“Somos los que siempre estamos atentos a la jugada” L-Gante, DT Bilardo y Eric Santana. Alta Data (2021)
¡ATR perro cumbia cajeteala piola gato!» Pablo Lescano. Me vas a extrañar (2018)
¿Sombras? ¿Qué Sombras? Yo escucho a Silvio Rodríguez. A esos los escucha Menem
Pasillo de la Facultad de Ciencias Sociales UBA (circa 1995)
La pandemia no puso entre paréntesis la música, ni el trap, ni la cumbia trap, ni las movidas artísticas. Parte de las narraciones sobre el mundo popular argentino en pandemia es recreado por L-Gante y Pablo Lescano en su tema C PIKO LA CLANDESTINA. Bucearon en territorio juvenil para indagar qué pasaba en momentos de coronavirus y la complejidad de congregar personas a una fiesta en momentos de normativas restrictivas. Es un diálogo que establecen con la clase política y sus (complejas) decisiones. En este caso es posible que a esta también C LE PIKE LA CLANDE.
La cumbia tiene una memoria interesante. Hace algunas semanas la vicepresidenta de la Argentina subió al cumbiero L-Gante al ring político. En uno de sus discursos de campaña electoral vinculó el impulso de su carrera musical con una de sus políticas públicas que ella había desarrollado durante su anterior gestión (2010). El intento no le salió bien.
Lxs jóvenes que hacen trap, cumbia, rap, hip hop y que provienen del universo popular conocen de escenarios y de “caravanas” sociales complejas para llegar a mostrar su arte.
Nada es tan fácil, pero algo de la época los ayudó. Aprovecharon la tecnología de un celular y las redes a su favor para instalar una cámara en el centro neurálgico de su barrio. Se deshicieron inicialmente de representantes. Sobre una base musical atractiva compusieron palabras y una estética que le dieron notoriedad. Pusieron el celular, una computadora y el oído en sus propios barrios. Y “contaron” lo que allí sucedía. Se “comieron y procesaron” en cada uno de los países la música urbana nacida, en la década del 90, en Atlanta (Estados Unidos). Una realidad estética surgida de los escombros que dejaba el crack en ese país.
Estamos ante un nuevo fenómeno. Esxs babys Atlanta que ocuparon la escena musical global y una narratividad muy potente entre lxs sub25. En varios países se pusieron al hombro el trap. Un término que se refiere a las historias de zonas calientes atravesadas por el narcotráfico, el consumo de drogas, la circulación fuerte de dinero y la cultura de aquellxs que ambicionan tomar una parte del pastel que produce la globalización (autos, ropa de marca, etc).
HipHoperos y raperos empezaron a “alumbrar” un territorio social del que desterraron cualquier mirada punitivista, moralista o criminológica. Comenzaron a circular en redes videos donde se exhibían nuevos gestos, fiestas, armas, drogas y ferocidad (masculina).
Una cultura musical que está vinculada a las transformaciones en las expectativas, deseos y realidades de lxs jóvenes. Se estableció una referencia en el conjunto de voces y audibilidades de una generación que nació a partir del 2000.
El universo popular se encuentra atravesado y construido por diversas narraciones estatales, científicas, religiosas, mediáticas y por aquellas que elaboran, con materiales de las anteriores narraciones, los mismos sectores populares. Allí hay un sentido que nadie debería despreciar ni alejarse mucho. Un flujo estético y sensible que no siempre encuentra audiencia. En esa lengua juvenil las palabras y los gestos asumen nuevas cadencias y significados. Es como si ese mundo propusiera un argot literario musical que nos llama a acercarnos y a escucharlo.
En Argentina parte de esa movida dialoga con la cumbia. No toda. En los años 2000 Pablo Lescano había tomado otro sendero con su cumbia villera. No solo se había independizado de voraces productores sino que le devolvía a la cumbia una narrativa realista, festiva y descarnada de lo social. Damas Gratis, la creación de Lescano, poseía como marca inaugural la crisis del 2001, la desolación social y las diversas estrategias de supervivencia de jóvenxs que soñaban con vivir bien e ir a las bailantas.
