Ah, los artistas puros… Dichosos de ellos con su racismo. No me interesan. Además, no los conozco. Dudo siquiera de que haya uno. Me gustan los artistas sucios e inconsecuentes. Los que no piensan en términos de obra, es decir los descontrolados. Esas cosas que hago, esas mezclas, se dan por deseo y necesidad. Pero nada se compara con escribir ficción a ciegas, sin saber qué estás haciendo, ni dónde estás ni quién sos. De todas las sensaciones adictivas que puede darte la literatura, a la que yo no podría renunciar es a la sensación de ignorancia cuando escribo una novela. No saber qué va a ser de mí ahí adentro, ni cómo voy a hacer para salir, es una situación ideal para mi idea de composición.