La boca se abre y se ensancha hasta abarcar toda la cara y una ráfaga de aire irrumpe llevando oxígeno hasta el último rincón de los pulmones que, luego, se encargan de inyectarlo en la corriente sanguínea. Para la inhalación, al comienzo, y la espiración, a su término, no es necesario mantener libres las fosas nasales. Sí es esencial, sin embargo, la inhalación de aire por la boca y abrir completamente la mandíbula hasta dejar expuesta la glotis, caries y viejos plomos olvidados en muelas vetustas. Cualquiera puede hacerlo, no hay mejores ni peores, todos son campeones en este arte. Desde el presidente de la compañía petrolera hasta el marinero que limpia los baños, desde la primera dama en pleno protocolo hasta el arzobispo al momento de dar la extremaunción, la profesora de yoga, las azafatas de avión e incluso el piloto en pleno vuelo: todos bostezan. Usted quisiera creer que no, pero así es. Lo hacemos para ejercitar los músculos de la cara, es nuestra gimnasia facial del día, la única a la que no faltamos llueva o truene. Durante el bostezo lagrimeamos, salivamos, abrimos las trompas de Eustaquio y afinamos el oído. Bostezamos porque tenemos sueño y a la vez, bostezar nos da más sueño, lo que nos encierra en un loop del que es arduo liberarse.