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El Golem… ¿Estará ahí?

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Por Claribel Terré Morell

Todo es extraño en Praga o, si usted prefiere, nada es extraño. Cualquier cosa puede ocurrir.
Borges

En Praga hay mucho frío y una lluvia tenue moja las calles de Josefov, el barrio judío en Staré Město, la “Ciudad Vieja”; frente al antiguo cementerio hay una discreta fila de turistas y judíos ortodoxos que esperan para entrar. Unos y otros visten de negro. Los turistas usan unos modernos abrigos, largos y ligeros, los llamados de pluma que abrigan sin que se sienta su peso y los ortodoxos su vestimenta habitual: camisa blanca, el sobretodo negro, de paño pesado que les llega hasta los tobillos. Entre los turistas hay hombres, mujeres y niños. Los ortodoxos todos son hombres.   
Un poco más lejos estoy parada yo, frente a la Sinagoga Staronova (Vieja-Nueva), construida en 1270, la segunda más vieja de Bohemia y la más antigua de Europa. También espero. Soy una mujer adulta en busca de una de las leyendas de su niñez.

Por Claribel Terré Morell

La Sinagoga Vieja-nueva es la única que no entra en la entrada conjunta para visitar las sinagogas y el cementerio del barrio judío. El día anterior no entendimos los que nos decía el chico que vendía las entradas y no la compramos. Hemos vuelto para ser los primeros en entrar. El precio es más caro que el resto de todo lo demás. Intento preguntar el por qué, pero nadie parece entenderme. Supongo que es porque dicen que ahí habita el Golem, esa criatura que carece de alma y que cobra vida gracias a la fuerza mágica del nombre de Dios.

El primer día en el cementerio judío, que estuvo en uso entre los siglos XV y XVIII, encontré la   tumba del Maharal de Praga o el Cabalista, el gran rabino Judá Loew Ben Bezalel, o Rabino Jehuda Löw Ben Becadel. Los que esperan a que se abra el cementerio seguro se acercarán a su tumba y pondrán piedritas, monedas y hasta algunos pedidos. Sabrán que es esa por el león tallado en su sepultura o porque la aplicación digital que pueden bajar gratuitamente, se los dirá.

El rabino Loew fue un hombre real. Vivió entre 1512-1609.  Su nombre está ligado a la ciudad, donde se le venera y se le teme. Rabino, astrónomo, filósofo,  observador de las ciencias naturales y aficionado a la magia y  estudioso de la cábala, compartió amistad con Tycho Brahe y Johannes Kepler, los astrónomos que, al mismo tiempo que Galileo y siguiendo a Copérnico, probaron que no solo la Tierra giraba alrededor del Sol, sino que una multitud de sistemas solares y planetas poblaban el cielo infinito. Para los cabalistas no fue una revelación. El Zohar, o Libro del esplendor, obra emblemática de la Cábala, redactado, según se cree, en la España del siglo XIII por Moisés de León, ya hablaba de ello.

También fue amigo del rey Rodolfo II, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Rey de Hungría y Bohemia, Archiduque de Austria ante el cual intervino en tiempos en los que las persecuciones antisemitas se multiplicaban y los judíos de Praga corrían mayor peligro.

Se dice que fue el artífice de varios milagros y que es el padre del Golem más conocido, el que lo hizo aparecer al pie de esta misma sinagoga donde estoy hoy. La construcción de un Golem según las tesis cabalísticas exige a su autor haber alcanzado un cierto grado de plenitud en lo concerniente a la santidad y la capacidad de dar vida a través de las palabras. Solo unos pocos pueden lograrlo. La leyenda dice que el rabino Loew pudo.

En los días que llevamos en Praga he visto la escultura que lo reproduce delante del viejo ayuntamiento judío donde ha sobrevivido sin jamás ser mancillada. Obra del escultor checo Ladislav Šaloun en 1917, la respetaron los nazis alemanes durante la II Guerra Mundial y los soviéticos cuando ocuparon el país.

Cuando era niña lo imaginé de otra manera.

