Todas las imágenes cortesía Nicola Verlato (Roma)
ESPECIAL PARA REVISTA
BE CULT
Por: Dr. Paco Barragán
El estudio de las grandes narrativas es un tema fascinante. No solo por su uso y relevancia conceptual, sino también porque en el fondo, creamos en ellas o no, una sociedad no puede existir sin grandes y pequeños relatos.
Como intentaré argumentar aquí: ¿qué sentido tendría levantarte por la mañana y mirar a los ojos a ese avatar que te acecha desde el intramundo del espejo y no saber cómo justificar el sentido de tu vida?
Tal vez lo que nos queda claro de las publicaciones recientes y clásicas acerca de las grandes narrativas es que no hay nada claro cuando se trata de sus conceptos clave. Hasta el día de hoy aún carecemos de una definición aceptable de las grandes narrativas. Una de las razones de por qué las grandes narrativas permanecen bajo una condición elusiva y contestada es porque no existe aún un consenso académico en torno a lo que realmente constituye el fenómeno. La amplia sinonimia y uso polisémico solo ha acabado devaluando la cuestión.
Necesitamos urgentemente ajustar su especificidad.
Pensemos por un momento acerca del lugar de las grandes narrativas en la historia y en la sociedad. Las primeras y fundamentales preguntas serían:
¿son las grandes narrativas aún necesarias?
¿siguen contando una historia relevante?
¿traerán un futuro emancipador?
Nicola Verlato, New Atlantis (2023), óleo sobre lino, 120x90cm
Soy muy consciente de que cualquier contestación afirmativa plantea muchos problemas. Especialmente porque aún seguimos lastrados por el peso del “descrédito” de las hordas postmodernas comandadas por el imberbe Jean-François Lyotard.
Algo similar a lo que ocurre con el kitsch y la maldición mefistofélica que Clement Greenberg arrojó sobre nosotros para siempre. Incluso nos topamos con viejos y nuevos ensayistas como Francis Fukuyama, Samuel Huntington e, incluso, Nicolas Bourriaud que huyen del uso del término a cualquier precio. Otros simplemente evitan un campo minado y recurren a conceptos más generales al tiempo que triviales como ‘ideología’. Mas, como veremos, si bien es cierto que todas las grandes narrativas son ideologías, no todas las ideologías son grandes narrativas. ¡Vaya enredo!
En nuestra “era de la ignorancia”, el uso y abuso de este concepto no es más que otro síntoma de ese aprendizaje superficial y Google-esco tan en boga hoy entre profesionales que recurren al concept-dropping para aparentar lo que no son.
El campo es, consiguientemente, confuso y complejo forzándome a articular mi posición de manera prolija y progresiva, aún a riesgo de enfadar al lector. Con todo, me digo: tamaño desafío requiere de un andamiaje teórico sólido y cuando menos sensato.
Existe una total unanimidad entre los teóricos en torno a quién introdujo el concepto, desde la enciclopedia online Oxford Reference, el Dictionary of Cultural and Critical Theory, The Cambridge Dictionary of Philosophy hasta la Marxists Internet Online Archive Encyclopedia, por mencionar solo unas fuentes. El arquitecto principal es Jean-François Lyotard. Su archi-conocidísimo La condition postmoderne: rapport sur le savoir, escrito en 1979 y publicado en inglés en 1985 por la Manchester University Press y en 1987 por Cátedra en español, nos ofrece los siguientes pasajes:
Simplificando al máximo, se tiene por “postmoderna” la incredulidad con respecto a los metarrelatos.[1]
Esos relatos permiten, en consecuencia, por una parte, definir los criterios de competencia que son los de la sociedad donde se cuentan, y por otra valorar gracias a esos criterios las actuaciones que se realizan o pueden realizarse con ellos.[2]
El auténtico saber desde esta perspectiva siempre es un saber indirecto, hecho de enunciados referidos e incorporados al metarrelato de un sujeto que asegura su legitimidad.[3)
De ello puede resultar el estalinismo y su relación específica con las ciencias, que entonces no son más que la cita del metarrelato de la marcha hacia el socialismo como equivalente a la vida del espíritu.[4]
El gran relato ha perdido su credibilidad, sea cual sea el modo de unificación que se le haya asignado: relato especulativo, relato de emancipación.[5]
Pero, como se acaba de ver, el “pequeño relato” se mantiene como la forma por excelencia que toma la invención imaginativa, y, desde luego, la ciencia.[6]
Como podemos observar a raíz de estos ejemplos, Lyotard usa indistintamente “grandes narrativas” (grands récits), “metanarrativas” (métarécits), y “narrativas” (récits) como sinónimos, y “pequeña narrativa” (petit récit) como antónimo, siendo su definición poco concisa o precisa al referenciar muchos tópicos que somete a las categorías generales de especulación o emancipación.[7]
Menos mal que Lyotard solo se limitó a explicar la postmodernidad a los niños. ¡Imagínate, lector, el kilombo (como dicen en Argentina) que montaría si se la llega a explicar a los mayores! De todos modos, nos pasó como a los personajes del cuadro de Nicola Verlato: nos dejó stranded (abandonados, encallados, tirados).
