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Jon Bilbao: No hay nada más inspirador que la propia escritura

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Por Valeria S. Groisman

Jon Bilbao (Ribadesella, Asturias, 1972) es ingeniero de minas y licenciado en Filología Inglesa. Autor de los libros de cuentos Como una historia de terror (2008; Premio Ojo Crítico de Narrativa), Bajo el influjo del cometa (2010; Premio Tigre Juan y Premio Euskadi de Literatura) y Física familiar (2014); así como de las novelas El hermano de las moscas (2008), Padres, hijos y primates (2011; Premio Otras Voces, Otros Ámbitos) y Shakespeare y la ballena blanca (2013). Cuentos suyos aparecen recogidos en antologías como Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual (2010), Pequeñas resistencias V (2010) y Cuento español actual (1992-2012) (2014). Sus últimos libros incluyen el volumen de relatos Estrómboli (2016), su tríptico El silencio y los crujidos (2018), el western Basilisco (2020), galardonado con el Premio Euskadi de Plata y el Premio de las Librerías de Navarra, la nouvelle, Los extraños (2021), y Araña (2023), en la que continúa con la historia de algunos de los personajes de Basilisco y acaba de llegar a Latinoamérica. En España, en septiembre, Bilbao lanzó Matamonstruos, la tercera parte de la saga que arrancó con Basilisco y que cierra el western híbrido que ya es su sello.

Actualmente Bilbao reside en Bilbao, trabaja como traductor y sigue escribiendo conjugando ficción y realidad.

Sos ingeniero en minas y estudiaste también filología. ¿Cómo fue eso? Supongo que primero estudiaste ingeniería y después te diste cuenta de que lo tuyo era otra cosa, así que quería que me cuentes un poquito sobre eso.

Pues sí, básicamente es como tú dices. Yo me di cuenta de que la ingeniería no era lo mío cuando todavía estaba en la universidad, pero es que ya había cruzado el punto de no retorno, estaba más cerca del final que del principio. Entonces, bueno, me pareció lo más razonable terminar lo que había empezado y fue bastante duro, pero tuvo una parte buena y es que aquella fue la manera em que yo pensé a escribir. Hasta entonces yo leía mucho, desde que era pequeño, desde que era un niño, pero llegó un momento, justo ahí cuando estaba en la escuela de ingeniería, en el que yo necesitaba un ámbito propio, completamente diferente al científico tecnológico, y que me permitiera evadirme, donde yo tuviera todo el control.
En primer lugar (ese ámbito) fue la lectura, pero llegó un punto en el que ya no era suficiente. Yo tenía que crear mis propias historias, y así, poquito a poco, empecé a escribir sin ningún ánimo de publicar, como una forma de evasión de una realidad que no me satisfacía. Finalicé aquella carrera y aunque sabía que no me iba a dedicar a eso a largo plazo, claro, te quieres ir de casa y comprar un coche y vivir solo y durante unos años estuve haciendo ingeniería en diferentes ciudades españolas y mientras tanto continuaba escribiendo. Gané algún pequeño concurso y ya cerca de los 30 años tuve que decidir: no sé, a ver, qué vas a hacer.
O continuar por este camino que te va a permitir tener tu vida organizada, arreglada a nivel económico, o te arriesgas e intentas hacer algo que realmente te satisface. Lo intenté y es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Hacer lo que me gusta.

No hay mejor que eso si uno puede darse el lujo. Decías que leés desde siempre. Tu casa era, me refiero a la casa de tus padres, ¿era una casa en la que había muchos libros?

No, no había muchos libros. Mi padre por cuestiones de trabajo no tenía casi nunca tiempo libre y mi madre leía, pero bueno, leía best-sellers o lo que dictaba la moda de ese momento. Sin embargo, aunque ellos no leían mucho, sí que apreciaban la lectura. Entonces (esto es algo por lo que siempre les estaré agradecido), cuando yo les pedía un libro o un cómic, algo para leer, nunca me decían que no. Y daba igual qué día de la semana fuera. No había que esperar a cumpleaños ni a festivos ni a fines de semana. Un martes por la tarde al salir del colegio les pedía un cómic. Pues te compramos un cómic. Nunca obtuve un no por respuesta y fue así como digamos que en mi casa la primera biblioteca fue la que me fueron comprando mis padres a mí.

Qué hermoso, qué lindo eso. ¿Y a escribir también empezaste de chico? ¿Escribías poesía o algún género de la intimidad?

