Pienso que la historia es una edificación colectiva y, desde luego, subjetiva. No hay nada como una “cosa” externa llamada “historia”, como postula generalmente el marxismo. Precisamente por eso que comentás, lo que han hecho las redes y el mundo de la comunicación masiva digital no solo aporta una multiplicidad de perspectivas, sino que, precisamente por ello hacen imposible el pensar una historia lineal unívoca. La pluralidad de historias inmediatas, por su fugacidad, dan la sensación del “no tiempo” y, como tal, pareciera que no pasa nada trascendente, o lo que pasa no se recuerda en las consciencias colectivas: Facebook, TikTok, Instagram y otras plataformas similares no construyen memoria, sino momentos insustanciales, donde todo transcurre de modo líquido e infinito. Por lo tanto, más que en un cambio de la época, creo que da para pensar en un deceso de la historia. Con respecto al poder y al uso del control, indudablemente, ahora las “sociedades disciplinarias” son mucho más eficientes que antes. No solo hemos perdido la historia, sino que hemos perdido nuestra capacidad de observar en función de querer ser observados. Es cierto que hay una tiranía de los grandes medios de comunicación como constructores de la realidad, pero también hay una tiranía del yo, donde el poder ha pasado al individuo como creador de sus propios contenidos y aquí se pretende una exacerbación de sí mismo, y justamente por esa necesidad de aparecer en una pantalla, también hay una des-habitación del sujeto.