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JJ Armas Marcelo: Ni para el amor, ni para el olvido

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Por Claribel Terré Morell

Por uno de sus primeros cuentos, fue condenado por un Consejo de Guerra a seis meses de prisión por injurias encubiertas al Ejército. En la dura España franquista, JJ Armas Marcelo (Islas Canarias 1946) escribió y publicó, El uniforme del general, que fue tomado como una provocación y, lo era. Dos años después, en 1974 salió su primera novela, El camaleón sobre la alfombra, que ganó el Premio Pérez Galdós. Desde entonces ha seguido publicando, ganado premios y también creando; basta mencionar el excelente programa de televisión española, Los libros, sus diez años al frente de la Cátedra Vargas Llosa y el portentoso Festival Hispanoamericano de Escritores.

A Armas Marcelo (Juancho) lo conocí en Nueva York. Presentaba el libro del músico cubano Paquito D´ Rivera y cuando hablamos de literatura, compromiso y política él mencionó a San Mateo. Dijo que “si lo das todo menos la vida, has de saber que no diste nada”. Desde entonces somos amigos.

Hoy, entre las utopías  y la realidad, sigue haciendo gala de los que es y de lo que podría ser: un hombre valiente, un buen escritor y también un buen personaje de una buena novela, algo que sin dudas se ve en sus memorias Ni  para el amor, ni para el olvido.

Autor, entre otras, de las novelas, Estado de coma, Los dioses de sí mismos, Cuando éramos los mejores, Así en La Habana como en el cielo, El niño de luto y el cocinero del Papa, La Orden del Tigre, Casi todas las mujeres, La noche que Bolívar traicionó a Miranda, (con Cronología de Francisco de Miranda elaborada por Juan Carlos Chirinos), Réquiem habanero por Fidel y de los ensayos, Vargas Llosa. El vicio de escribir y Cuba en el corazón, la mayoría de sus libros son publicados por  Alfaguara y Plaza & Janés.

Traducido a varios idiomas es también el prologador de libros de Guillermo Cabrera Infante y Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

-Se dice que la felicidad no produce buena literatura ¿estás de acuerdo?

No siempre. Casos de literatura buena escrita en la felicidad las hay. Sobre todo, poemas.

-¿La nostalgia es peligrosa?

Suele serlo, pero ¿qué haría un escritor sin memoria, y que haría la memoria sin recuerdos, y que harían los recuerdos sin nostalgia? Son elementos necesarios, aunque a veces sean peligrosos, claro…

-Conociendo tu historia hay una pregunta que se impone ¿Qué te queda por hacer?

Escribir, escribir y escribir. Por lo menos tengo proyectos de seis o siete novelas y dos libros de memorias más…

-¿Qué importancia tiene para ti la primera frase de una novela?

Mucha, muchísima. Ahí debe empezar la hipnosis, y eso depende del escritor. Lo que sucede es que yo escribo esencialmente para mí, cuando escribo, y no tengo en cuenta sino lo que escribo, y nada más.

-¿Y el título?

También. Normalmente el título lo va dando la escritura, te lo revela la propia marcha de la escritura, por lo menos eso creo. A veces se acierta y otras veces no, claro, pero para mí es importantísimo…

-Estoy pensando en la primera parte de tus memorias. “Ni para el amor ni para el olvido”,  416 páginas, algunas desopilantes… ¿Mentiste en algo?

No lo recuerdo, pero no creo, de vez en cuando olvidé cosas que seguramente habría incluido, pero no hubo autocensura ninguna, eso es cierto…

-No he leído a ningún otro escritor que como tú se apropie del lenguaje del país sobre el que escribe. Tú eres la voz de la calle, pero no de una única calle o de un único país.  Si lo haces sobre Cuba, nadie puede dudar de que quien lo hace es un cubano – aunque no lo seas. Lo mismo ocurre con Argentina, con Venezuela, con Italia…¿Cómo haces porque solo con poder de observación no se puede?

No solo es observación, es atención a la fonética, necesidad de hablar una y otra vez con la gente del lugar, en la calle, en las plazas, en los lugares populares, todo eso es un trabajo de campo para mí muy necesario en todos los casos. En fin, es la gloria poder escribir así, hablar con la gente que pueden ser personajes de tu novela inmediata… Es muy divertido, muy gratificante.