Nicola Verlato, Stranded (2024), óleo sobre lino, 87x164cm
Originalmente confinado a los ámbitos de la filosofía, la filosofía de la historia o la historia, el concepto pronto adquirió auge entre profesionales de campos tan diversos como la antropología, la política, la economía, la literatura, el cine, los estudios culturales y visuales y, desde hace algunos años, las artes visuales.
Su grand reputation fue, como era de esperar, acompañada de un uso extremadamente confuso, lo que acabó contribuyendo a una devaluación del término.
Es por ello preceptivo que anclemos esta sinonimia a unos ejemplos representativos.
Empecemos con un estudio comparativo que nos permita hacer una foto fija de su amplia diseminación:
La única coherente ideología que disfruta de extendida legitimidad en esta parte del mundo sigue siendo la democracia liberal. (Francis Fukuyama)[8]
En este gran relato, la guerra forma parte de esa generalizada transición hacia el capitalismo (otra ‘gran narrativa’). (John H. Arnold)[9]
No obstante, esta narrativa es a menudo condenada como demasiado grande, como si el capital fuera una gran segadora que se llevara todo por delante. (Hal Foster)[10]
Otros en el movimiento verde, las ONG, activistas comunitarios o miembros de economías de pequeña escala están tan determinados a evitar ‘grandes narrativas’ que se quedan varados en reformas radicales de pequeña escala. (Paul Mason)[11]
A otro nivel, lo mismo vale para el comunismo estalinista. En la narrativa estalinista estándar, incluso los campos de concentración eran lugares donde luchar contra el fascismo. (Slavoj Žižek)[12]
Y permítame, relajado lector, unos cuantos ejemplos más para dar fe de cuán lejos se ha estirado el magno concepto:
Modernismo –y el siglo XX en general– se caracteriza por una (paranoica) idea de que el presente pertenece a un guion global que asegura su ‘significado’. (Nicolas Bourriaud)[13]
No obstante, algunos teóricos sociales feministas han continuado suponiendo de manera implícita una concepción cuasi-metanarrativa de la teoría. (Nancy Fraser y Linda J. Nicholson)[14]
Master Narratives and Their Discontents ha sido diseñado como catalizador para “un extremadamente largo intercambio” y constituye, idealmente, la “más equilibrada conversación” sobre el modernismo y el postmodernismo. (Anna Sigidur Arnar).[15]
El razonamiento científico se construye como una metanarrativa y el postmodernismo es radicalmente escéptico de ese tipo de explicaciones. (Helen Pluckrose y James Lindsay).[16]
En estos ejemplos tomados de campos tan variados como la historia, la economía, las ciencias políticas, la teoría cultural y la historia del arte, la sinonimia abarca un espectro de palabras desde ideología, relato, gran relato hasta narrativa estándar, guion global, metanarrativa, narrativa maestra y explicación.
Nicola Verlato, Iggy Pop inventing stage diving (2023), 72x172cm
Con esta particularidad en mente, se impone en este preciso momento citar al historiador Allan Megill, conocido por forzar estas definiciones aún más. Megill sugiere cuatro niveles de conceptualización con cuatro significados diferentes asociados a cada palabra:
Sin necesariamente rechazar la visión de Megill y aceptando su valor teórico e intelectual, hemos de admitir que, hoy, la delimitación de la sinonimia pandémica constituye un reto casi imposible. Las categorías del andamiaje argumentativo de Megill, considerando el uso indiscriminado de “narrativa maestra”, “gran narrativa” y “metanarrativa”, no contribuyen a fijar su significado. Más bien al contrario: generan aún más confusión en una idea que ya viene impregnada de un destacado sentido de abstracción y generalidad.
Un uso más restringido del término
Con ese objetivo en mente, sugiero un uso mucho más restringido del término a fin de poder materializar un cierto sentido de simplificación y coherencia dentro de tres niveles jerárquicos de definición:
La conclusión a la que podemos llegar en este punto es que necesitamos articular una definición de trabajo factible y precisa para este fenómeno. Mas antes de que pongamos a prueba varias de las definiciones actuales del concepto de ‘gran narrativa’ a fin de poder particularizar la nuestra, debemos dar necesariamente cuenta de un número amplio de significados variados.
