CARGANDO

Buscar

Kazuo Ishiguro anticipa el futuro en “Klara y el sol”

Compartir

Por Susana Reinoso

El Premio Nobel de Literatura dijo a Revista Be Cult: “Siempre me he visto afectado tanto por los libros como por las películas en los que las personas dejan paso a la generación siguiente. La palabra obsolescencia es muy fuerte”.

Las capas de lectura de su última novela dejan abiertas preguntas muy sensibles. En nuestra vida, mediada por la tecnología, medida en bytes, “controlada” por las grandes tecnológicas ¿cómo nos afectaría ser conscientes, un buen día, que ya no somos necesarios en el sistema que hemos contribuido a inventar?

Veintiocho años después de haber conmovido a sus lectores con aquella novela melancólica y conmovedora que se tradujo como “Lo que resta del día” (1989), que en cine inmortalizaron un inmenso Anthony Hopkins junto a una notable Emma Thompson, de la mano de James Ivory (1993), Kazuo Ishiguro sorprendió al mundo al ganar el Nobel de Literatura. En aquel discurso dijo algo que tiene plena vigencia hoy, cuando aparece en una rueda de prensa para América latina, con motivo de la inminente aparición de su octava novela “Klara y el sol”, que llegará en abril a las librerías.

En aquel invierno sueco de 2017, el escritor nacido en Nagasaki, Japón, en 1954, y criado desde niño en Inglaterra, al aceptar el máximo galardón literario mundial dijo: “[…] Formo parte de una generación tendiente al optimismo, ¿y por qué no iba a ser así? Vimos cómo nuestros mayores transformaban Europa y convertían un escenario de regímenes totalitarios, genocidio y matanzas sin precedentes en la historia, en una región envidiada de democracias liberales […]. Pero ahora, al echar la vista atrás, la época que surgió de la caída del muro de Berlín parece marcada por la autocomplacencia y las oportunidades perdidas. Se ha permitido que crecieran enormes desigualdades entre países y dentro de los mismos países. […] proliferan ideologías de ultraderecha y nacionalismos tribales. […] ¿Puedo yo, un autor fatigado de una generación fatigada, encontrar la energía necesaria para escrutar este escenario desconocido? ¿Dispongo todavía de algo que pueda ayudar a proporcionar perspectiva, que pueda aportar matices emocionales a las discusiones, peleas y guerras que vendrán mientras las sociedades luchan por ajustarse a estos enormes cambios? […] Continúo creyendo que la literatura es importante y lo será en especial mientras atravesamos este difícil territorio…”

Revista Be Cult. Be Cult. Kazuo Ishiguro. Premio Nobel de Literatura

Resulta indispensable traer a colación este fragmento de su precioso discurso de entonces, porque en “Klara y el sol” el escritor japonés vuelve a ocuparse de la dignidad humana, de la meritocracia tecnológica que aumenta las desigualdades, y se mantiene fiel a las mismas preguntas:  ¿Qué nos hace humanos? ¿Cuál es nuestra singularidad? ¿Qué ocurre con nuestras emociones? Y aunque no se aferra al pasado, interesado como está en el presente y en seguir escrutando el futuro, su nuevo libro también vuelve sobre la memoria.

Durante el encuentro por zoom, asistido por el eficiente equipo del sello Anagrama que lo publica en español, Ishiguro abre su espacio de trabajo en el Reino Unido donde vive. Su escenografía es ecléctica. Varios sillones, la infaltable biblioteca, un piano, una guitarra… por lo que se atisba, en el exiguo espacio que permite la cámara de la computadora, parece un sitio acogedor. A lo largo del generoso encuentro con periodistas que se extenderá por una hora y 45 minutos, el autor de “Nunca me abandones” admitirá con naturalidad que no es de los escritores que se fijan un horario riguroso de trabajo, ni padece la escritura, ni se obsesiona con plasmar su perspectiva. Antes bien, la disfruta y goza de la vida. “No escribo todos los días. No soy de los que se sientan frente a la computadora y se marcan una cantidad de palabras. Me dedico mucho tiempo a pensar, a reflexionar, a dialogar con las personas, a leer y persigo una idea. Ya cuando me siento a escribir voy bastante rápido y soy capaz de escribir una novela en dos años; porque no me interesa escribir un libro cualquiera. Para eso prefiero no hacerlo. Necesito tener muy claro lo que voy a escribir. De lo contrario prefiero invertir el tiempo en leer, en escuchar música y observar a la gente hasta que aparece el próximo proyecto”, dice cuando se le pregunta por qué escribe.

Klara es una máquina, un exponente de inteligencia artificial, un androide y la voz narradora de la novela. Desde una tienda donde está ubicada observa con dedicación el comportamiento de los clientes y los transeúntes, mientras espera ser adquirida. Y cuando esto ocurre, Klara entra en contacto con una niña enferma en el actualísimo escenario de la crisis climática.

El interés de Ishiguro por la presencia de la tecnología aplicada a los diversos aspectos de la cotidianeidad humana no es nuevo. Ya lo expresó al recibir el Premio Nobel. Y es que ya estaba escribiendo “Klara y el sol” cuando la Academia Sueca lo premió. El escritor se ha tomado cinco años para dar a luz su nuevo libro.