LA HISTORIA SOBRE EL GOLEM QUE A MI ME CONTARON

En un tiempo muy lejano, por allá por el siglo XIV en la lejana Bohemia, había un Golem, un gigante muñeco de arcilla hecho con el barro del río Moldava que carecía de alma y cobraba vida gracias a la fuerza mágica del nombre de Dios o de algunas palabras hebreas. El Golem podía hacer cualquier cosa, menos hablar bien, cuidaba a los judíos de Praga de las persecuciones y de las acusaciones de la época. Era tan alto que para mirar su cara todos debían levantar la cabeza hasta que esta casi tocara los hombros y su fuerza era la mayor del mundo. Nunca se cansaba y trabajaba sin parar. Solo descansaba el viernes por la noche y el sábado.  Quien lo había creado, conocido como el Maharal de Praga, el rabino Loew lo hizo en una ceremonia secreta, tras leer muchos libros y encontrar las palabras mágicas, para defender a sus hermanos de religión amenazados.

Siete vueltas alrededor de él le confirieron el poder del fuego y otras siete el del agua. El propio Maharal dio la última vuelta y le infundió vida introduciéndole en la boca una pequeña tira de pergamino con el shem, un nombre, que no se sabe si fue el de Dios o una palabra determinada.
Un día, un olvido del Maharal hizo que el Golem no obedeciera órdenes y se convirtiera en un peligro. El rabino con lágrimas en los ojos salió en su búsqueda y cuando lo encontró metió sus manos entre los dientes donde estaba el shem que era quien lo mantenía con vida y se lo quitó. El gran Golem se desplomó.
Desde entonces sus restos convertidos en polvo yacen detrás de una puerta en una sinagoga en la vieja Praga. Pero un día, dicen, resucitará…

El Golem, pura fuerza sin boca, pues el Verbo solamente le corresponde a los hombres, es una de las frases que más he escuchado en estos días al igual que las versiones, sobre cómo fue la creación y el final del Golem de Praga. Algunos me dicen que el Golem no podía hablar, otros que sí hablaba pero lo hacía mal.

Las versiones más oídas, son dos. Una es la que siempre escuché de niña en la que el rabino tuvo que arrebatar el pergamino con la fórmula mágica de entre los dientes de este, y otra es la que habla de cómo le borró la palabra divina de su cuerpo. Jehuda Löw eliminó la letra aleph “א”, la primera del alfabeto hebreo y que simboliza el inicio de todas las cosas de la palabra EMET, verdad, dejando solo el vocablo MET que significa muerte.

En las tiendas de souvenirs que abundan por toda la ciudad aparecen unos y otros, pero creo percibir que son más los que llevan la letra escrita. En mi casa de Buenos Aires hay uno con la letra sobre la frente.

Los guías turísticos de Praga, son los que suelen hacer más versiones de la leyenda del Golem. Lo cierto es que su asociación con la ciudad de Praga surgió en el siglo XIX. El austríaco Franz Klutschak, periodista y estudioso del folclore, publicó en 1841 una historia sobre el tema en una revista praguense. Más tarde en 1847, el médico y folclorista judío Leopold Weisel recogió otra versión. Fue en 1909, cuando el rabino y juez judío residente en Varsovia, Yudl Rosenberg, introdujo el secuestro del niño cristiano.

Las referencias al Golem abundan en la literatura y en la vida. Hay un libro, El Golem del checo Gustav Meyrink (1915) que se dice fue uno de los primeros best seller de la literatura mundial. El alcance de su novela fue tal, que incluso Lovecraft lo menciona en más de una ocasión en su ensayo “Horror sobrenatural en la literatura” (1945). El argentino, Jorge Luis Borges, escribió un poema con su nombre, se dice que es uno de los mejores escritos por él. En 1970, Borges vuelve sobre la figura del Golem en su cuento Guayaquil, de El informe de Brodie.

Sobre el Golem de Praga, se dice que fue el precursor de Frankenstein, se habla de películas como Terminator, Blade Runner y Matrix, por citar casos muy conocidos, que Goethe se inspiró en la sinagoga Staronova para escribir El aprendiz de brujo, todas influencias reconocibles. También se habla de un hecho real. De cuando Hitler aceptó un plan para revivir el Golem de Praga y utilizarlo como soldado en la Segunda Guerra Mundial.