El concepto ‘gran narrativa’ está sujeto a un uso polisémico, y digo uso polisémico en vez de polisemia dado que entiendo que la amplia prescripción por parte de escritores, académicos y teóricos a lo largo de estos años ha impregnado su definición de un nivel extremadamente alto de abstracción, como veremos a continuación:
La historia de Caín representa una metanarrativa acerca de lo endeble de la civilización a la luz de la propensión humana por el caos. (John Stephens and Robyn McCallum)[18]
Cuando la gran narrativa de la globalización capitalista (y la reacción destructiva que trae a su paso) se despliega a lo largo del planeta coge a estos intelectuales en un momento en el que muchos de ellos ya casi han dejado de pensar siquiera en términos políticos. (Terry Eagleton)[19]
No mucho tiempo después de que algunos pensadores culturales proclamaran que las grandes narrativas de la historia habían perdido finalmente su aliento, una semejante y particularmente fea narrativa fue lanzada en la guerra entre el capital y el Corán. (Eagleton)[20]
La historia de los derechos humanos se presenta de manera consistente como una teleología progresiva que contextualiza la expansión de los derechos dentro de una gran narrativa más amplia de liberalización, emancipación y justicia social. (Robyn Linde et al)[21]
La parte desempeñada por la lucha de los pueblos indígenas y minorías sub-estatales en los debates acerca del multiculturalismo también apunta hacia el significado de una narrativa más grande acerca del desarrollo del multiculturalismo. (Ali Rattansi)[22]
Tanto si uno cree en las reclamaciones de verdad de las grandes narrativas como si no, su amplio y frecuente uso nos indica que estamos ante el Zeitgeist de nuestro tiempo. Pongamos unos ejemplos más a fin de completar esta totalizadora y comprehensiva imagen:
Ello significa que el objetivo crucial de redefinir la historia del arte más reciente se convirtió en una nueva gran narrativa (al igual que hizo anteriormente la marxista) que posicionaba el arte no oficial en el centro reemplazando la versión oficial anterior. (Mária Orisková)[23]
Cada vez nos persuaden menos los significados adscritos a estas grandes narrativas. El fin del siglo diecinueve tendía a ver la historia como una narrativa de ‘progreso’. (John H. Arnold)[24]
No existe un acuerdo unánime acerca de la democracia representativa o el mercado liberal, id est, el tópico del fin de la historia se presenta a sí mismo desde ahora en adelante como otra ‘gran narrativa’. (Marc Augé)[25]
[s]emejantes minoritarios medios no anulan la gran narrativa lineal del telos de la historia artística o literaria. (Fredric Jameson)[26]
Tal como podemos observar de esta amplia selección de citas, ‘gran narrativa’ significa diferentes cosas para diferentes personas para acabar convirtiéndose en un gran cul-de-sac. Desde la democracia liberal, el orden civilizado, globalización, terrorismo, emancipación, liberalización, justicia social o multiculturalismo hasta la historia del arte, modernismo, progreso, el fin de la historia e historia literaria, prácticamente llega a significar cualquier cosa. Y básicamente lo único que consigue es devaluar ese gran significado.
En este momento de mi argumentación solo me siento capaz de expresar mi incredulidad acerca de por qué́ entidades con tan diferentes condiciones ontológicas y epistemológicas son o han sido usadas como proveedores de un discurso holístico y legitimador semejante.
Nicola Verlato, Actaeon (2021), óleo sobre lino, 170x130cm
De hecho, la mayor parte de los escritos acerca de la epistemología de las grandes narrativas se abstiene como tal de una definición fija del concepto y toman el concepto como algo asumido y, de alguna manera, semánticamente codificado. No obstante, con el gran historiador neerlandés Johan Huizinga sabemos que una buena definición “delimita el significado de una palabra determinada que sirve para indicar un fenómeno particular.”[27]
(Re)Definición y condiciones discursivas
Dado que la mayoría de las definiciones transcriben la definición de Jean-François Lyotard o bien derivan de ella, haremos una lectura precisa de sus escritos, en particular algunos de los pasajes de su posterior libro La postmodernidad (explicada a los niños), y en particular la sección “Apostilla a los relatos”.
Tal como argumenté anteriormente, la definición de Lyotard de las grandes narrativas en La condición posmoderna: informe sobre el saber no era lo suficientemente precisa dando lugar a una miríada de interpretaciones —como vimos— por parte de un sinfín muy variopinto de teóricos y académicos. De hecho, el propio Lyotard lo reconoce unos años después cuando escribe en el capítulo 2 una apostilla en forma de carta a Samuel Cassin el 6 de febrero de 1984 en la que afirma que “A medida que la discusión se desarrolla en el plano internacional, la complejidad de la ‘cuestión post-moderna’ se agrava. Cuando la enfoqué, en 1979, en torno a la cuestión de los ‘grandes relatos’, mi intención era simplificarla, pero me temo que fui más allá́ de lo necesario.”[28]
Una vez admitido que ha “simplificado” la cuestión “más allá́ de lo necesario”, Lyotard procede clarificando su posición. Citaremos el párrafo entero debido a su relevancia crítica. Dice lo siguiente:
Estos relatos no son mitos en el sentido de fábulas (incluso el relato cristiano). Es cierto que, igual que los mitos, su finalidad es legitimar las instituciones y las prácticas sociales y políticas, las legislaciones, las éticas, las maneras de pensar. Pero, a diferencia de los mitos, estos relatos no buscan la referida legitimidad en un acto originario fundacional, sino en un futuro que se ha de producir, es decir, en una Idea a realizar. Esta Idea (de libertad, de ‘luz’, de socialismo, etc.) posee un valor legitimador porque es universal. Como tal, orienta todas las realidades humanas, da a la modernidad su modo característico: el proyecto, ese proyecto que Habermas considera aún inacabado y que debe ser retomado, renovado.[29]
