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Juan José Burzi: el padre de Los asesinos tímidos

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“La cancelación me parece una especie de moralina resentida, una especie de religión aburrida”, dice el escritor argentino cuya obra bien podría estar en la vista de los censores modernos.

Por Claribel Terré Morell

Burzi (Lanús 1976) pasa de una literatura buena, profusa en muertes, sexo, desgarramientos, temores y otros sentimientos  a  dirigir y editar una revista de opinión literaria, de culto como Los Asesinos Tímidos, cuyo nuevo número acaba de aparecer. La revista  que salió  desde el 2007 hasta el 2015 resucitó entre parabienes y mantiene la calidad y las firmas importantes que la hicieron conocida.

Entre sus libros se encuentran: Miedo a la oscuridad (cuentos, Estrada, 2005), El trabajo del fuego (nouvelle, Edulp, 2006), Un dios demasiado pequeño (cuentos, Edulp, 2009), Sueños del hombre elefante (cuentos, Gárgola, 2012), Crónicas zombies (cuento, Mancha de aceite, 2013), Loop (cuentos, Exposición de la actual Narrativa Rioplatense, 2014) Shibari (Evaristo Editorial, 2018), Tres deseos (Estación Mandioca 2019) y  La mirada en las sombras (17grises, 2019),este último transita entre misceláneas y ensayos sobre Caravaggio, pintor que el escritor admira y sobre quien también ha escrito Sensualidad y erotismo en Caravaggio, aún inédito.

-¿Te es fácil escribir sobre el sexo y la muerte?

Son temáticas que aparecen en mis cuentos, pero no sé si me resultan tan fáciles de abordar. Creo que cuando lo que estoy contando requiere algo de eso, no me desentiendo.

-En la literatura  y en el género negro ¿qué vende más, los cuerpos gozantes o los sufrientes?

No sabría decirte. Me imagino que por igual, en la medida en que estén correctamente empleados. Incluso, puede haber un goce en cuerpo que sufre.

– ¿Te importa que tus libros se lean?

Me importa y me gustaría que se leyeran mucho más. Sin embargo, sé que no estoy dispuesto a hacer concesiones en muchos aspectos en pos de una mayor “popularidad” o para captar lectores subiéndome a modas o tendencias. Por ejemplo nunca escribiré sobre el conurbano (y conste que nací, crecí y vivo en Lanús), nunca escribiré sobre temas que dicte la agenda progresista, y tampoco sobre espíritus sensibles que reflexionan más de 100 páginas sobre el desamor o una separación. 

– ¿Te molesta que cuando se habla de tu obra, siempre se mencione a  Los Deseantes, ese libro de cuentos en el que uno de sus personajes tiene tu mismo nombre y reúne algunas perversiones que no se suelen confesar?. ¿Cuán perverso eres tú? ¿Volverías a escribirlo hoy?

No me molesta para nada. Yo aporté al equívoco cuando decidí ponerle mi nombre a un personaje complejo. Incluso, tiene mi misma profesión. Tenía en mente escribir un personaje así, sin escudarme en una tercera persona o en una mirada que lo condenara. Le puse mi nombre pensando en cambiarlo luego, al terminar de escribir el cuento… y al final, ya no pude cambiarlo, porque ese personaje se llamaba Juan José, y hubiera sentido hacia mí mismo como un acto de cobardía ponerle cualquier otro nombre. Volvería a escribir ese cuento, claro que sí.

Y cuán perverso soy yo… imagino que no más ni menos que cualquier otra persona, en todo caso, deberían responder quienes me conocen.

Tus personajes son contradictorios. Se ven así también en, por ejemplo, “Sueños del hombre elefante” y “Un dios demasiado pequeño”.  Puedes pasar de uno adorable hasta al más repulsivo y lo haces en pocas páginas. ¿tienes una rutina para escribir? ¿sabes a dónde vas cuando comienzas un nuevo libro? ¿tienes algún tip para compartir sobre  cómo delinear personajes buenos y los malos?

