¿Qué lees ahora?
Ahora mismo, novelas ligeras, o no tanto. Una de Don Winslow sobre el narcotráfico; otra de Philip Kerr sobre los refugiados nazis en Argentina; una de Benjamin Black sobre el asesinato de un cura pedófilo… y mi propia novela en revisión final, que debo leer una y otra vez hasta que no la resista más y me diga: he terminado.
Pero quiero contarte algo. Cuando estoy escribiendo novelas necesito leer a autores que me comuniquen algo, con los que encuentre empatías profundas, que me enseñen cómo debería ser capaz de escribir yo si tuviera el talento de ellos. Por eso releo a determinados autores, pues voy sobre seguro. No obstante, me encanta hacer descubrimientos, encontrar escritores que no conocía pero me dan ese mismo impulso.
No siempre es posible, pero cuando descubro, digamos a un Michel Houellebecq, un Jonathan Franzen, un Keigo Higashino, un Jonathan Littell o un Vasili Grossman (todos leídos en la última década), pues siento que eso que se pudiera llamar mi poética encuentra la satisfacción de la complicidad.
Leo todo lo que puedo, con preferencia a los buenos autores de mi lengua, pues con ellos siempre aprendo a escribir mejor. Y me acerco a ellos con toda la modestia del mundo, siempre dispuesto a recibir lecciones que me pueden servir para hacer mejor lo que pretendo, o sea, escribir.