Una página más adelante en el mismo capítulo, Lyotard insiste en preguntarse a sí mismo acerca de la legitimidad de estas grandes narrativas. Así reza su contestación:
Esto no quiere decir que no haya relato que no pueda ser ya creíble. Por metarrelato o gran relato, entiendo precisamente las narraciones que tienen función legitimante o legitimadora. Su decadencia no impide que existan millares de historias, pequeñas o no tan pequeñas, que continúen tramando el tejido de la vida cotidiana.[30]
Si Lyotard aquí restringe o marca claramente los límites de la definición de qué es lo que referencia una gran narrativa, entonces para enmarcar el discurso de manera apropiada hemos de complementarlo con el párrafo en el que describe con precisión cuáles son exactamente esas grandes narrativas que han caracterizado a la modernidad. Al añadir el ‘cuál’ al ‘qué’ obtendremos un sentido más completo del alcance de la argumentación de Lyotard. Su idea acerca de la gran narrativa se ve fortalecida por los comentarios que aquí siguen:
Los ‘metarrelatos’ a que se refiere La condición post-moderna son aquellos que han marcado la modernidad: emancipación progresiva de la razón y de la libertad, emancipación progresiva o catastrófica del trabajo (fuente de valor alienado en el capitalismo), enriquecimiento de toda la humanidad a través del progreso de la tecnociencia capitalista, e incluso, si se cuenta al cristianismo dentro de la modernidad (opuesto, por lo tanto, al clasicismo antiguo), salvación de las creaturas por medio de la conversión de las almas vía el relato crístico del amor mártir. La filosofía de Hegel totaliza todos estos relatos y, en este sentido, concentra en sí misma la modernidad especulativa.[31]
Aportemos tres últimas definiciones más para completar el arco teórico:
Yo uso el término ‘gran narrativa’ para significar el relato (con principio, desarrollo y final) de toda la humanidad. (Dorothy Ross)[32]
También podría formar parte de una ‘gran narrativa’, esto es, una larga historia que recorre diferentes siglos. (Arnold)[33]
Una metanarrativa es un esquema cultural narrativo global o totalizador que ordena y explica conocimiento y experiencia. (Stephens y McCallum)[34]
A modo de conclusión podemos apuntar que mientras que para Lyotard las grandes narrativas personifican la progresiva emancipación de la razón, libertad, trabajo, progreso y salvación, para Ross, Arnold, Stephens y McCallum representan la historia de la humanidad, un relato centenario y un esquema de conocimiento y experiencia, respectivamente.
Nicola Verlato, Death of Pasolini (2022), óleo sobre lino, 200x300cm
Apoyándonos en la descripción de Johan Huizinga de lo que constituye una buena definición, hemos de recordar que ha de ser sucinta y precisa, que “ha de incluir y comprehender el fenómeno en su totalidad”, que si “alguna parte esencial cae fuera de la definición, entonces algo falla”, y, finalmente, que “una definición no necesita dar cuenta de los detalles.”[35] Una seria objeción que podemos ponerle a estos autores es que, en el caso de Lyotard, la definición no es lo suficientemente concisa y precisa y, en el caso de los otros, esta es demasiado breve y omite partes esenciales de la definición.
Una definición clara y concisa
Ahora bien, tanto si usamos el término ‘gran narrativa’, ‘metanarrativa’ o ‘narrativa maestra’, yo sugeriría una definición de trabajo marcada por una serie de adjetivos definitorios que delimiten claramente su significado. Lo que podríamos formular de la manera que aquí sigue:
Una gran narrativa es una gran idea o relato que brinda una explicación del mundo universalista, totalizadora, auto-legitimadora, performativa, teleológica y emancipadora en términos de nuestra experiencia o conocimiento históricos.
Estas son las seis condiciones que ha de cumplir una gran narrativa para merecer semejante definición. Hemos de ser conscientes de que estamos enfrentándonos a un selectivo y minoritario número de grandes ideas que son apropiadas para explicar las metas y las transformaciones éticas, sociales y políticas de la humanidad. De esta manera, podemos establecer una clara separación entre una gran narrativa y, por otro lado, una mera narrativa, teoría o filosofía.
Una gran narrativa es, en primer lugar, universalista dado que afirma tener principios de aplicación ecuménica y que, en su capacidad de funcionar como un relato, afecta o acoge a todos los individuos independientemente de su raza, género, nación o lengua. Es totalizadora porque presenta una visión del mundo completa, unificada y cerrada con un conjunto de valores comprehensivos que delimitan cualquier forma de experiencia social desde, por decirlo de alguna manera, la cuna hasta la tumba. Además, es auto-legitimadora en tanto en cuanto denota una serie de pronunciamientos que estipulan lo que es verdadero y justo sancionando sus principios y acciones con respecto a aquello permitido/recompensado y aquello prohibido/castigado. Una gran narrativa siempre es performativa y no solo describe una determinada visión del mundo sino que también cambia la realidad existente con una ambición orientada hacia el futuro para materializar ese anhelado estado de ser. Adicionalmente, todas las grandes narrativas son teleológicas dado que conciben un telos o causa final que nos permite en tanto que sujetos entendernos a nosotros mismos, pero también anclarnos históricamente y realizar la conquista de cualquier misión que nos hayamos impuesto. Finalmente, las grandes narrativas son emancipadoras debido a que nos dotan de una serie de derechos que implican una experiencia humana que otorga al individuo mucho más poder sobre su destino.
