estilo de escritura– son vívidos hasta el punto de tener sabor a realidad, a pesar de vivir en una guerra que comenzó y terminó en un siglo diferente al nuestro. ¿Creés que las dinámicas humanas que se observan en situaciones de violencia, conflicto y tortura siguen siendo idénticas? Para recrearlos, ¿te inspiras en las noticias de actualidad y en la observación empírica, o te apoyas principalmente en investigaciones historiográficas?

Escribí Malapace en 2019 y, como dije durante una presentación reciente, si no lo hubiera escrito entonces, tal vez no hubiera podido hacerlo hoy. Porque el presente ha vuelto a poner en primer plano los temas que lo atraviesan, los ha vuelto ardientes, incandescentes. Y, por mi forma de ser, cuando estoy demasiado inmersa en el presente, me resulta imposible tener el desapego necesario para escribir sobre él, para que los protagonistas hablen de él como si fueran entidades distintas a mí. Pero, al mismo tiempo, me doy cuenta de que releer hoy esas páginas me ayuda a comprender mejor lo que está sucediendo actualmente en el mundo. Porque los conflictos, la violencia, la tortura pueden cambiar de contexto, pero la humanidad sigue siendo la misma, desde la época en que Homero cantó sobre la guerra de Troya enL’Iliade. Cito una vez más a Simone Weil y su L’Iliade o il poema della forza, en la que la autora recurre a versos homéricos para comprender las atrocidades del conflicto mundial que vive: los individuos y las comunidades encarnan una pulsión destructiva que es un elemento integral de la naturaleza humana. Cómo afrontarlo, cómo intentar oponernos a él, es algo que nos preocupa hoy y que también preocupará, creo, a todas las generaciones venideras.


Tu Malapace es una oportunidad para múltiples ideas, casi un pinchazo para la conciencia del lector, que se encuentra ante eternas preguntas que tocan temas como la justicia, la humanidad, el peso real de las ideas. ¿Es esta, en tu opinión, la función que debe tener la literatura en la situación política y social que atraviesa Europa? ¿Existe quizás también la intención de impedir que la historia se repita?

Elsa Morante escribió a principios de los años setenta La storia. Uno scandalo che dura da 10.000 anni La storia. Me vuelvo a conectar con estas palabras. Todavía dura hoy y durará mientras existan los humanos en el mundo. Para ser honesta, no puedo decir si podría ser una función política y social de la literatura; personalmente, solo creo que es importante plantear dudas, suscitar interrogantes, debilitar seguridades: luego corresponde a cada uno de nosotros enfrentarnos a nosotros mismos para elegir qué respuestas nos convienen más. A riesgo de cometer errores también. La certeza de tener razón es, para mí, quizás el mayor peligro que puede correr un ser humano, pero a cualquiera de nosotros nos resulta muy difícil prescindir de ella. Incluso y sobre todo para aquellos que no se dan cuenta, como -al menos al principio- los dos protagonistas de mis dos novelas.

¿Durante tu formación también entraste en contacto con la literatura argentina o latinoamericana? ¿Crees que existe una fuerte relación o diálogo entre la literatura italiana y latinoamericana?

Cuando era adolescente disfrutaba leyendo obras de autores latinoamericanos muy conocidos en Italia, como los poemas de Jorge Luis Borges o los libros de Gabriel García Márquez, Jorge Amado e Isabel Allende. Hace un tiempo hablé de Umberto Eco con unos estudiantes de la Universidad Nacional de Rosario, en intercambio cultural en la universidad donde doy clases, a quienes les encantó Il nome della rosa (lo conocían mejor que algunos pares italianos). Les dije que si pensaba en literatura argentina me venían a la mente poemas, más que novelas. En particular, fue un maravilloso descubrimiento entrar en contacto con los Fragmentos Fantásticos de Miguel Ángel Bustos. Sobre la relación entre la literatura italiana y latinoamericana, imagino que la amplia difusión en Italia de las obras de Márquez, Amado y Allende ha dejado una huella en nuestra literatura actual, pero no soy lo suficientemente competente para esbozarla con mayor precisión.