Escribía pero poco y desde luego no poesía, es un terreno en el que nunca he incluido. Sí que escribía algún cuentito, redacciones. Ya con diez años gané un pequeño premio en un concurso que organizó la biblioteca de mi pueblo con un texto que además he vuelto a encontrar hace poco. Pero eran divertimentos, ¿no? O sea, nunca tenía ninguna intención de llegar a profesionalizarme. Escribía de la misma manera en la que un niño puede ponerse en un momento dado a dibujar o a recortar papeles, era una forma más de distracción.

Decías recién que encontraste hace poquito uno de tus primeros textos. ¿Me podés contar un poquito de qué se trataba, de qué iba? ¿Podés relacionarlo hoy con lo que escribís o nada que ver?

Pues me sorprendió porque sí que lo puedo relacionar. Es una especie de anecdotario, porque yo nací y crecí en una casa de campo bastante peculiar, que es la que se describe en mis últimos libros. Una casa en mitad de un monte que tiene cuevas y bosque alrededor y muchos animales. Y cuando yo era muy pequeño mis padres tenían varias mascotas. Una de ellas era un cuervo. Un cuervo al que encontraron herido en el jardín, al que cuidaron y que al final se quedó viviendo con nosotros. Le pusieron de nombre Goliat.
Y, claro, pues Goliat robaba las llaves, se metía en casa, se peleaba con el gato y entonces el texto era una especie de anecdotario de lo que hacía Goliat. Me hace gracia porque yo sigo introduciendo animales en mis historias y esa casa continúa teniendo una presencia muy poderosa (en mi obra).

En tus libros siempre se introducen elementos que uno como lector supone que son parte de tu vida. Hay un vaivén constante entre realidad y ficción, ¿no? Una construcción narrativa que va y viene entre dos mundos.

Exacto, hay algunos aspectos de la narración que son volcados directos de la realidad, como por ejemplo los lugares, los escenarios. Eso sí que me ayuda muchísimo a la hora de construir las historias, tener claro en la cabeza dónde transcurre, para yo poder mover a los personajes.
Respecto de los personajes, puedo tomar facetas, formas, ideas de personas reales, incluido yo mismo, pero siempre eso es una materia prima. A partir de ahí empiezo a elaborar, si únicamente me interesaran los lugares reales, las personas reales, no escribiría ficción y me considero por encima de todo alguien que escribe ficciones.

Empieza Araña, tu último libro, con una frase que en sí me parece un pequeño cuento, que bien podría ser un microrrelato: “El padre era el jefe de la cantera. El padre apretaba los párpados conteniendo las lágrimas de frustración. Los dos obreros que le estaban ayudando simularon tener algo que hacer en otro sitio y lo dejaron solo”. Cuando escribís, ¿buscás que cada capítulo tenga un sentido independiente del resto del libro? Porque de hecho a tus libros uno podría pensarlos como pequeñas novelas o pequeños textos que sueltos ya tienen un significado, podrían significar, podrían estar publicados, digamos, de manera independiente, pero a la vez todo junto cobra un sentido distinto. ¿Lo pensás así o es algo que van haciendo?

No. A ver, este tipo de estructura que has descrito surgió particularmente con Basilisco. En ese momento mi deseo era escribir una novela, una novela de unos cientos de páginas, quería acompañar a unos personajes durante un largo recorrido y enfrentarlos a distintos contextos en diferentes situaciones. Lo que pasa es que en aquel momento yo no disponía del tiempo para escribir una novela. Estaba trabajando mucho, tenía hijos pequeños y no encontraba la parcela diaria para escribir, para llegar a una rutina, a la rutina que yo necesito para escribir un texto. Lo que sí podía era escribir entre encargos laborales y en vacaciones escolares, disponer de unas semanas o unos meses para dedicarme por completo a un texto. Entonces fue ahí donde se me ocurrió esta idea, pues que en esos periodos que tienes, en esas ventanas laborales, te escribes un texto que sea autoconclusivo, pero luego en el siguiente (texto) retomas a esos personajes y entre todos esos relatos luego hay una ligazón, hay unos vasos comunicantes. De manera tal que en Basilisco si tú lees cualquiera de los capítulos o relatos, porque ni siquiera sé cómo definirlos, en el orden que quieras los vas a comprender y los vas a disfrutar. Pero si los lees en el orden sugerido por el índice, la visión es diferente. Ya vas a apreciar los juegos internos que hay en el libro. En Araña, como es una, bueno, quizá no tanto una segunda parte como una ampliación de Basilisco, esto se repite, pero esas ligazones entre los diferentes partes del libro y con el libro anterior son más fuertes. Quizá en este caso, leída una historia no resulta satisfactoria como cuando está arropada por la que va antes y por la que va después.

Lograste de alguna manera como profundizar en ese estilo y te sentís cómodo.