Nicola Verlato, The Cave of the Shamans (2017), óleo sobre lino, 170x170cm
Tomada en su conjunto, esta definición limita el objeto de la gran narrativa a una serie de condiciones diferenciadas que enmarcan su significado evitando el uso vago, impreciso y degradado del término.
Para afianzar la validez de nuestra definición necesitamos establecer un análisis lo más preciso posible de las grandes narrativas en Occidente. Con el fin de evitar posibles malentendidos, deseo remarcar aquí que solo limito la investigación a las narrativas articuladas en Occidente dado que entiendo que carezco del conocimiento y la autoridad para abordar de manera juiciosa las grandes narrativas fuera de este espacio geopolítico. Huelga decir que las grandes religiones o filosofías como el islam, el judaísmo, el budismo, el hinduismo y el confucionismo contienen al menos una gran narrativa o tienden a producir semejante gran narrativa.
Contra el uso impreciso de las grandes narrativas tanto de emancipación como de especulación manejadas por Lyotard, sugiero seguir la senda propuesta por Hayden White (autor del bestseller académico Metahistory[36]) que propone para Occidente las cuatro que aquí siguen:
A estas rigurosas y claras categorías[38], nos parece pertinente añadir dos grandes narrativas que han definido y definen el siglo XX y XXI, respectivamente, y que son:
5) Nacionalismo totalitario
6) Culturalismo corporativista
A fin de tener una mejor comprensión, analizaremos brevemente cada gran narrativa que conformaría este espectro de aquellos grandes relatos que han marcado el desarrollo de la historia de Occidente. Antes recordemos brevemente la estructura piramidal tripartita: grandes narrativas, narrativas (o micro narrativas) y narrativas personales. Las grandes narrativas trabajan en el nivel conceptual/ideológico superior y tienen un alcance en todo Occidente (aunque en muchas ocasiones su influencia hoy por hoy es global); las diferentes (micro) narrativas, que construyen a su vez cada gran narrativa, son diseminadas por aparatos y agentes ideológicos y funcionan a un nivel burocrático/práctico dentro de dominios locales, nacionales o globales; y, finalmente, las narrativas personales referencian la esfera individual de cada sujeto.
Nicola Verlato, Obversion (2017), lino sobre lienzo, 122x91cm
El “fatalismo griego” nos presenta un sistema estructurado que abarca todos los aspectos de las vidas de los humanos y su entorno. La gran narrativa clásica, estática y jerárquica se apoyaba en narrativas subsidiarias como perfección, belleza, inmortalidad, promiscuidad, determinismo cósmico, armonía, secularismo, justicia divina, eterno retorno, visión trágica de la vida, irracionalidad y ciclicidad.[39]
El “redencionismo cristiano” comparte a su vez ciertas narrativas del fatalismo griego como la perfección, la predestinación o la divina providencia, pero lo complementa con otras como el pecado original, el diluvio universal, esperanza, amor, fe, orientación divina, paraíso y vida después de la muerte.[40]
Por su parte, el “progresismo burgués” en tanto que gran narrativa prometía bienestar universal, individualismo, libertad, democracia, autonomía, cientificismo, emancipación, división de trabajo, desarrollo económico, felicidad, mas también se basaba en aspectos menos utópicos como imperialismo, colonialismo y nacionalismo.[41]
También el “utopismo marxista” retoma algunos conceptos cristianos como la esperanza, el amor y la fe en la forma de libertad, igualdad y fraternidad, la visión burguesa del progreso, abundancia, cientificismo y emancipación, aportando sus propias ideas de dictadura del proletariado, materialismo dialéctico, alienación, falsa conciencia, internacionalismo, colectivismo y sociedad sin clases.[42]
Tanto el “nacionalismo totalitario” de izquierdas como de derechas –sea nazismo, fascismo, franquismo, leninismo, estalinismo o maoísmo– comparte en su búsqueda del estado perfecto narrativas sobre raza, pueblo, nación, trabajo, comunidad, hogar, tradición, autoridad, orden, destino divino, progreso, cientificismo, emancipación, darwinismo, imperialismo, perfección, terror, centralización, supresión de individualismo y eugenesia estatal.[43]
En cuanto a la última gran narrativa, el “culturalismo corporativista”, no es necesario entrar a analizarla en profundidad dado que ya he abordado en anteriores ensayos para Revista BeCult sus coordenadas. Lo único que podemos afirmar aquí, a modo de apostilla, es que el “culturalismo corporativista” parecía, con el advenimiento del neoliberalismo, ser la única gran narrativa que había permanecido en pie siendo capaz de unir a los seres humanos a lo largo y ancho del globo terráqueo a pesar de su raza, género, identidad, nacionalidad o sexualidad ante el estrepitoso fracaso o descrédito de la filosofía, la religión, la política y la economía.
Lo que nos lleva a distinguir entonces cuatro regímenes de grandes narrativas: mitológicas, religiosas, positivistas y culturales. La delimitación de la definición y su campo de actuación nos permite acotar aquello que cumple las condiciones de una gran narrativa para que el término siga teniendo un significado razonable. Haremos bien en observar que un régimen como, por ejemplo, el nacionalismo totalitario está dotado de componentes mitológicos, religiosos, positivistas y culturales. Recordemos, entonces, que las seis grandes narrativas postuladas son transversales y elementos de cada una de ellas pueden coexistir los unos con los otros en una misma gran narrativa.
