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Gustavo Nielsen: Un escritor atado al deseo

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Por Claribel Terré Morell

Él es un gran escritor. Uno de los mejores escritores argentinos. Leer a Gustavo Nielsen (Buenos Aires, 1962), es meterse de lleno en historias extrañas, algunas desopilantes, otras crueles,  que se sienten, o son tan reales  que asustan. No hay en su escritura puntos flojos. No aburre. Sorprende, una y otra vez. Y maneja como pocos los inicios y los finales.

Sobre él se cuentan leyendas que lo hacen a sí mismo personaje de una buena novela. Se dice que escribió uno de sus libros encerrado en un pasillo, durante once días sin apenas comer y ver la luz. Se sabe que llevó a los tribunales a un escritor famoso, a una editorial que otorga un premio importante, que ganó el juicio y que no sintió miedo. También que  dibuja las portadas de  todo lo que publica. Que es arquitecto y que suele trabajar en Galpón Estudio, uno de los lugares que construyó. Y que puede ser  simpático o irónico, según tenga el día.

Entre sus libros están “Playa quemada”, “La flor azteca”, “La fe ciega”, “El amor enfermo”, “Auschwitz”, “El corazón de Doli”, “El contagio social”, entre otros. Con “Marvin” obtuvo el Premio Municipal de Literatura en cuento y con “La otra playa” el Premio Clarín de Novela.

Está traducido a más de siete idiomas.

Ahora escribe un libro sobre fantasmas.

-En una entrevista dijiste textualmente: “Escribo como un animal”. Tienes más de 10 libros y muchos premios. ¿Cómo escribe el animal Nielsen?

Mi actividad de escritor está atada únicamente al deseo, lo que me provoca una gran felicidad. Manipular lectores a distancia, a través de la prosa, hacerlos llorar o reír cuando a mí se me antoja, es una victoria. Soy el cusquito que le chupa la mano al dueño mientras piensa “vas a ver cómo, por esta boludez, me das de comer la comida que quiero”.

-Esta es también una frase tuya:“¡Nunca una novela del yo! ¡Nunca una de puro lenguaje! La verdad es que odio las novelas que te cuentan lo que el escritor sufrió cuando su mujercita lo dejó. Odio las que son pura paja, con argumentos minimalistas o sin argumento, por el propio placer de combinar palabras. Sigo pensando, como Julio Verne o Conrad, que la ficción debe proveer aventura.”

Simplemente me cansan esos libros que son como desahogos personales. La vida de un escritor generalmente es un bodrio. Salvo que viaje en el tiempo, se enamore de un astronauta, pelee contra tiburones o levite sobre el fuego. Inclusive me parecen bodrios los libros donde se cuenta cómo el escritor salió del closet o se puso tetas o huevos. Que disfruten y ya, ¿o se operaron para contarlo? Los bodrios de esta época de corrección política me parecen más bodrios que nunca. Consejo a jóvenes escritores: cuando escriban traten de ser héroes por encima de sus sexualidades y gustos personales que no le importan a nadie más que a ustedes y a sus parejas.

-Puesto a elegir ¿Cuento o novela?

Cuento.

-¿Puedes elegir uno de tus libros como favorito? ¿Cuál sería?

El amor enfermo.

-Dime lo primero que se te ocurra:

-Playa quemada – ya hay vastas cenizas de esa playa.

-La flor azteca – me sirvió para conocer a varios prestidigitadores del ambiente.

-Saravia el personaje de El amor enfermo saravá, mi querido amigo.

-Berto comparte una noche con Rosana Auschwitz, después de conocerla en un baile del Club Israelita, y descubre que ella guardó su semen en el congelador de la heladera. – Rosana es una mujer precavida.

-¿Cómo eliges los nombres de tus novelas y de los personajes?

Nuevo personaje, la hija de un asesino peruano que se apellida Naque: Alma. No sé si escribirlo o dejarlo pasar por bobada. Todo el tiempo el mismo asunto.

 -¿Un personaje sin empatías es descartable?

No debería existir.

-¿Toda novela tiene que tener sexo?

-¡No!- gritó Nil.

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-Me interesa la moral a condición de que no haya sermones, dijo Patricia Highsmith que tengo entendido es una de tus escritoras preferidas. ¿Para ti qué es la moral? Estoy pensando en “Auschwitz”, uno de tus libros más fuertes, oscuro, difícil de leer y difícil de dejar de leer y en Berto, ese personaje que condensa casi todos los males humanos.

Cuando tradujeron “Auschwitz” al polaco el editor me mandó una sugerencia para la reescritura del capítulo en el que Berto se garcha al pibe que tiene de rehén en su pieza. El editor fue muy claro: en Polonia están muy mal vistas las violaciones a niños. Le contesté que, salvo en el Vaticano y en todas las sucursales católicas del planeta Tierra, el tema del sexo con menores siempre está mal visto. Y me negué a que cortara algún párrafo, me parecía una idiotez. Le aposté un vodka Búfalo si encontraba algún buen gesto hacia el prójimo en Berto, esa caricatura del odio. Argumentó que dejar ese texto podía influir en las críticas, y hasta podían prohibir el libro. A mí no me importó: había cobrado una suma por toda la edición y ellos lo habían leído antes, qué tanta culpa a posteriori!. Les prohibí terminantemente que lo cortaran: si querían podían no publicarlo como decisión unilateral que yo no iba a apelar. Pero la guita no se las iba a devolver. Al final lo editaron y me mandaron mis diez ejemplares a casa. A simple vista parece que no hubieran tocado nada (conté la misma cantidad de frases). ¿Alguien del público sabe leer polaco?

-Los premios, los concursos y tú tienen una historia de amor y odio. Digo, has ganado varios Premios, reconocidos e importantes, entre ellos el Clarín de Novela y llevaste a la justicia un fallo del Premio Planeta ¿Eres valiente? ¿Te preocupa lo que dicen de ti?

Soy valiente, claro. Y me veo así con orgullo. Pero también me siento humilde -pocas cosas de las que hice como arquitecto o como escritor me resultan realmente importantes o bellas- por lo que jamás me verás escribir “Soy valiente, claro”.

-¿Qué escribes ahora?

Sigo perfeccionando mi libro de cuentos de fantasmas. Se lo dedico a Alejandro Sapognikoff, fino fantasma favorito.

-¿Qué piensas del lenguaje inclusivo?

Lo veo como moda. Tal vez un poco más simpática que otras, porque no se trata de algo comercial sino existencial, aunque a la hora de los postres sea igual de inútil. Hay reivindicaciones de género fundamentales: la del lenguaje es un poco sonsa.

-¿Todo tiempo pasado fue mejor?

El pasado, en un mundo sin memoria, no sirve prácticamente para nada. El futuro siempre es incierto. Solamente queda disfrutar del presente. Empezando… ¡ya!

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