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Remy de Haenen: The “St. Barth An Tan Lontan” Paintings

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Por Andrea Jáuregui

Remy de Haenen es un poeta que pinta. Las doce obras que componen esta exposición fueron producidas en Buenos Aires en plena pandemia de Covid-19 como válvula de escape al aislamiento. Las obras, y sus nombres en Patois, evocan una época y un lugar que ya no existen, sus años de infancia en St. Barth a fines de los 50’, un mundo encantado, una vida sencilla en comunión con la naturaleza.

Revista Be Cult. Be Cult. Remy de Haenen

Remy restaura la pureza de su mirada de niño en el camino desde la Bahía de St. Jean hasta la costa de Saline, al otro lado de la isla, adonde su padre lo enviaba a buscar provisiones para atender a los huéspedes famosos alojados en Eden Rock Guest House, hostería y hogar familiar. En esos casi seis kilómetros de subidas y bajadas, cargado con cestas y con los pies doloridos, las amplias copas de los árboles fueron un refugio de sombra contra el sol ardiente del verano. Flamboyant, Royal Poinciana, árbol de flores de fuego: sentado bajo el dosel colorido, rodeado de una belleza que entonces daba por sentada, Remy niño dejaba vagar su alma por el cielo sin horizontes, huía hacia la altura, anhelaba volar en el avión de su padre.

Es en ese rincón de su cosmos personal, en el resplandor de ese recuerdo, donde hoy teje lo real y lo irreal, lo vivido y lo imaginado, y lo vuelve arte para recuperar la libertad.

La ensoñación poética distorsiona las formas y los colores y aleja a las imágenes del detalle naturalista o pintoresco. La vibrante paleta caribeña está atenuada. Los cielos infinitos son planos de azules claros, rosados y lilas. Las flores -rojas, naranjas, amarillas- despliegan su textura espesa sobre una grilla casi geométrica de ramas oscuras, sin rastros de follaje. Cielo, mar, ramas y flores se superponen generando un ritmo de llenos y vacíos por los que se cuela la luz. La representación, mediada por la fantasía y la nostalgia, se vuelve casi abstracta, elegante como un pañuelo de seda de Hermès.

145x150 Moin ka arrivé an tet’la
175x140 Sentié ta la ka fait moin swé
185x145 Manman soleil la ka peté
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Las obras de Remy de Haenen son una ventana al pasado y, a la vez, a una eternidad de bienestar donde el niño que fue sigue viviendo y no se civiliza.

Islas

Por Claribel Terré Morell

Revista Be Cult. Be Cult. Remy de Haenen

Donde ahora crece un flamboyán antes viví yo. Recuerdo haberme sentado frente al mar bajo su sombra, la incomodidad de la arena que se prendía a la piel, los pequeños cangrejitos subiéndose a mi mano en una carrera que ninguno ganaba, el sol picando fuerte y el horizonte como una larga mancha.

Recuerdo haber visto las flores de muchos colores. Recuerdo el cielo limpio y el cielo en un día de tormenta.

Recuerdo entre tantos árboles, flores y gajos una casa que era la mía y no la de Remy de Hansem.

A los que nacimos en una isla nos unen muchas cosas. Olores, sabores… el haber aprendido a nadar en mar abierto, la transparencia del agua, las olas…. No hay palabras en la obra de Remy. Hay percepciones, hay recuerdos, hay historias que cada cual las hace suya. Sentarse bajo la sombra del flamboyán vuelve a ser un hecho.

Remy, quien nació en la isla de Martinica y vive en Argentina, actualmente expone hasta el 15 de abril en el museo Wall House de Saint Barth, allí donde su conocido padre fue el primer alcalde e hizo historia con el mítico hotel Edén Rock, lugar de su infancia y de su inspiración.

De viaje por el Caribe, el ingeniero y piloto piensa en su tercera exposición, la primera fue Panik Attack. En la próxima recordará vivencias y personajes de las islas años atrás y también buscará reflejar los cultivos extensivos, esos que hacen a una isla diferente. 

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