Pérez Reverte alumbró una novela bella y terrible en su tragedia, incluso el punto de vista del narrador lo aleja de su realidad como corresponsal de guerra, un oficio que está en su hoja de vida, y que le valió en su momento alguno que otro rechazo por parte de sus colegas mujeres. Al referirse a esa “memoria ideológica” que rechaza para contar la Guerra Civil Española en Línea de fuego (Alfaguara), Pérez Reverte subraya que “no puede haber comprensión sin conocer la historia de quienes combatieron como soldados en tan siniestro desastre. Lo que en mi opinión define con más exactitud la tragedia, lo que ofrece lecciones muy duras y a veces admirables son los hombres y mujeres que pelearon en los frentes de batalla. Fue allí, en las trincheras, donde más víctimas hubo de tan sangriento disparate. La intención fue dar voz a quienes, en ambos bandos y fusil en mano, pasaron hambre, frío y miedo, resultaron heridos o perdieron la vida, quemaron su juventud y luego fueron olvidados. Quise acompañarlos y no escribir otra novela sobre la Guerra Civil, sino la novela de quienes, de grado o a la fuerza, lucharon de verdad. Y lo hice para que no se los confunda con los miserables y los asesinos que vivían de dar discursos y alzar la voz en mítines, cafés y burdeles lejos de los tiros, o paseaban pistola al cinto, camisa azul de falangista o mono de miliciano, ajustando cuentas, robando y asesinando sin riesgo y sin decencia”.