En el famoso balcón, primero no hay nadie y después una turista que pagó 6 euros para poder subir. La turista, con alma de actriz, con short y remera ajustada, quizás se imagina que es la Julieta, del siglo XXI. Sabe que está siendo inmortalizada por cientos de cámaras y celulares. Desde arriba, nos tira besos a todos, incluyendo a Julieta. Porque Julieta, con vestido de época, está ahí, en el patio, en forma de escultura de bronce a la que todos: mujeres, hombres, niños le tocan las tetas en busca de la buena suerte, de un buen amor o de poder regresar a Verona. Tanto se la han tocado que están más claras que el resto de su cuerpo.