No todas las ideologías son grandes narrativas
Nicola Verlato, Obversion (2017), óleo sobre lino, 122x91cm
Llegados a este punto nos vemos forzados a hacer una clarificación. Si trazamos la historia de las grandes narrativas tal como hemos venido haciendo, nos vemos obligados a ampliar el radio de trabajo para abordar el concepto de ideología, que a menudo se usa como sinónimo y que, igualmente, ha sufrido el mismo descrédito y obsolescencia posmodernos. Si las grandes narrativas debieron dejar paso a las pequeñas narrativas, la ideología fue despedida por el discours foucaultiano.[44]
Al principio afirmé que, si bien todas las grandes narrativas son ideologías, no todas las ideologías son grandes narrativas. El término ‘ideología’ ha sido muchas veces estirado de manera confusa e imprecisa hasta hacerse co-extensivo con ‘gran narrativa’.
Dos breves definiciones de ideología servirán para marcar el tono. Por supuesto que una de ellas es la de Marx de La ideología alemana donde presenta una clara articulación del concepto de ideología como “falsa conciencia” que enmascara las relaciones sociales de producción creadas por las circunstancias materiales:
La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de sus pensamientos. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.[45]
Para otras definiciones, nos sirve con el libro Ideology: An Introduction de Terry Eagleton, donde recoge los significados más relevantes que detallamos a continuación:
a) El proceso de producción de significados, signos y valores de la vida social
b) Un cuerpo de ideas características de un grupo social o clase particular
c) Ideas que ayudan a legitimar un poder político dominante
d) Falsas ideas que ayudan a legitimar un poder político dominante
e) Una comunicación sistemáticamente distorsionada[46]
Como podemos comprobar, el concepto ‘ideología’ cubre muchas y a menudo opuestas definiciones. La naturaleza de la ideología está personificada en muchos ‘ismos’: anarquismo, nacionalismo, individualismo, populismo, liberalismo, imperialismo, consumismo, fascismo, tribalismo, conservadurismo, fundamentalismo, utopismo, comunismo, nazismo y maoísmo. Pero mientras que comunismo, nazismo, maoísmo, fascismo y liberalismo no constituyen solo ideologías sino también grandes narrativas, populismo, individualismo, fundamentalismo et al solo pueden ser consideradas ideologías debido a su alcance, ambición y performance. Básicamente, la diferencia está en la complejidad del mundo que describen con sus pretensiones de verdad.
La definición y delimitación de la gran narrativa en oposición a la ideología nos es de gran utilidad dado que un término que cubre cualquier tópico pierde su validez semántica y función para acabar convirtiéndose en un significante vacío.
¿Son las grandes narrativas aún necesarias?
Ahora haremos bien en repetir las preguntas que nos planteamos al principio: ¿son las grandes narrativas aún necesarias? ¿siguen contando una historia relevante? ¿traerán un futuro emancipador?
Nicola Verlato, September 11 (2020), óleo sobre tabla, 90x70cm
El atentado del 11 de Septiembre en Nueva York y el advenimiento de Donald Trump, el Brexit y la grave crisis desatada por el COVID-19 son el ejemplo más cristalino de que las grandes narrativas han dejado de funcionar y requieren o bien de un reciclaje urgente de antiguas narrativas o bien de la imperativa necesidad de inventar otras.
Ardua tarea: hasta los intelectuales más conspicuos son incapaces de pensar un futuro sin el capitalismo. Se ven afectados por lo que Reinhardt Koselleck denomina brillantemente “horizon of expectation” u horizonte de expectativa: aquello que aún no tiene una existencia real y aún somos incapaces de imaginar.[47] Partimos de la base de que el futuro siempre será mejor y más brillante que el pasado, pero ¿y si no fuera así?
El hecho es que la hipercrítica de la paralizante posmodernidad ha llevado a muchos filósofos, teóricos y otros pensadores culturales a abandonar la misión de (re)pensar y proponer grandes narrativas unificadoras, totalizadoras y universalizadoras. La posmodernidad fue de la mano o, si se prefiere, coincidió con el “fin de la historia” de Fukuyama y su “incuestionable relación entre el desarrollo económico y la democracia liberal”[48], estado que aún hoy rige el mundo a través de sus mantras neoliberales y neoconservadores de privatización, libre mercado y libre comercio, poder corporativo y gobierno elitista.[49]
A problemas globales, los posmodernos propusieron ideas pequeñas; a un mundo complejo, un razonamiento simple. Los grandes retos que la globalización corporativista con su fundamentalismo de mercado plantea –9/11, Lehman Brothers en 2008, COVID-19 en 2020, la guerra de Ucrania en 2022 y la imparable desigualdad en el mundo– merecen grandes respuestas filosóficas.
