CARGANDO

Buscar

Agustina Larrea: No existe la relectura, lo que existe es la lectura

Compartir

Por Valeria S. Groisman

Foto: Alejandra López

Agustina Larrea (La Plata, 1982) es, ante todo, lectora. Vive leyendo; leyendo vive. El orden da lo mismo. Importa que es una lectora agudísima, avezada, sagaz. Todos adjetivos que ella misma podría llegar a utilizar en alguno de sus cuentos. Palabras que vienen de otros tiempos, que ya casi ni se usan en la conversación apocopada de la red, que se miran de reojo como cosa vieja, y con las que Larrea revela su destreza para recuperar como retazos el lenguaje jugoso y vivo del pasado.

De profesión, periodista. Larrea estudió en TEA (Taller, Escuela, Agencia), donde luego dictó clases durante años. Formó a cientos de jóvenes -y no tan jóvenes- aspirantes a periodistas y los animó a seguir escribiendo a pesar de las épocas, a pesar de las crisis, a pesar de la precarización paulatina de una profesión que es más pasión y oficio que trabajo. Coautora, con Tomás Balmaceda, de Quién es la chica. Las musas que inspiraron las grandes canciones del rock argentino (Reservoir Books, 2014), Antártida (Ediciones B, 2021) y Poncho y la tormenta del fin del mundo, Larrea también se desempeña como editora, periodista cultural y es la autora del newsletter de culto “Mil lianas”, que nació en elDiarioAR y aunque sigue allí alojado ya tiene alma propia.

Sobre su flamante Los cuidados (Paripé Books), su primer volumen de cuentos, hablamos una mañana de octubre en el Museo Evita, en la ciudad de Buenos Aires, al resguardo de un árbol altísimo y su reluciente follaje de primavera.


Cuando leía Los cuidados me parecía estar leyendo voces que venían de otra época. Me encontré con mucho del vocabulario de nuestras abuelas o tías abuelas, de ese mundo que de a poco se va a ir perdiendo si no lo rescatamos del olvido. ¿Ese tono nostálgico fue algo buscado o se fue dando?

No podría decir si hubo efectivamente una intención, pero sí pude comprender, y todavía más una vez que (el libro) estuvo escrito y casi te diría publicado, que hay universos que a mí me atraen mucho y muchos están anclados en un pasado. Un pasado que a veces es un poco más cercano a nuestro tiempo y otras veces que viene de muy atrás. Tal vez (esos universos) vienen de memorias de otros, que me han contado algo, o puede que vengan de algo que yo escuché o que se replicaba mientras yo crecía.

Yo los llamo recuerdos prestados. Es lógico preguntarse por qué algunos recuerdos pasan de generación en generación y otros no. ¿Qué hace que ciertos hechos resulten memorables? Eso es algo que también sobrevuela en tu escritura.

Mientras escribís a veces se te aparece una memoria prestada, como decías vos, y eso me insiste como pregunta y también me parece súper atractivo. También me parece atractivo cuando esa memoria empieza, espero que sea dentro de varios libros más, a irse o a adaptarse todavía más. Eso de acordarme de personas o situaciones del pasado siempre fue algo, un tema para mí, un asunto, no me gusta hablar de tema, algo en lo que pienso. ¿Por qué yo me acuerdo de ciertas cosas y todos los que vivieron conmigo, mi familia completa, las olvidó?

Supongo que a veces la respuesta a esa pregunta es el secreto o lo no dicho. “De eso no se habla”, y sin embargo, se habla de eso, pero a escondidas. En Los cuidados se percibe un clima de misterio alrededor de algunos hechos del pasado que se eluden. ¿Lo pensaste como un denominador común?

El libro es mi primera experiencia en este rubro y, a medida que va pasando el tiempo y que se suceden las lecturas o los comentarios de quienes leyeron Los cuidados, aparecen este tipo de líneas o recurrencias que para mí no son para nada nítidas cuando estoy escribiendo. Yo celebro estos hallazgos de los demás porque me hacen notar que eso que hacemos –en mi caso, escribir cuentos– nos excede, crece, se expande y va más allá de nosotros y nuestras capacidades. En un mundo que pide certezas las 24 horas, que eso que hago a tientas, sin ningún tipo de plan o previsión recorra esos caminos inesperados me da mucha alegría. Diría que es casi como un milagro en el que, aunque suelo ser muy escéptica, elijo creer. Yendo puntualmente al secreto o a lo no dicho que planteás en tu pregunta: quizá intentar mirar un poco por ese lado sea para mí una forma oblicua de transitar estos tiempos ruidosos que demandan estar todo el tiempo “diciendo” cosas desde la certeza. El secreto o, mejor, el sigilo, se abre como un intersticio que me resulta poderoso a la hora de narrar porque, lejos de un decir cerrado, abre mil posibilidades. Un desvío del lenguaje que, lejos del mutismo, resulta muy elocuente. ¿Qué se puede escuchar ahí donde pareciera haberse corrido o desviado un poquito la lengua? Como nos enseñó Charly García y nos tatuó para siempre a varios en nuestra educación sentimental: “El silencio tiene acción”.

