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Luz Vítolo: Reconstruir lo que pasó es un acto de ficción en sí mismo

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Por Valeria S. Groisman

Primero fue el dolor, después llegó el verano. Pero no un verano floripondio, con caipirinhas y la calma a la sombra de un árbol bien nutrido. Un verano que se sale del molde. Con esa frase podría resumirse el trayecto que recorre la escritora argentina Luz Vítolo desde “La lógica del daño”, su primer libro de relatos, hasta “Fruta de verano”, su nueva obra, recientemente publicada por Tusquets y finalista en el Premio Literario Fundación El Libro. Si en el primer volumen los cuentos orbitan alrededor de alguna de las muchas formas que adopta el sufrimiento, en el segundo, en cambio, se trata de explorar lo que esconde el verbo descubrir y su potencialidad. El descubrimiento de lo que está ahí pero no se llega a ver o de lo que está por llegar o de lo que puede surgir. Y es ahí, en ese resquicio entre lo que hay y lo que viene, que Vítolo teje de manera sutil pero efectiva una intriga que va punzando hasta detonar.


¿A qué edad empezaste a leer?

Antes de los libros, vinieron las historias. Crecí en una casa donde los únicos libros que había eran académicos. No había libros infantiles ni grandes novelas. Lo que sí había era una cultura de sobremesas largas y anécdotas hilarantes. Ahí aprendí que la verdad está sobrevaluada, que vale todo a la hora de capturar la atención del otro y a exprimir el turno de habla. También, que con las palabras se pueden hacer muchas cosas.

¿Te acordás cuál fue el primer cuento que escribiste?

El primer cuento que escribí contaba la vida de un chico extranjero que trabajaba en un call center, adoptaba la identidad genérica que usaban todos y entablaba una relación virtual con un cliente. Pero la historia cortaba después del encuentro: una charla breve en la que se revelaba quién era la verdadera víctima del engaño. Hoy exploraría la relación entre ellos más allá de ese primer momento para volver a dar vuelta los valores. Seguramente quede en la carpeta de cuentos que nunca verán la luz.

En La lógica del dañoexplorás las distintas formas en que se manifiesta el dolor. ¿Fue algo premeditado escribir alrededor del sufrimiento o, al escribir, el tema irrumpía con naturalidad?

 

Fue solo al final del proceso que me di cuenta de que todos los cuentos giraban alrededor de lo mismo. De hecho, me pregunté si no era el mismo cuento contado siete veces distintas. Las preguntas acerca del dolor, principalmente cuál es su razón de ser, me preocupan desde siempre. Irrumpe cada vez que me siento a escribir, incluso antes. Las preguntas existenciales, para mí, parten siempre de esa pregunta: ¿por qué duele? Al placer no se lo cuestiona, se lo disfruta.  El sufrimiento es un tópico que también exploré en “Fruta de verano” pero desde otro ángulo: el cuerpo como tablero de juego de eso que duele y hace sufrir. El cuerpo como vehículo del sentimiento.

En Fruta de veranono estoy segura de que haya un tema único como hilo conductor, pero sí creo que lo que se repite es un clima de intriga. El suspenso aplicado a un conjunto de textos variopinto.

Coincido en que los temas que mantienen a “Fruta” unido no son tan cohesivos y cerrados como sucede en la colección anterior. No obstante, me gusta pensar mis libros de cuentos como discos: quiero que cuenten algo en particular, o al menos que den cuenta de una exploración, de un momento en el tiempo. Y si bien en “Fruta de verano” busqué jugar un poco más con algunos elementos, la trama global se hila como el tejido conectivo del cuerpo, una suerte de sistema nervioso que no se ve a simple vista pero que no solo está, sino que lo maneja todo.

Entre relatos que apelan a cierto realismo se cuela Sol que es estrella, un cuento que roza la ciencia ficción, quizás la distopía. ¿De dónde surge la idea de esa historia?

La imagen a partir de que la empecé a armar el cuento llegó en un sueño tan vívido que aún hoy tengo que hacer un esfuerzo para separarlo de mis recuerdos. En el sueño me encontraba caminando por el campo de día, pero con una luz neblinosa que me hacía dudar de la hora. El aire, que atrapaba los rayos del sol, estaba compuesto por una textura extraña. Abrí la boca para descubrir que ese aire estaba repleto de pelos finitos de animal, casi como polvo. Si bien sucedió antes de la pandemia, encuentro en esa niebla una anticipación: el aire viciado, la sensación de fin. Y para una colección que fue reescrita en pleno aislamiento, funcionaba como cierre.

¿Qué tipo de literatura elegís como lectora y cuál no te interesa para nada?

Como lectora, me gusta ser sorprendida. Para eso, hay que animarse a los libros impredecibles, a aquellos en los que nunca te hubieras detenido en una librería. En ese sentido, me parece fundamental la figura del librero.

El año pasado me encontró buceando en ciencia ficción. Los libros que me gustan suelen caer en dos categorías: los que cuentan buenas historias o los que tuercen el lenguaje. Y el placer de encontrar alguno que haga ambas. Como regla general, diría que los libros que no me interesan para nada son aquellos que podés explicar en pocas palabras.

¿Un libro que te resulte disruptivo en su género y otro que sientas la necesidad de releer cada tanto?

Casi no tengo la costumbre de releer más que cuentos puntuales o pasajes importantes. Un libro disruptivo, La vida breve, de Onetti.

La escritura, ¿es don o constancia?

La escritura es aquello que preferiría no hacer. Me encantaría no sentir la necesidad de bajar al papel, ser solo lectora. Me parece difícil y desafiante. Así que don definitivamente no. Si logro cerrar una colección de cuentos es porque logro ser disciplinada de vez en cuando.
¿Qué consejo le darías a alguien que quiere empezar a escribir ficción?

En los talleres y las clínicas que guío veo dos grandes temas. Están aquellos que no saben qué escribir. Quieren inventar una trama pero se pierden en la tarea. A ellos les diría que empiecen por la verdad. Reconstruir lo que pasó es un acto de ficción en sí mismo. Los otros son los que huyen de esas historias únicas que solo ellos pueden contar en favor de relatos genéricos sin corazón. A ellos les digo: empiecen cerca de casa.

¿Estás trabajando en algo nuevo?

Estoy trabajando, pongámoslo así. Ahora mismo me encuentro persiguiendo una historia para ver si me lleva a algún lugar o si resulta un callejón sin salida. El tiempo dirá si es lo nuevo o un paso intermedio.

Qué está leyendo Luz Vítolo

Esta semana arranqué “Segunda casa” de Rachel Cusk y “Pequeñas bestias”, de Brandon Taylor.