La ausencia de una gran narrativa que funcione, con sus subsiguientes micro narrativas, desplaza toda la presión hacia el sujeto contemporáneo haciendo que este sea ya incapaz de anclarse y ve cómo literalmente va cayendo impelido por ese maelstrom de acontecimientos. La narrativa personal que le servía como guion de vida durante años permitiéndole explicarse a sí mismo el mundo y él al mundo en su búsqueda de un futuro emancipador ha entrado en barrena. El sujeto contemporáneo se siente aturdido, despistado e incapaz de actuar en tiempos de crisis. Tanto la gran narrativa como los dispositivos y discursos que la sustentaban se han ido apagando o mostrando incapaces de afrontar las complejidades y las contradicciones de los tiempos actuales.
Nicola Verlato, Breaking Point 14 (2014), óleo sobre tela, 122x91cm
Después de todo, una gran narrativa es como un espejo emocional en el que la civilización y sus ciudadanos proyectan y reflejan su futuro. Y el espejo hoy por hoy no deja de devolvernos cada mañana una mirada más y más pálida.
Necesitamos grandes y pequeñas narrativas.
Mas, el mundo, como el COVID-19 demostró agriamente en momentos de líderes mediocres, es incapaz de afrontar las crisis y el caos sin un relato, porque, como Naomi Klein acertadamente afirma, “Tan pronto como tengamos una nueva narrativa que nos ofrezca una perspectiva sobre los chocantes acontecimientos, nos reorientaremos y el mundo empezará a tener sentido otra vez.”[50]
Nicola Verlato, Enduring Freedom (2005), óleo sobre tela, 270x250cm
A todo esto hago bien en explicar que he ido aderezando mi relato con las magníficas pinturas del pintor italiano afincado en Roma Nicola Verlato. Gran estudioso del fracaso de las grandes narrativas y dotado de una maestría extraordinaria, Verlato nos propone una serie de cuerpos heroicos fuertemente contorsionados cayendo mientras miran hacia algo fuera del marco que permanece secreto para el ojo del espectador. El dinamismo y el vigor de los cuerpos musculados, el exquisito contraste de la luz y las sombras y el magnífico uso del color alcanzan una perspectiva altamente enigmática y alegórica que confronta al espectador con los efectos de aquello que Samuel P. Huntington llamó “el choque de civilizaciones”. Las pinturas de Nicola Verlato se sitúan en una horquilla de tiempo contemporánea con una escala y ordenación de las figuras que nos recuerda a los grandes pintores italianos del Renacimiento y el Barroco. En el fondo, muchas de sus obras, como Enduring Freedom (2005) en particular, podrían ser interpretadas como sutiles metáforas del sentimiento de colapso general del actual Orden Mundial y el fracaso de las grandes narrativas que lo sustentaron: las figuras van cayendo mientras sus caras delatan expresiones a caballo entre la sorpresa, la desorientación y el fatalismo. Verlato utiliza la imagen de la gente chocando o cayendo como potente evocación de la propia lucha ideológica.
Ahora bien, me gustaría pensar que la cultura es la única narrativa favorable en el siglo XXI capaz de llevar al ser humano a puerto seguro.
No obstante, soy consciente de que ello requiere de una clara distinción entre una cultura alienada y afirmativa y una cultura emancipadora y participativa.
Mas hoy por hoy no veo mucha cultura participativa.
¡Ni siquiera en los museos públicos, esos sacro-santos símbolos de la cultura democrática!
1] Jean-François Lyotard, La condición post-moderna: Informe sobre el saber (Madrid: Cátedra, 1987), 4.
[2] Ibid., 19.
[3] Ibid., 30.
[4] Ibid., 31.
[5] Ibid., 32.
[6] Ibid., 48.
[7] Jean-François Lyotard, La postmodernidad (explicada a los niños) (Barcelona: Gedisa, 1995).
[8] Francis Fukuyama, The End of History and the Last Man (Nueva York: The Free Press, 1992), 37.
[9] John H. Arnold, History. A Very Short Introduction (Oxford. Oxford University Press, 2000), 84.
[10] Hal Foster, The Return of the Real: The Avant-Garde at the End of the Century (Cambridge: The MIT Press, 1996), 207.
[11] Paul Mason, PostCapitalism. A Guide to our Future (Londres: Penguin Books, 2015), 266.
[12] Slavoj Žižek, Robespierre. Virtue and Terror (Londres: Verso, 2007), xiv.
[13] Nicolas Bourriaud, The Exform (Londres: Verso, 2016), 33.
[14] Nancy Fraser y Linda J. Nicholson, “Social Criticism without Philosophy: An Encounter between Feminism and Postmodernism”, en Linda J. Nicholson (ed.), Feminism/postmodernism (Nueva York: Routledge, 1990), 29.
[15] Anna Sigridur Arnar, “Introduction”, en James Elkins, Master Narratives and Their Discontents (Nueva York: Routledge, 2005), 13.
[16] Helen Pluckrose y James Lindsay, Cynical Theories: How Activist Scholarship Made Everything about Race, Gender, and Identity (Londres: Swift, 2021), 34.
[17] Alan Megill, “Grand Narrative and the Discipline of History”, en Frank Ankersmit y Hans Kellner (eds.), A New Philosophy of History (Chicago: University of Chicago Press, 1995), 152-153.
[18] John Stephens y Robyn McCallum, Retelling Stories, Framing Culture. Traditional Story and Metanarratives in Children’s Literature (Londres: Garland Publishing), 1998), 103.