Hablábamos del lenguaje de un pasado cercano o no tan cercano, de abuelas o tías abuelas o bisabuelas, y pensaba en el título del libro. El cuidado era algo muy anclado a esas mujeres que estaban en su casa, que se ocupaban de todo y de todos. Se me ocurre que tu libro puede leerse como una especie de reivindicación del cuidado. Sobre todo hoy, pensando en la recuperación del valor de las tareas que permanecieron durante siglos, diría, negadas o desvalorizadas. ¿Hay algo de eso? ¿Cómo llegaste al título?

El libro tuvo durante mucho tiempo un título distinto y fue, otra vez, un hallazgo de otra persona que lo leyó y unió, digamos, esa línea de puntos que para mí no era para nada clara hasta que me lo planteó. Fue mi editor, Andrés Gallina, quien vio que en todas las historias aparecía algo de esa índole: una niñera, enfermeras, una abuela que se hace cargo de un nieto cuando los padres desaparecen, ¡incluso un cuidador de autos bastante sospechoso! Pero, otra vez, yo no vi esa insistencia para nada, fue Andrés quien la marcó y tuvo la enorme generosidad de decirme “¿y si buscamos un título que vaya en la dirección de las tareas de cuidado o del cuidado?”. Esa lectura me llevó, más que a la línea más actual de lo que se conoce hoy en día como “tareas de cuidado”, a pensar en “los cuidados” también como una zona ambigua, para nada excluyente y hasta un poco patinosa. De hecho, en estos relatos, pensando ahora en esa clave, creo que resuena la pregunta de quién cuida a quién en el fondo. Pensé entonces que Los cuidados respondía a esa ambigüedad: podían ser efectivamente las tareas, pero también las personas cuidadas. A la vez, también en muchos casos, los cuidados podían pensarse como una advertencia en plural, como cuando alguien te dice “ojo con tal cosa”, “cuidadito que”.

¿De dónde viene la foto de la tapa?

La foto de la tapa es mi madre. Es mi madre de chiquita.

Es muy parecida a vos. Mejor dicho: vos sos muy parecida a ella.

Sí. Tiene su historia. Es de 1957, ella fue una de las niñas del polio. En la epidemia de polio hay como varias oleadas, pero una, que azota la provincia de Buenos Aires, se da justo cuando mi madre nace. Ella tiene polio, pero después se cura, es una cosa muy increíble. Cuando pensábamos la tapa, nos gustó la imagen de una persona de pie, esa cosa infantil, y con algunos objetos anacrónicos. Y lo que pasó (con la foto) fue que durante muchos años la casa familiar de mi mamá, que era hija única, estuvo un poco cerrada, un poco descuidada. Era una casa de pueblo y, cuando sus padres fallecen, le quedó a ella. No mucho tiempo atrás, un primo rescata, entre las pocas cosas que puede rescatar, una caja de fotos. Como era hija única le sacaban fotos todo el tiempo, era la reina. Esta es de un acto escolar. Como te decía, me gustó verla de pie. No sé, como que había algo de ese mundo del que hablo, creo que está bastante vinculada a los escenarios o a las imágenes que trae el libro en general.

Es preciosa la foto.

Un hallazgo. Por supuesto que ella aceptó que yo la. use. Y ahora está chocha. La gente le escribe. Sus amigas, sus colegas le dicen “compré tu libro”.

Tu mamá se siente la protagonista (nos reímos), y en cierto sentido lo es. ¿Cómo te diste cuenta de que tenías los cuentos suficientes y necesarios para dar forma a un libro?