 EL Comando Golem

El llamado carnicero de Praga, Reinhard Heydrich, también conocido como “el verdugo de Hitler”, el principal ideólogo de la “solución final”, que promulgaba el fin de los judíos en el mundo y culpable del exterminio de millones de personas,  dirigió un pelotón llamado “El comando Golem” con la misión secreta de apoderarse de los restos del Golem que supuestamente están en la sinagoga desde que el Rabino Loew lo convirtió de nuevo en barro. Su tarea era llevarlos hasta Berlín, al cuartel general del Estado Mayor del Tercer Reich.  Las versiones cambian pero coinciden en algo: no lo pudieron encontrar. Se cuenta de dos altos oficiales de la SS que entraron en la habitación prohibida de la sinagoga y nunca más volvieron a  salir. Desparecieron sin dejar huellas. Otra versión dice que el Comando Golem fracasó porque no pudieron encontrar la melodía que acompañaba las palabras pronunciadas por el Maharal, el día de la creación del Golem de Praga.

Praga nunca fue bombardeada por los nazis durante la II Guerra Mundial. Se dice que Hitler sentía un especial embrujo por la ciudad en la que los nazis quisieron hacer un “Museo exótico de una raza extinta”, que se inauguraría el 3 de agosto de 1942.  Para ello, se catalogaron más de 200.000 objetos que fueron guardados en el barrio Josefov en el Museo Judío de Praga.

Sin embargo Praga sí fue bombardeada y fue escenario de una de las mayores matanzas de civiles durante la Segunda Guerra Mundial  por el ejército aliado de los Estados Unidos. Hoy se discute si realmente fue una equivocación de los pilotos que confundieron Praga con Dresde, la ciudad alemana cercana a solo 150 kilómetros.

De Golem

Se dice que Adán fue el primer Golem.

La palabra Golem aparece en la Biblia, en Salmos 139:16, donde significa “mi forma sin conformar”.

La primera mención sobre un Golem data del siglo II D.C. y la recoge Abraham Bibago, filósofo y teólogo judío que vivió en Aragón a mediados del siglo XV.

Durante la Edad Media, la obra cabalística Sefer Yetzira (El libro de la Formación) se convirtió en la principal fuente sobre las fórmulas mágicas concretas que permitían dar vida a un Golem.

Comienza a nevar. Hemos visitado y conocido la historia de las seis sinagogas de Praga. La Alta, Klaus, Maisel y Pinkas, todas del siglo XVI, también por la Sinagoga Española, hecha en el siglo XIX. En la puerta de entrada de la Sinagoga Vieja-Nueva (Staronová Synagoga, la más antigua de todas, siglo XIII,  siento eso que se llama el peso de la historia. Es algo que no puedo explicar. Del viejo gheto queda muy poco. La mayoría de las casas de la judería fueron demolidas siglos atrás y hoy rodeando las sinagogas, hay edificios modernos y tiendas de marca como Dior, Prada y Louis Vuitton.

Si camino recto puedo llegar al río Moldava, al sitio justo en el que un guía me acaba de decir que sacaron el barro para construir el Golem. Sé que me miente, pero iré. A punto de seguir, alzo la cabeza y me pregunto ¿Por qué hay una escalera en la fachada exterior de la Sinagoga Vieja Nueva que se acaba a media altura? Entonces recuerdo que Borges escribió: “Todo es extraño en Praga o, si usted prefiere, nada es extraño. Cualquier cosa puede ocurrir.”

 

El Golem
Jorge Luis Borges

Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de ‘rosa’ está la rosa
y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.

Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.

Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.

No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.

Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,

la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
de las Letras, del Tiempo y del Espacio.

El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.

Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

(El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem;
estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)

El rabí le explicaba el universo
“esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga.”
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.

Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.

Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.

Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)

Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.

El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. ‘¿Cómo’ (se dijo)
‘pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?’

‘¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?’

En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?

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