[19] Terry Eagleton, After Theory (Cambridge: Basic Books, 2003), 72.
[20] Ibid., 52.
[21] Robyn Linde, Arthur Lemonik y Mariel Mikaila, “Teaching Progress: A Critique of the Grand Narrative of Human Rights as Pedagogy for Marginalized Studies”, Radical Teacher, no. 103 (otoño 2015): 27.
[22] Ali Rattansi, Multiculturalism. A Very Short Introduction (Oxford: Oxford University Press, 2011), 14.
[23] Mária Orisková, “New Grand Narratives in East-Central European Art?, Zivot Umjetnosti, no. 70-03, vol. XXXVIII (2018): 32.
[24] Arnold, History, 91.
[25] Marc Augé, Por una antropología de la movilidad (Barcelona: Gedisa, 2007), 88-89.
[26] Fredric Jameson, Postmodernism, or, The Cultural Logic of Late Capitalism (Londres: Verso, 1991), 195.
[27] Johan Huizinga, “A Definition of the Concept of History”, en Raymond Klibansky y Herbert James Paton (eds.), Philosophy and History (Essays presented to Ernst Cassirer) (Londres: Oxford University Press, 1936), 1.
[28] Lyotard, La condición post-moderna, 29.
[29] Ibid., 30.
[30] Ibid., 31.
[31] Ibid., 29.
[32] Dorothy Ross, “Grand Narrative in American Historical Writing: From Romance to Uncertainty”, The American Historical Review, vol. 100, no. 3 (junio 1995): 651.
[33] Arnold, History, 82.
[34] Stephens y McCallum, Retelling Stories, Framing Culture, 6.
[35] Huizinga, “Definition Concept History”, 1.
[36] Hayden White. Metahistory. The Historical Imagination in Nineteenth-century Europe (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1973). En castellano se titula Metahistoria.
[37]Acaso un calificador más preciso sería utopismo ‘social’, ‘socialista’, comunitarista’ o ‘cooperativista’ dado que aludiría no solo a los marxistas sino también a los experimentos socialistas anteriores a Marx, como es el caso, por ejemplo, de teóricos como Robert Owen, Charles Fourier o Henri de Saint-Simon.
[38] Intercambio por correo electrónico con el autor (26 de agosto de 2016).
[39]Véase, por ejemplo, Thomas H. Carpenter, Art and Myth in Ancient Greece (Londres: Thames & Hudson, 2004); Isaac Asimov, El Cercano Oriente (Madrid: Alianza Editorial, 2018); Jesús V. Rodríguez Adrados, Dioses y héroes: mitos clásicos (Barcelona: Salvat Editores, 1985).
[40] Véase, por ejemplo, Hans Belting, Likeness and Presence: A History of the Image before the Era of Art (Chicago: The University of Chicago Press, 1996); Jas Elsner, Imperial Rome and the Christian Triumph (Oxford: Oxford University Press, 1998); Linda Woodhead, Christianity. A Very Short Introduction (Oxford: Oxford University Press, 2004).
[41] Véase, por ejemplo, Adam Smith, An Inquiry into the Nature and the Causes of the Wealth of Nations (Ámsterdam: MetaLibri, 2007 [1776]); Chris Hedges, Death of the Liberal Class (Nueva York: Nation Books, 2010); Michael Freeden, Liberalism. A Very Short Introduction (Oxford: Oxford University Press, 2015).
[42] Véase, por ejemplo, Tariq Ali, La idea del comunismo (Madrid: Alianza Editorial, 2012); Peter Singer, Marx. A Very Short Introduction (Oxford: Oxford University Press, 1996); Franck Fischbach (ed.), Marx. Releer El Capital (Madrid: Akal, 2012).
[43] Véase, por ejemplo, Hannah Arendt, The Origins of Totalitarianism (Nueva York: Schocken Books, 2004 [1951]); Timothy Snyder, On Tyranny: Twenty Lessons from the Twentieth Century (Nueva York: Tim Duggan Books, 2017); Friedrich August Hayek, The Road to Serfdom (Londres: Routledge, 2001 [1944]).
[44] Sobre el ‘discurso’ véase entre otros Michel Foucault, “The Order of Discourse”, en Robert Young (ed.), Untying the Text: A Post- Structuralist Reader (Londres: Routledge & Kegan Paul, 1981), 51-78.
[45] Carlos Marx y Federico Engels, La ideología Alemana: crítica de la novísima filosofía Alemana en las personas de sus representantes Feuerbach, B. Bauer y Stirner y del socialismo alemán en las de sus diferentes profetas (Barcelona: Grijalbo, 1974), 26.
[46] Terry Eagleton, Ideology: An Introduction (Londres: Verso, 1991), 1.
[47] Reinhardt Koselleck, Futuro Pasado. Para una semántica de los tiempos históricos (Barcelona: Paidós, 1993), 338.
[48] Fukuyama, The End of History, 125.
[49] Véase, por ejemplo, Manfred B. Steger y Ravi K. Roy, Neoliberalism. A Very Short Introduction (Oxford: Oxford University Press, 2010).
[50] Naomi Klein, The Shock Doctrine (Nueva York: Penguin Books, 2007), 458.