Los personajes surgen, no tengo una forma de delinearlos. Lo que sí intento es que no se reiteren de un cuento al otro o de un libro al otro. Les pienso una historia, una realidad, y muchas veces en el cuento aparece solamente una mínima parte de todo lo que sé de ellos… A veces me baso en gente que conozco, o personas sobre las que me contaron algo… exacerbando, claro, sus defectos.

¿Rutina para escribir? No, soy bastante vago para escribir. Por otro lado, el escritor como oficinista que cumple un horario de escritura da los peores resultados. No me siento hasta que una idea me termina venciendo. Es más placentero leer, a decir verdad. Y por lo general, cuando escribo, sé parte de lo que voy a escribir, digamos que conozco el camino hasta la mitad, del resto puedo tener alguna idea… pero si todo estuviera muy armado en mi cabeza, me aburriría y no me tomaría el trabajo de escribirlo.

Abelardo Castillo dijo que “La literatura argentina está muy influida por Poe” y tu has dicho algo parecido. ¿Es tan así?

Creo que para muchos cuentistas Poe es importante, y acá hay muchos cuentistas.

– ¿Qué piensas de la literatura del yo y de la cancelación?

La literatura del yo no tendría nada malo si ese “yo” fuera interesante y tuviera cierta complejidad… si escribís “Memorias del subsuelo”, o “Confesiones de una máscara”, claro que aprecio la “literatura del yo”. Ahora bien, aborrezco todos esos libros insulsos y aburridos que surgieron hace un tiempo en argentina. Nadie los recuerda, aunque creo que no merecen ni el olvido.

Y sobre la cancelación… soy fanático de Céline, admiro a Nabokov por Lolita, creo que las pinturas con jóvenes de Balthus son preciosas y jamás dejaría de ver una película de Polanski. Así que imaginate que la cancelación me parece una especie de moralina resentida, una especie de religión aburrida.

 – ¿Es el cuento tu género literario preferido?

Para escribir, es el único que frecuento. Para leer, digamos que está empatado con la novela.

-¿A quien no dejarías de leer nunca?

A Faulkner, a Poe, a Michon.

-¿Qué estás escribiendo ahora?

Terminé un libro de ensayos sobre el erotismo en la obra de Caravaggio. Y empecé a escribir sobre arte y locura en pintoras argentinas (gané una beca) y estoy retocando dos cuentos largos que escribí en 2020.

– Un libro  que hayas leído últimamente que te impactó desde la primera frase.

El meteorólogo, de Olivier Rolin y Memorias de un antihéroe, de Kornel Filipowicz.

– ¿Qué final te hubiera gustado escribir que lo escribió otro?

Esbjerg en la costa, de Onetti.

Clarice Lispector dijo que “Escribir es uno de los modos de fracasar”. Tu escribes ficción  y, además diriges una revista  tan interesante como Los asesinos tímidos, que estuvo en pausa y volvió con la misma calidad de siempre. ¿No le temes al fracaso? ¿por qué resucitaste a Los asesinos tímidos? ¿ Por qué el nombre de la revista?

No le temo al fracaso porque convivo con el fracaso. Como los samuráis, que se miraban al espejo y se decían que ellos ya estaban muertos, yo me digo que ya fracasé.

Resucité Los asesinos tímidos (www.losasesinostimidos.com.ar) porque luego de siete años me di cuenta que extrañaba la revista, y porque es un espacio que logré construir con años de dedicación y me pareció justo recuperarlo.

El nombre lo saqué de Roberto Bolaño, de la conferencia que publica titulándola “Los mitos de Cthulhu” Leí esa expresión y me dije “es nombre de banda de rock o de revista” Y bueno, ya no tocaba más el piano, y lo usé para una revista.

-¿Qué opinas sobre las camarillas literarias?

Me causan rechazo. Es un buen motivo para alejarse de la mayoría de los eventos literarios. Y es un excelente filtro para saber leer una crítica o reseña. Suelen reseñarse y recomendarse entre ellos. Se auto festejan. Se compran libros mutuamente, se dan palmaditas y se sienten buenos escritores. Y las víctimas principales, son los lectores incautos.

-¿Y sobre el lenguaje inclusivo?

No suelo pensar en el lenguaje inclusivo.