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Federico Jeanmaire: El pudor no es para la literatura

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Federico  Jeanmaire (Argentina 1957)  me dice: “No me leo, me escribo a mí mismo”. Es uno de los mejores escritores argentinos. Ninguno de sus más de 23 libros se parecen por lo que no hay un estilo que caracterice su obra a no ser la fuerza del lenguaje y esa ambivalencia poética que muy pocos escritores pueden lograr, no importa el tema que toque. Ha dado vida a personajes fuertes, singulares, queribles y también odiosos.
Su última novela publicada, altamente recomendable, habla de la vejez. De un hombre que se enfrenta a sus miedos -que son también los nuestros- mientras viaja  por un  escenario aparentemente idílico como es Galápagos, lugar que también desmitifica al igual que a Darwin, el descubridor, otro personaje en su novela: “Darwin o el origen de la vejez”. En este libro también hay una mujer que lo rechaza que se llama Ruth. Ruth existe, es real y lo acompañó en varias de las presentaciones. Quizás  habría que agregar una faja que dijera “Basada en hechos reales” así que me río para preguntarle ¿por dónde empiezo la entrevista? 

Por Claribel Terré Morell

– Sigues pensando que “Con las palabras pasa como con el amor: no se puede jugar hasta aquí nomás”. 

No se puede, definitivamente. Las palabras traen consigo un mundo propio y antiguo y otro mundo, un mundo más personal, que tiene que ver con nuestra historia de palabras. El amor también tiene que ver con lo propio y con lo ajeno. Si bien ambos son espacios de libertad, cuando nos decidimos a jugar no creo que tengan límites.

– Tu último libro habla sobre la vejez. ¿Te fue difícil escribirlo?

No, no fue difícil. El tema es enorme. Universal. Un tiempo que vivimos todos aquellos que no hemos muerto antes de tiempo. Quizá no sea un asunto simpático, de hecho, Simone de Beauvoir escribió, allá por 1970, que casi no existen las novelas que lo traten. También sus dichos estuvieron en el origen de mis ganas de escribir la novela.

– ¿Qué ha pasado con el escritor “De un profundo vacío en el pie izquierdo” al de hoy con  más de 20 libros publicados? En estos años ¿pensaste dedicarte a otra cosa?

No, todavía no me he aburrido de escribir. Para eso, intento no repetirme, buscar siempre algo que me parece no haber escrito antes. Puede fallar, pero el intento es aquello que me permite seguir teniendo ganas de hacerlo.

– Especialista en El Quijote, dicen todas tus biografías. ¿Eres Quijotesco? o  ¿Más bien Cervantino?

Soy cervantino. Muy. El adjetivo “quijotesco” se presta a equivocaciones. Desde el romanticismo su sentido se ha llenado de heroísmo justiciero y político. No deja de ser una paradoja quizá provocada por la escasa lectura del texto: en realidad, el Quijote está loco y lucha contra cualquiera que se encuentra en el camino.

– Hay un estilo muy tuyo a la hora de escribir. Hinde Pomenariec señaló sobre ti: “tras una aparente sencillez esconde algunas de las apuestas más audaces de la literatura argentina”. ¿Te lees a ti mismo? ¿A quién nunca dejarías de leer?

No me leo, me escribo a mí mismo. Busco formas y busco palabras. Trabajo. Mucho. Lo sencillo de la escritura creo que esconde la dificultad de la significación, una tarea que siempre debe realizar el lector. Nunca dejaría de leer a Cervantes, a Sarmiento, a Borges, a Di Benedetto y a etc. y etc.

– ¿Te gustan los premios? Has ganado varios premios literarios importantes, Premio Clarín por (Más liviano que el aire) Premio Emecé por (Vida Interior) Premio Unicaja Roberto Quiñones por (Darwin y el origen de la vejez). Imagino que no te pone nervioso todo el proceso que acompaña presentarse a un premio, el jurado…

He perdido más premios de los que he ganado. Pero, cada tanto, me gusta insistir. Los premios suelen ubicar los libros en una mejor posición dentro de la infinita cantidad de libros que uno puede encontrar en cualquier librería. Mejor posición implica más lectores, de ahí mi insistencia con los premios.

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– Una vez afirmaste: “Me gustaría que el lector leyese mis novelas con la misma libertad con que yo las escribo”. ¿Tienes un lector ideal? Pienso en las  repercusiones, algunas airadas, de varios de tus libros como: Una virgen peronista, Fernández Mata a Fernández, Wërra, Amores enanos, Las madres no les decimos esas cosas a las hijas

Mis novelas pueden gustar mucho o pueden disgustar enormemente, Y eso me encanta. Incluso hay lectores a los cuales les gusta una y no les gusta otra. No tengo un lector ideal, aunque mis novelas exijan, de algún modo, cierta necesidad de significación que obliga a tomar partido, a favor o en contra.

– Tienes dos libros muy bien escritos y muy irreverentes sobre Cervantes (Miguel) y Sarmiento (Montevideo), dos de los personajes históricos que has dicho admirar.  El otro es el cubano José Martí. ¿Pensaste escribir sobre él?

No, no lo pensé. Me encanta la manera en que Martí va del párrafo extenso a la oración que se lee como un martillazo. También su poesía y, sobre todo, su trabajo con la lengua coloquial. Pero no, no pensé en escribir sobre él, sé muy poco de su vida.

– El parricidio literario no te es ajeno. Escribiste Papá, una novela sobre tu familia y en especial sobre tu padre. ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué fue lo más difícil? ¿Cómo trabajaste la decisión de prescindir de la opinión de los involucrados?  ¿Intentaste buscar una voz justa? ¿Qué es el pudor para ti?

Escribir Papá fue una necesidad. O varias. La empecé a escribir en medio del dolor de saber que mi padre estaba enfermo y que esa enfermedad era terminal. Escribir en medio del dolor, eso fue lo más difícil. Además, por supuesto, de recordar y poner en su lugar algunas cuestiones de nuestra difícil situación. No tuve en cuenta la opinión de los demás miembros de mi familia ni de nadie, quise escribir sobre él y yo, lo demás quedó afuera. El pudor es algo para la vida, supongo, no para la literatura.

-¿Qué opinas del lenguaje inclusivo?

Me parece un intento muy interesante de politizar la lengua. De marcarla en sus desigualdades genéricas. Una linda lucha. Sin embargo, no creo que vaya a provocar cambios significativos, las lenguas se modernizan a partir de hacerse más fáciles, nunca más complicadas y un neutro sería una complicación enorme para el castellano.

– ¿Y de las camarillas literarias?

Bueno, hay camarillas en casi todos los oficios. En literatura, la camarilla funciona bajo un precepto para mí erróneo, sumándose, los que participan de ellas suponen que el museo será para todos por igual, algo que nunca ocurre.

-¿Te interesa la política?

Me interesa un montón. En lo privado. Aunque no me interesa hacer público ese interés. Salvo, claro, cuando lo político interviene en la lengua o cuando escribo.