-¿No tienes miedo a meterte con personajes que tienen que ver con figuras históricas, de esas de las que no es conveniente meterse, como Bolivar, Fidel Castro, el Papa…?

A veces, me inquieta y atemoriza, pero no me da mucho miedo una vez que estoy dentro de la escritura porque la escritura misma te va dando el personaje grande y el pequeño. De todos los personajes sobre los que he escrito el más grande es Miranda, es inabarcable, es inmenso y eterno. Los demás han sido casi siempre carne inmediata, episodio, hecho, hazaña o torpeza.

Miranda, su personaje histórico más admirado
Su amistad con Vargas Llosa continúa
Uno de los mejores libros de ficción sobre la Cuba
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-Una vez dijiste: “La mitad de mi tiempo estoy pensando en América” ¿Sigues haciéndolo? ¿Cómo la ves? ¿Y el mundo de hoy azotado por  pandemias de diversos tipos?

– Dice Antonio Muñoz Molina  que hay una  tendencia hispánica a la palabrería ¿Estás de acuerdo?

A veces es verdad. Hay escritores que he conocido que se han hundido entre la verborrea y el alcohol. Tenían un talento verbal literario imponente, pero se quedaron ahí en un instante del alcohol y no fueron genios porque nunca llegaron a salir de la botella sus palabras…

-Casi siempre estás rodeado de otros escritores que la mayoría de los mortales admiramos, leemos. ¿Alguna vez te has sentido algo parecido a un  Dios?

No, al contrario, pero ha sido una gran experiencia conocer a tantos grandes escritores. De ellos he aprendido tantas lecciones que puedo decir que han sido mis grandes maestros literarios y editoriales, intelectuales en general, desde Bergamín a García Márquez, desde Francisco Ayala hasta Le Clézio.

– Fundaste la Cátedra Mario Vargas Llosa, la hiciste crecer y un día te fuiste ¿Lo lamentas? ¿ Cómo es tu relación hoy con Vargas Llosa?

No, en absoluto. La salida fue en el momento exacto, no sabes la alegría que me da no tener que salir de casa y escribir. Con la Cátedra no tengo relación alguna, pero con Mario la relación es la misma, hay una mística amistosa fraguada a lo largo y ancho de más de 50 años y eso es suficiente para seguir como antes de la Cátedra y después de la Cátedra.

– El Festival Hispanoamericano de Escritores, que también creaste, cada vez crece más. ¿En qué se diferencia de otros festivales? ¿Cómo lo ves dentro de unos años?

Lo que queremos es que no deje de crecer, en medio de muchas dificultades pero creciendo siempre. Es una escuela de vida cada uno de ellos, y se crea siempre un ambiente lúdico, amabilísimo, casi mágico. Ya han ido más de 112 escritores, no es poco, ¿eh? Y, sí, dentro de unos años, lo veo muy grande e influyente…

-“Ulises en la orilla” es el título del último libro que supe que estás o estabas escribiendo. Pienso en el héroe  de la mitología griega y también en el  Síndrome de  Ulises que hoy es  conocido como el Síndrome de estrés crónico y múltiple y pienso también  en la condición del “exiliado vengativo”, término que creo también acuñaste, incluso que alguna vez dijiste de contar el otro final de Ulises, el de Joyce.

«Ulises en la playa» es el título, tengo mucho escrito porque yo trabajo al mismo tiempo con dos o tres novelas. La que escribo ahora es «Cuatro veces mariposa«. Creo que tengo una joya literaria en mis manos. Una mujer que existió y era excepcional, y sus descendientes… En fin, estoy encantado. «Ulises…» Tiene que ver también con el de Joyce. El protagonista se llama Ulises Rejón y es profesor de griego en universidades de Calgary y Seattle. Y tiene que ver con Homero, claro y con la Odisea, como puedes imaginarte, y sí, es un exiliado vengativo cuando regresa a Salbago, su tierra. Es así la memoria de la literatura…

-¿Con semejante título que significa para ti este libro? ¿Podríamos publicar algún fragmento?

Te pido mil excusas, no me gusta publicar ni una palabra hasta estar seguro de su legibilidad. Representa mucho para mí saber solo yo qué palabras caminan en la novela…

-¿Le temes a la muerte?

No. Le temo a la pérdida de la memoria, eso es terrible…
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