Sí, sí, sí, la verdad es que me gustó mucho y esa estructura es la que he vuelto a utilizar para la tercera parte de este ciclo, mitad western, más o menos autobiografía, con la que ya cierro este arco narrativo.

Pensaba en Rayuela de (Julio) Cortázar cuando leía, esta cosa de poder salir y entrar por donde uno quiere de manera antojadiza.

Hay algo de eso. No lo había pensado, pero sí que tenía en mente otro modelo, el de ¡Desciende, Moisés!, un libro de William Faulkner en el cual tenemos una serie de relatos independientes, autoconclusivos, pero no independientes, porque no es lo mismo. Todos ellos acerca de diferentes miembros de una misma familia. Entonces, claro, como ellos están emparentados, cuando lees el libro, aunque cada una de las partes es autoconclusiva, al final tienes una imagen del conjunto de esa familia en un espectro de varias generaciones.

Hay continuidad entre los distintos fragmentos que conforman tus novelas, pero también hay una continuidad entre tus novelas, como decías antes. Está Basilisco, Araña es la ampliación y estás escribiendo un nuevo libro que vendría a ser, a su vez, la ampliación de Araña.

Bueno, de hecho ya está escrito. En España sale en septiembre.

¿Podés adelantarnos cómo se titula?

Matamonstruos. Y sí, la estructura es similar y los personajes son similares. Perdón, no son similares, son los mismos y hay algunos nuevos. Y aquí lo que hago es, bueno, no hemos hablado de ello, pero tanto Basilisco como Araña, ya has visto que tienen estas dos líneas narrativas, la que se desarrolla en el presente, en la costa cantábrica española y la que se desarrolla en el lejano oeste.  Y aquí lo que hago es cerrar la parte del western, la parte del presente la dejo abierta porque en realidad como estoy utilizando mi vida y mis experiencias personales, pues vamos, a ver, si la cerrara… me estaría silenciando.

En Araña introducís a este personaje animalesco, por decirlo de alguna manera, la araña, que apenas aparece, bueno, uno piensa en la metamorfosis, ¿no?

La araña en realidad es una personificación, una personificación de la tristeza. La tristeza en diferentes magnitudes, puede ser desde esa angustia inconcreta que a todos nos afecta algunos días y que nos hace que levantarnos de la cama sea más complicado y que a veces no sabemos identificar dónde viene. Y en un caso más extremo es la depresión.
En el caso de la madre de Jon, la araña es la depresión. Jon, el escritor, percibe que a él le puede llegar a acosar otra araña, algo parecido a lo que le sucedió a su madre.

Esa angustia, esa depresión, digamos, como si fuera una condición hereditaria.

Sí, entonces a él le da miedo y tristeza. El Jon escritor lucha contra la araña. ¿Y cómo lucha contra ella? Pues lucha escribiendo. Utiliza la escritura como forma no sólo de evasión sino de reflexión sobre ese mal, sobre esa angustia. Y como él no se cree del todo capacitado para luchar contra esa araña, entonces inventa un personaje que es mucho más fuerte que él, que es John Dunbar, y le hace luchar contra otro personaje al que le denominan, también, la araña.

Hay un juego confesional y hay también un juego de reflejos deformados entre la realidad y la ficción. ¿Es para vos la literatura un espacio de catártico o terapéutico?

No me atrevería a utilizar el término terapéutico porque tampoco sé muy bien cuáles son los parámetros que lo definen, pero a mí en determinados momentos me ha ayudado mucho. A mí la escritura me ha ayudado mucho en la vida. Como evasión, como espacio de libertad, por encima de todo como espacio de libertad.
Y también para pasar en limpio algunas ideas o algunas emociones que tienes dentro, pero que sientes inasibles o que el día a día no te permite concretar. Me ha ayudado, pero no creo que me haya curado de nada. No tiene ese poder.

¿Te cuesta soltar a los personajes? O dicho de otra manera: ¿Te encariñás con tus personajes?

Pues ahora que he terminado esta tercera parte y ya me despido de John Dunbar y de Lucrecia, reconozco que sí, que me ha dado mucha pena. Me he sentido un poco ridículo al terminar este libro porque me han dado mucho. Y es que en realidad estos personajes que te han acompañado durante tantos años, yo creo que se convierten en parte de tu familia.
Hay miembros de mi familia que no han tenido tanta influencia sobre mí, una influencia práctica, como la que han tenido algunos de mis personajes, que me han distraído durante más horas, me han facilitado reconocimiento, viajar a un sitio y a otro, me han dado trabajo. Entonces, al escribir, al terminar esta tercera parte, era casi una obsesión a esos personajes darles un buen final.
Y no estoy hablando simplemente de un final feliz, de un final que invite a un falso optimismo: no. Un buen final en términos literarios. Todo este recorrido lo vamos a acabar dejando un buen recuerdo. Lo merecen.