¿Crees que existe realmente una literatura de Calabria o del sur de Italia? ¿Hay características que nos pueden llevar a hablar de una literatura vinculada a un territorio?

Ciertamente existe una literatura que encuentra raíces, inspiración y contenido en Calabria, y que a lo largo de los años ha dado vida a obras preciosas. A pesar de haber vivido en Calabria durante toda mi infancia y adolescencia y la mayor parte de mi vida adulta, no he ambientado mis novelas en este ámbito, por una cuestión similar a la temporal que mencioné antes: exactamente como me resultaría difícil hablar de temas en en los que me involucran personalmente, siento la dificultad de hablar de cosas que me son demasiado cercanas -como si no pudiera centrarme en ellas adecuadamente- y admiro a quienes logran hacerlo.

Hay muchos calabreses en el mundo. El mayor número de emigrantes calabreses se encuentra en Argentina. ¿Podemos pensar en una literatura que hable a estos emigrantes y a sus hijos?

Esta pregunta me recordó un libro que tuve la suerte de leer y presentar hace unos meses en una librería de Cosenza: Addio al mare dell’esilio, de Lucía Donadío. La autora, hija de un calabrés que emigró a Colombia, recorre en páginas conmovedoras el vínculo entre las dos patrias de su familia, narrando la relación compleja e incluso dolorosa entre la tierra de origen y la tierra de llegada, entre la esperanza y la nostalgia, que también afecta a las generaciones posteriores. Este es un tema al que me siento muy cercano, porque mi hermano vive desde hace años en Quito, Ecuador, donde él y su esposa enseñan en la universidad y donde nació y creció mi sobrina que ahora tiene ocho años.


 

Francesca Veltri:
Sia importante sollevare dubbi, suscitare domande, indebolire sicurezze

Francesca Veltri (1978) è una scrittrice italiana e calabrese fondamentale per comprendere la complessità delle emozioni e delle idee che muovono uomini e donne in situazioni estreme.  Professoressa associata presso l’Università della Calabria e Dottore in Scienze Politiche. Gli interessa osservare quell’umanità che si rivela in queste situazioni. Fammi vedere la umanitá, scrive la Veltri. Ci mostra crudamente come quella “carne” spirituale si confronta, si tormenta e si contorce continuamente di fronte a varie decisioni, principalmente politiche ed etiche. Il suo libro Malapace (2022) è stata candidato al Premio Strega, grande riconoscimento della letteratura italiana. È un libro crudo e commovente con un realismo che ci trattiene

Non amando scrivere del presente perché – indica – non riesce a occuparsi della propria cerania, nel 1944 si ritrova coinvolto nella fine della Seconda Guerra Mondiale. Approfondisce i dilemmi umani di Françoise, detenuta in un campo di prigionia istituito dagli Alleati. Questo prigioniero, che era stato membro del Partito socialista, che si appellava al pacificismo, divenne un sostenitore del governo filonazista di Vichy. Come uomini e donne che perseguono un’idea “nobile” possono finire per sostenere regimi totalitari. In quello stesso campo di prigionia arriva un amico Antoine, sostenitore del fascismo, torturatore. E in quell’incontro costruisce tra loro un profondo dilemma, dolore e mortificazione

Questo libro fa parte di una lunga carriera letteraria. Nel 2015 ha vinto la Giara d’Argento RAI con il romanzo Edipo a Berlino (2016/2019). Due anni dopo scrive con Paolo Ceri Il Movimento nella Rete. Storia e struttura del Movimento 5 stelle. Nel 2023, oltre ad essere candidato al Premio Strega, vince il Premio Muricello. Quest’anno si è qualificato secondo per il Premio Nabokov ed è stato finalista per il Premio Carver.

