¿Qué puede surgir de sociedades rotas donde las personas viven tomadas por las deudas, por la precarización de su vida laboral y por la híper fragilidad de los vínculos? ¿Qué héroes y monstruos pueden surgir de ese agobio permanente? Los procesos sociales y las transformaciones actuales no pasan en vano en nuestro cuerpo. Provocan novedades e impulsos narrativos e imaginarios. Algo se va metabolizando lentamente. La subjetividad se transforma en las trincheras (micro)sociales y allí, sin desearlo ni diseñarlo, aparece la necesidad que todo cambie de rumbo. Un golpe en la mesa. Empezamos a imaginar, buscar o retratar un “capitán” que nos saque de la tormenta. Un héroe que traiga justicia -un Arcángel San Miguel- o un monstruo que prenda fuego todo. Un Godzilla. Un King Kong que se lleve a alguien y todo termine. Que alguien pague por tanta dolencia y frustración. En este sentido, no hay nada más potente que las imágenes y pensamientos nítidos. Sobretodo, en sociedades polarizadas.
Goya ante la crisis provocada por los ejércitos napoleónicos y los debates filosóficos escribe en uno de sus grabados de 1799 “el sueño de la razón produce monstruos”. El pintor español hace un autorretrato donde se lo ve que mientras duerme emergen esas figuras atemorizantes. Monstruos necesarios, según Goya, para impulsar la creatividad y como advertencia de lo que somos capaces de imaginar. Animales feos que solo surgen cuando la razón “se apaga”. Pero más allá de la discusión entre razón y monstruos, lo relevante es que estos aparecen, de la misma manera que emergen héroes con sus espadas justicieras. Surgen en momentos convulsos y desestabilizados. Eso sí, y esto podemos agregar nosotros, todos estos (héroes y monstruos) con una razón y no enfrentada a ella. La pintura de Caravaggio (1571-1610) es otra que está poblada de seres tenebrosos. Su gran pintura, la cabeza de Medusa se la observa gritando y retorciéndose cuando es decapitada. El monstruo aparece aquí cuando algo se corta. Cuando duele. Caravaggio tiene una obsesión por las cabezas cortadas. La cabeza de Juan el Bautista, por ejemplo, en manos de Salomé. Su tenebrismo es infinito y nos indica hasta qué territorio pueden llegar nuestras imaginaciones.
“Cabeza de medusa” – Carvaggio
“El gran macho cabrío” – Goya
El declive de la economía, epidemias y hambrunas en reinos y repúblicas en Italia y sus asedios de potencias extranjeras suscitan pensamientos oscuros. Inclusive siglos antes podemos encontrar lo monstruoso en la Alegoría del buen y mal gobierno en las pinturas de Ambrogio Lorenzetti (1290-1348).
Cuando todo se desestabiliza emergen imaginaciones y narrativas que buscan reparaciones y venganzas. Que alguien clave el cuchillo en la tierra.
Las pinturas y lenguajes políticos sobre héroes y justicieros podemos encontrarlos en demasía. Desde textos sagrados, pasando visualidades de líderes proveedores de justicia hasta la literatura de los súper héroes.
¿Qué es lo interesante de todo esto? Que héroes justicieros y monstruos aparecen como narrativas e imágenes cuando lo social tambalea, cuando se agazapa en grandes dosis el dolor social y el agobio.
Todos nosotros, como las sociedades – en determinados momentos- tenemos y tienen un menú imaginario y memorial para que la situación termine, para que se produzca un golpe de timón. Nuestra historia está plagada de esas imágenes y referencias.
¿Qué héroes y monstruos surgirán en el futuro próximo? ¿Con qué “soñarán” los endeudados? ¿Y aquellas personas rotas y fragilizadas? ¿Y quiénes están tomados por trabajos que no les permiten vislumbrar progresos?
Un sueño, una imaginación o emoción pueden impulsar una búsqueda artística o política. Una búsqueda frenética pero silenciosa. Hay una mayoría de imaginaciones silenciosas y poco detectables que se traman sin cesar.
¿Qué héroes y monstruos imaginamos o imaginarán las narrativas (literarias, políticas, sociales) para salirnos de aquí? A veces las fantasías sociales pueden volverse reales. No hay que desmerecer lo que puede crear la convulsión de lo real, el dolor social y el agobio. No hay que minimizar el peso de lo cotidiano ni la capacidad imaginaria de las vidas singulares. Porque, mientras todos dormimos o interactuamos, incubamos héroes o monstruos. Y como a veces somos tan plásticos nuestros héroes pueden tener algo de tenebroso o nuestros monstruos pueden tener algo de justicieros.
El héroe justiciero o el monstruo (o sus posibles hibridaciones) viven agazapados en subjetividades prendidas, apagadas o quemadas y, a veces, salen a pasear.