Hablabas antes de la rutina, de tu rutina, y quería preguntarte si tenés un horario para escribir, cierto espacio. Supongo que donde estás ahora es tu oficina y detrás veo un fichero. Eso me da la pauta de que quizás seas estructurado a la hora de escribir. Hablemos de eso.

Bueno, sí, efectivamente esta es la pequeña oficina que tengo en mi casa. Suelo escribir por las mañanas, sobre todo cuando los niños están en el colegio y sí que soy bastante organizado a la hora de escribir. Me gustaría ser de esos escritores que se sientan delante del ordenador y se dejan llevar, pero no soy capaz. Las veces que lo he intentado, nunca he quedado contento con el resultado, porque lo que me sucede es que estoy tan preocupado por ir dando forma a la trama que vaya…
Que por no perderme en lo que estoy contando desatiendo a los personajes, acaban siendo monigotes, estereotipos. Así que lo que hago es… antes de sentarme a escribir hago un trabajo previo muy extenso de toma de notas, de documentación. O si hace falta viajar a algún sitio, lo hago. Leo lo haga falta, pero sobre todo voy tomando muchas notas porque además es una fase en la que me siento muy libre, es casi un brainstorming conmigo mismo. Voy anotando todo lo que se me ocurre. En vez de pensar que es una tontería pienso que es un cuaderno que no va a ver absolutamente nadie. Eso me funciona mejor que mirar por una ventana a que me lleguen las ideas.
Necesito ir concretando con palabras. De todas formas, luego todo ese trabajo preliminar no es más que una referencia. Cuando llega el momento de escribir, yo estoy empapado de esta historia, ya tengo los personajes, ya tengo más o menos la estructura y sé hacia dónde voy a avanzar. El proceso de escritura no es simplemente pasar en limpio esas notas. No hay nada más creativo, más inspirador que la propia escritura.
Ya cuando empiezas a concretar las ideas, ahí te surgen muchas ideas más, te das cuenta de que algunas de las ideas anteriores que tenías no funcionan. Hace años impartía talleres literarios y solía decir a los que estaban empezando a escribir que antes de sentarse planificaran un poco la labor porque si no se iban a perder. Y les solía decir también que ese proceso previo es como preparar el equipaje para ir de vacaciones a un país exótico donde nunca has estado.
Tú llenas la maleta de cosas, pero por mucho que la llenes, seguro que cuando llegas sobre el terreno te vas a dar cuenta de que va a haber herramientas muy esenciales que necesitas y que no están en tu equipaje. Y de la misma manera, muchas de las cosas que has metido en la paleta no las vas a utilizar nunca porque no sirven de nada. Yo creo que es una síntesis bastante ajustada a la realidad.

Tal cual. Uno puede prepararse, pero después está la vida misma, está la escritura. ¿Cómo sos como lector? ¿Qué te atrae cuando te acercás a un texto?

Por encima de todo, lo que me cautiva es la ambición del autor.  Creo que no hay nada tan estimulante como estar leyendo algo y decir: “Madre mía, cómo alguien se puede haber atrevido a abordar este tipo de narración, por lo extensa, por lo profunda, por lo extraña, por lo que tiene el ejercicio formal”. Luego también que me transporten, eso lo valoro mucho. Y en los últimos años también me interesan mucho las formas atípicas de escritura, los ejercicios de estilo, las propuestas autorales duras.
Simplemente porque también hay mucha ambición en ello. Luego, eso no significa que luego yo lo aproveche y tal, pero bueno, mismo tantear los extremos, las puntas de lanza de la literatura me parece muy enriquecedor, porque si no, podemos acabar cayendo en escribir más o menos de una forma muy similar y reiterativa.

¿Hay alguien que te lea antes de que tus textos lleguen a tu editor o a tu editora? ¿Alguien de confianza?

Bueno, mi pareja me suele leer y mi agente también. Y luego, dependiendo del tipo de texto, pues se los dejo leer a unas personas u otras. No se lo dejo a mucha gente porque también a veces las opciones son contradictorias y luego no sabes con quién quedarte. En los últimos libros cada vez se lo doy a menos gente. También es cierto que son libros que ya vienen encarrilados, tanto temáticamente como a nivel de los personajes, con los que yo estoy muy familiarizado, entonces ya estoy seguro.

¿Y qué estás leyendo ahora?

Pues ahora estoy leyendo La zona de interés de Martin Amis y un ensayo de cine sobre John Cassavetes.