Pablo Lescano
Pablo Lezcano
En nuestro país reventó el trap en los últimos años. Nuestrxs babys Atlanta nacieron en esos años de crisis y cambios de gobiernos y transitaron por un descalabro económico que va desde el 2001 hasta hoy. La escena musical argentina es heterogénea, inclusive de mayorías masculinas globales (o ese aparece en los medios), aquí se alzan voces femeninas muy potentes y virtuosas que compiten fuerte con el team masculino como Cazzu https://www.youtube.com/watch?v=Uz04ONDV4j0 Dakillah https://youtu.be/x_5RyDd2n5s Nicki Nicole https://youtu.be/kh1sF-sbkbw
L-Gante
L-Gante
El caso de L-Gante es interesante (Alta Data https://youtu.be/-P4cwS7OxeI ). No es el único, claro. Pero posee una conexión con la cumbia y con Pablo Lescano. Esta es más que una asociación musical. Comparten sensibilidades, un pulso barrial y una lengua común (Perrito Malvado https://youtu.be/JasYNAEgehM, C piko la clandestina https://youtu.be/jZvIHEM6cuA ).
La crisis del 2001 y la de los últimos años, donde debemos considerar los estragos de la pandemia, posibilitó una mirada juvenil barrial que nos introduce en sus miradas sobre las instituciones estatales, el desmantelamiento de expectativas sociales en los barrios, sus formas de festejar y padecer, sus deseos de consumo y el lugar en el que se encuentran en el mapa social argentino.
L-Gante y Pablo Lescano también tienen otra cosa en común: entraron en el radar del peronismo. L-Gante a partir de un discurso de Cristina Fernandez de Kirchner donde se hacía referencia a cómo la notebook entregada por el plan conectar igualdad (2010) había posibilitado, entre otras cosas, su despegue musical. Pero algo falló. L-Gante dijo que no había recibido tal notebook y que no se acordaba si la había cambiado por un celular o si vendió el celular para comprarla. Y Pablo Lescano también entró en polémica con el peronismo, cuando el Jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, Alberto Fernández (hoy presidente) había vinculado a la cumbia villera con el aumento de la inseguridad. El cantante contestó que cantaba lo que sucedía en los barrios. Que esas canciones no empujaban a nadie al delito sino que era una narración del drama urbano y que, de alguna manera, la política estaba codificando a ese mundo cultural desde otro cuadrante.
La narración estatal de una crisis no es la misma que elaboran lxs jóvenes ni su música.
Existen registros y entradas al problema distintas. Paradójicamente, los sectores no progresistas mantuvieron una relación pragmática y diferente con la cumbia. Zulemita Menem invitó a la Quinta de Olivos al Grupo Sombras. Años después el menemismo contrató a Los Palmeras para un spot de campaña. El menemismo le tiró por la cabeza a las élites culturales la cumbia. El macrismo la “agarró” y bailó con Gilda mientras profundizaba la crisis de los sectores populares. Desde los 90, toda fiesta VIP tendría una cumbia en su repertorio.
El progresismo y las izquierdas argentinas (principalmente las universitarias) tenían una distancia afectiva y estética muy significativa con la cumbia. Creían que esta olía a fiesta menemista. La militancia estudiantil progresista conocía más a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés o Manu Chao que a Alcides y a la Bomba Tucumana. La sanción cultural ante un tema de cumbia era significativa en las fiestas progres.
En los últimos años, el progresismo y el actual peronismo hicieron grandes esfuerzos por acercarse a esa constelación artística juvenil y cumbiera. Pero existen desajustes. En el último tiempo algunos músicos, como el Dipy, fueron esquivos y críticos al peronismo. L-Gante intentó ser arrastrado en la polarización pero, por ahora, surfea pragmáticamente por diversos espacios. Es agradecido con CFK y va al piso de Eduardo Feinmann en LN+.