Quando finiamo questa intervista ci rendiamo conto che il fratello di Francesca vive a Quito e che avevamo intervistato anche la Segretaria della Cultura di quella città, Valeria Coronel. La vita è misteriosa. Francesca e Valeria parlano, senza conoscersi, degli stessi argomenti e drammi

“Malapace”, proposto al Premio Strega nel 2023, è un romanzo in cui i conflitti della Storia si intrecciano inestricabilmente ai conflitti interiori dei personaggi, con effetti laceranti, inflitti dalla lama delle loro convinzioni presenti e passate. Dopo la profonda ricerca che ti ha portato a dare vita a queste due opere, qual è, nella tua personale visione, la sostanza e il limite del pensiero ideologico? E quanto può incidere nell’esistenza di un essere umano

Provo a rispondere pensando al testo La prima radice di Simone Weil, dove l’autrice scrive che l’essere umano ha bisogno di appartenenza. Di appartenere a un paese, a una nazione, un partito, una chiesa, un universo di idee e di credenze. Se l’uomo resta solo, privo di un ambiente sociale e culturale che ne permetta lo sviluppo interiore, finirà per atrofizzarsi e cadere nel più sfrenato individualismo o nel ripiegamento in un sé privo di senso. Tuttavia, questa necessità di radici porta con sé il rischio opposto e complementare di veder annegare la propria coscienza individuale nell’identità collettiva; di aderire a un ‘noi’ opposto fisiologicamente a un ‘loro’. Di accettare in nome dell’appartenenza cose che la propria morale avrebbe altrimenti rifiutato. Ciò che spesso si sintetizza attraverso la celebre frase, messa in bocca a più autori: ‘right or wrong, my country (ma anche: my party, my church, ecc). Ho scelto di raccontare questo dilemma nei miei romanzi, perché la disperata ricerca di un equilibrio tra i due estremi, per quanto precario e incerto, è qualcosa che sento profondamente.

I tuoi personaggi – come il tuo stile di scrittura – sono vividi al punto da avere il sapore della realtà, nonostante vivano una guerra nata e conclusa in un secolo diverso dal nostro. Pensi che le dinamiche umane che si osservano in situazioni di violenza, conflitto, tortura siano rimaste identiche? Per ricrearle trai ispirazione dalla cronaca del presente e dall’osservazione empirica, o ti affidi principalmente alla ricerca storiografica

Ho scritto Malapace nel 2019, e – come dissi in occasione di una recente presentazione – se non l’avessi scritto allora, oggi forse non sarei riuscita a farlo. Perché il presente ha riportato all’improvviso alla ribalta i temi che lo attraversano, li ha resi una volta ancora scottanti, incandescenti. E, per come sono fatta, quando sono troppo immersa nel presente, mi è impossibile avere il distacco necessario a scriverne, a far parlarne i protagonisti come se fossero entità diverse da me. Però, allo stesso tempo, mi rendo conto che rileggere oggi quelle pagine mi aiuta a comprendere meglio ciò che sta accadendo attualmente nel mondo. Perché i conflitti, la violenza, le torture possono cambiare contesto, ma l’umanità resta la stessa, dall’epoca in cui Omero ha cantato nell’Iliade la guerra di Troia. Una volta ancora cito Simone Weil e il suo L’Iliade o il poema della forza, in cui l’autrice si richiama ai versi omerici per capire le atrocità del conflitto mondiale che sta vivendo: individui e collettività incarnano una spinta distruttiva che è un elemento integrante della natura umana. Come affrontarla, come tentare di contrapporsi ad essa, è qualcosa che ci riguarda oggi e che riguarderà anche, credo, tutte le generazioni che seguiranno.