La mayoría de las imágenes que dieron pie a estos cuentos me acompañan desde hace muchísimos años. Pero fue recién en 2018 cuando empecé a notar que quería darles algún tipo de forma desde la escritura para que finalmente se convirtieran en cuentos. En 2020, con la pandemia encima, todo eso se acomodó y se convirtió en lo que hoy es Los cuidados. Algunos los fui trabajando en paralelo, otros de manera individual. “Colección”, el cuento que abre el libro, es el último que escribí, con todos los demás ya cerrados de alguna manera. Cuando percibía que lo estaba terminando, me di cuenta de que ahí era momento de parar. No sé bien por qué, pero fue como un tironeo, un “hasta acá”, una sensación física. Tal vez tuvo que ver que en ese tiempo empecé a pensar en otras imágenes que espero, algún día, puedan volverse nuevos relatos.

¿Hay algún personaje del libro con el que te hayas encariñado más que con los demás? ¿Alguno que te haya costado soltar? ¿Y por qué?

No había pensado en esto para nada y me encanta hacerlo a partir de tu pregunta. Siento que cada uno de ellos, ahora que lo planteás, se asemeja a esa gente que conocés de manera circunstancial en un viaje o esos momentos en los que el tiempo o lo que nos rodea se vuelve medio insólito, se enrarece, se sale de lo familiar. ¿Te pasó alguna vez de viajar a algún lugar y fantasear con la idea de quedarte ahí a vivir o imaginarte eventualmente en esos lugares armando una vida? Ahí, en esa vida potencial, además del lugar, me gusta siempre ubicar un elenco posible, ponerles cara o roles a esas personas que te rodean circunstancialmente. Porque además se arma una intimidad o una cercanía con gente que, si no fuera por esa cosa artificial o forzada del viaje, no habría llamado tu atención o no habrías reparado en ella. Escribir, entonces, se vuelve como una especie de evocación de un viaje que pasó y que tuvo a una serie de personas extrañas como protagonistas. Volvés en la memoria a particularizarlos, a verlos, a escucharlos en lo que dicen y, como comentábamos antes, en lo que callan. Me gusta eso, me gusta pensar ahora en los personajes como extraños que te cruzaste alguna vez en algún lugar remoto y se quedaron en vos para siempre.

Una pregunta que siempre hago, ¿tres libros que recomendarías?

La Circunstancia, de Jorge Consiglio. Para mí es el libro del año. Hablando de los libros del año. Pero este es un libro de verdad. Tiene una cosa extrañísima el trabajo que hace con la voz, con la cabeza de la protagonista. Es arrasadora, es loca, es muy graciosa. Cruza campo y ciudad, y eso está súper interesante. Es un libro que me gustó mucho. Ahora, por una cosa que me pidieron y para el que estoy buscando unas citas de infancia, volví a leer El entenado de (Juan José) Saer y dije “no, esto es una locura”. Yo no sé si es que me lo había olvidado por completo o me había quedado con una sensación distinta… Es un libro para mí muy de temperatura. ¿Cómo se puede escribir así? Nosotros nos tenemos que dedicar otra cosa. Increíble esa forma de moldear el lenguaje, es como que no para y a la vez es súper detenido también. Me volvió loca.

¿Leés ensayo?

Sí, a veces por trabajo, la verdad, pero ahora justo estoy escribiendo, estamos con una colega escribiendo unos ensayos, entonces ahí voy…  En este caso son de fotografía, así que estamos con Susan Sontag, que es como el canon de los libros fotográficos. Estoy con Sobre la fotografía.

Gran libro.

Ah, y ya que estamos, se acaba de editar un libro de Aurora Venturini, Impresiones de una directora de escuela.

Ya el título es una preciosura.

¿Quién se anima a escribir así con ese desparpajo, con ese delirio? Hay momentos delirantes y muy graciosos. Hay un trabajo de lo cómico que es como del absurdo. Eso a mí me parece extraordinario.

Ya habías leído algunos de estos cuentos…

Sí, algunos, pero para mí no existe la relectura. Existen las lecturas.

Y estos cuentos, que tuve el placer de leer yo también, tienen mucho en común con tu libro.

Bueno, es como que ahora me agarrás empapada de estos universos que me vuelven loca.

Locura de las lindas. ¿En qué estás trabajando ahora?

Trabajo como periodista en elDiarioAR, allí cubro noticias del ámbito cultural y escribo el newsletter Mil lianas. Hago otras tareas vinculadas con la lectura, con la redacción y con la edición de textos, porque la crisis que estamos atravesando en el país hace que no pueda vivir de una única tarea. Por otro lado, estoy trabajando también en un libro de ensayos para la editorial Siglo XXI con Florencia Angilletta, una escritora y amiga que admiro profundamente. En paralelo, también empezaron a aparecer, como decía antes, algunas imágenes y posibles cruces que tal vez, con el tiempo, decanten y se conviertan en nuevos cuentos. Otra vez: elijo creer.