Después, la escapada se transformó en ideas: un documental que no prosperó y una novela que sí. Páginas acerca de -entre otras cosas- la invención de una cierta pasta redonda y rellena (siempre exclusivamente de jamón y queso), una prima con muy pocas luces, un enigmático ruso que quiso adoptar a un pobre huérfano enfermizo, una veterana cocinera apodada ‘Facha Farina’. Anécdotas de carpis’, ‘chinasos’, catroshos’ y ‘catroshas’ -la acepción cambia según el género-, ah, y sí, de ‘el Chiche Vespolini’, creador de ese especial dialecto proveniente del napolitano, un hombre adorador del cine, los bombones de fruta y la buena vida en general: detractor de los franceses y de quienes comen cornalitos en el puerto. Un tipo pícaro, con tiradores y una personalidad desbordante, que capitaneó ‘la primera sorrentinería del país’ por décadas y para quien cualquier gesto de mal gusto era, básicamente, un pecado mortal.