Durante el encuentro por zoom, asistido por el eficiente equipo del sello Anagrama que lo publica en español, Ishiguro abre su espacio de trabajo en el Reino Unido donde vive. Su escenografía es ecléctica. Varios sillones, la infaltable biblioteca, un piano, una guitarra… por lo que se atisba, en el exiguo espacio que permite la cámara de la computadora, parece un sitio acogedor. A lo largo del generoso encuentro con periodistas que se extenderá por una hora y 45 minutos, el autor de “Nunca me abandones” admitirá con naturalidad que no es de los escritores que se fijan un horario riguroso de trabajo, ni padece la escritura, ni se obsesiona con plasmar su perspectiva. Antes bien, la disfruta y goza de la vida. “No escribo todos los días. No soy de los que se sientan frente a la computadora y se marcan una cantidad de palabras. Me dedico mucho tiempo a pensar, a reflexionar, a dialogar con las personas, a leer y persigo una idea. Ya cuando me siento a escribir voy bastante rápido y soy capaz de escribir una novela en dos años; porque no me interesa escribir un libro cualquiera. Para eso prefiero no hacerlo. Necesito tener muy claro lo que voy a escribir. De lo contrario prefiero invertir el tiempo en leer, en escuchar música y observar a la gente hasta que aparece el próximo proyecto”, dice cuando se le pregunta por qué escribe.