Ishiguro no ignora la aceleración que las tecnológicas y la inteligencia artificial está teniendo en nuestra vida social y sobre todo laboral, pero está más preocupado por el modo en que la actual crisis sanitaria -que es una excepción a nuestra normalidad- va a afectar nuestra vida. “Klara y el sol” estaba terminado cuando el confinamiento empezó y el Reino Unido, país donde vive el Nobel, se convirtió en más afectado del viejo continente por el Covid y sus estragos.

“Me parece inapropiado debatir sobre las cuestiones de la tecnología cuando ahora mismo hay millones de personas en estado de shock y de duelo, porque esto solo lo encuentras cuando ha habido guerras. Debemos prepararnos para el impacto emocional que todo esto tendrá en nuestra sociedad. Si solo cambiara nuestra vida laboral… pero me temo habrá cambios ingentes que tendrán que ver con nuestro dolor y nuestra rabia. Esto es lo que deberíamos estar debatiendo”, dice con sensatez y sentimiento.

El escritor advierte que su nueva novela remite, de algún modo a otra obra suya excepcional –“Nunca me abandones”- porque cuando releyó esa novela hace seis años pensó “que era muy triste, tal vez al hacerme mayor me he vuelto optimista respecto de la naturaleza humana. Quería escribir una historia que se pareciera como territorio, pero expresando esperanza. Por eso no quería que Klara perdiera la esperanza sobre que hay una especie de bondad en el mundo y que esa bondad viene del sol”.

Ishiguro profundiza en lo minúsculo y lo privado, para decirlo con sus palabras, e incluso su personaje “Gerente” vuelve a la tienda “por pequeños recuerdos” cuando se reencuentra con Klara, que ya cumplida su función de acompañar a Josie, la adolescente enferma, vuelve a su espera de máquina ociosa. Y juega otra vez con ese delicado equilibrio de volver la mirada al pasado, sin caer en el abismo de los recuerdos. Desde “Lo que resta del día”, un tema que se reitera en su obra parece ser la conciencia de vivir una vida sin desperdiciarla.  

“En el pasado luego de haber escrito una novela me preguntaba si en un 80% era lo que pretendía decir. Y eso me ocurre porque descubro cosas en el proceso de escritura. Entre mi segundo y tercer libro escribí sobre un artista japonés cuya vida se vio contaminada por el fascismo y al final de la guerra descubre que su obra fue atravesada por la propaganda. Reflexioné a medida que terminaba esa novela qué fácil es desperdiciar una vida artística a pesar de las mejores intenciones. Entonces me planteé escribir la historia de nuevo. Y esa fue “Lo que resta del día”: un hombre que desperdicia su vida en ambos niveles. Por una parte, su vida se ve afectada por el fascismo, pero también desperdicia su vida personal.  A menudo me interesa escribir sobre lo que quiero y no me preocupa su publicación. Mis lectores me tiene mucha paciencia”, dice a propósito de lo que subyace entre una novela y otra.

“Mi  interés real radica en los seres humanos y Klara es una metáfora de los impulsos humanos”

Revista Be Cult le preguntó al autor sobre su interés por la “obsolescencia”, el envejecimiento que tanto afecta a los seres humanos como a las máquinas, y que tan presente está en tiempos de Covid. Y le consultó si tal preocupación nace de su necesidad de aportar una forma más humanista de conexión humana, tal como lo expresó al recibir el Nobel en 2017. 

“Siempre me he visto afectado tanto por los libros como por las películas en los que las personas dejan paso a la generación siguiente. La palabra obsolescencia es muy fuerte. De niño me gustaban las películas japonesas que trataban sobre este tema: generaciones que se sacrificaban por las venideras, pensando en los hijos y los nietos, relegándose a la soledad. Creo que sí, que podríamos decir que quedaban obsoletos luego de criar a los hijos y entendían que debían dar un paso atrás, permitiéndoles vivir su propia historia. Eso me conmueve mucho. Y también me gustan los westerns tardíos que tratan sobre esto. Por ejemplo, los de John Ford, que muestran a esos cowboys que siguen estando ahí cuando ya es demasiado tarde y hay una nueva era. Siempre lo he llevado adentro, y a lo largo de toda mi carrera ha habido personajes fuera de tiempo, la historia ha avanzado y ellos deben reconocer que su momento pasó. Y es triste porque la vida es corta y si cometes un error grave ya no tienes suficiente tiempo para resarcirte. Eso sí ha estado presente en mis libros. Y en “Klara y el sol” he intentado meter una vida humana. Hay un momento  en que ya no la necesitan. Es una idea muy profunda. Mucho más que la obsolescencia de los equipos”.  

Quizá lo más deslumbrante de la obra de Ishiguro es que a partir de disparadores que, en apariencia, nada tienen que ver entre sí, llega a las mismas preguntas que tenía cuando comenzó a escribir: ¿Qué nos hace especiales como seres humanos? ¿Qué significa que un ser humano ame a otro? ¿Somos únicos e irremplazables? “Mi  interés real radica en los seres humanos y Klara es una metáfora de los impulsos humanos”, subraya reflexivamente.

Artículo previo
Próximo artículo