Il tuo “Malapace” è occasione di spunti molteplici, quasi un pungolo per la coscienza del lettore, che si ritrova di fronte interrogativi eterni che toccano temi come la giustizia, l’umanità, il peso reale delle idee. Ѐ questa, per te, la funzione che la Letteratura dovrebbe avere nella situazione politica e sociale che l’Europa sta attraversando? C’è forse anche l’intento di prevenire il ripresentarsi della Storia

Elsa Morante ha scritto all’inizio degli anni Settanta La storia. Uno scandalo che dura da 10.000 anni. Mi ricollego a queste parole. Dura ancora oggi e durerà finché gli esseri umani saranno al mondo. In sincerità, non so dire se e quale possa essere un’attuale funzione politica e sociale della letteratura; personalmente, credo solo che sia importante sollevare dubbi, suscitare domande, indebolire sicurezze: poi tocca a ciascuno di noi fare i conti con se stesso per scegliere quale risposte gli si addicano di più. Rischiando di sbagliare, anche. La certezza di essere nel giusto è, per me, forse il pericolo più grande in cui l’essere umano può incorrere, eppure è così difficile farne a meno, per chiunque di noi. Anche e soprattutto per chi non se ne rende conto, come – almeno all’inizio – entrambi i protagonisti dei miei due romanzi.

Nella tua formazione ti sei trovata a contatto anche con la letteratura argentina o latinoamericana? Pensi che ci sia un rapporto forte o un dialogo tra letteratura italiana e latinoamericana?

Da adolescente ho letto con piacere opere di autori latinoamericani molto noti in Italia, come le poesie di Jorge Luis Borges, o i libri di Gabriel Garcia Marquez, Jorge Amado e Isabel Allende.  Qualche tempo fa mi è capitato di parlare di Umberto Eco con delle studentesse dell’Università di Rosario, in scambio culturale presso l’ateneo dove insegno, che avevano amato Il nome della rosa (lo conoscevano meglio di alcune loro coetanee italiane). Ho detto loro che, se pensavo alla letteratura argentina, mi venivano in mente delle poesie, più che dei romanzi. In particolare è stata una bellissima scoperta venire in contatto con i Frammenti fantastici di Miguel Angel Bustos. Sul rapporto tra la letteratura italiana e quella latino-americana, immagino che la grande diffusione in Italia delle opere di Marquez, di Amado e della Allende abbia lasciato un segno sulla nostra letteratura attuale, ma non sono abbastanza competente per delinearlo più precisamente.

Credi esista propriamente una letteratura della Calabria, o del Sud italiano? Esistono caratteristiche che possano spingere a parlare di una letteratura legata a un territorio?

Sicuramente esiste una letteratura che in Calabria trova radici, ispirazione e contenuti, e che negli anni ha dato vita a opere preziose. Io, pur avendo vissuto in Calabria tutta la mia infanzia e adolescenza e gran parte della mia vita adulta, non ho ambientato in questo territorio i miei romanzi, per una questione simile a quella temporale cui accennavo prima: esattamente come avrei difficoltà a parlare di argomenti nel periodo in cui essi mi coinvolgono in prima persona, sento la difficoltà di parlare di cose che mi sono troppo vicine – come se non riuscissi a metterle a fuoco in modo adeguato – e ammiro chi invece ci riesce.

Ci sono tantissimi calabresi nel mondo. In Argentina si trovano il numero maggiore di calabresi emigrati. Si può pensare ad una letteratura che parli con questi emigrati e con i loro figli?

Questa domanda mi ha ricordato un libro che ho avuto la fortuna di leggere e di presentare qualche mese fa in una libreria di Cosenza: Addio al mare dell’esilio, di Lucia Donadio. L’autrice, figlia di un calabrese immigrato in Colombia, ripercorre in pagine struggenti il legame tra le due patrie della sua famiglia, narrando il rapporto complesso e anche doloroso tra la terra di origine e quella di arrivo, tra speranza e nostalgia, che si ripercuote anche sulle generazioni successive. Si tratta di un tema che sento molto vicino, perché mio fratello ormai da anni vive a Quito, in Ecuador, dove lui e sua moglie insegnano all’Università e dove è nata e cresciuta mia nipote che ora ha otto anni.  

 

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