Existe otro nomadismo, el coyuntural, que se encuentra vinculado a la “caída” de las ciudades. El vínculo entre la naturaleza y el individuo provisto por la cultura beat, la new age y el movimiento ambientalista ha modificado los imaginarios sobre el campo argentino. Las zonas rurales o periféricas se vieron sobreestimadas. Escapar de la ciudad se volvió parte del menú de lo saludable (como la granola o harina de almendras). Algunas personas se fueron las últimas décadas por la inseguridad y ahora por la pandemia. Aunque esto no es solo un fenómeno argentino. Las ciudades del mundo sufrieron modificaciones. El “centro” se volvió algo peligroso. Un espacio de interacciones cercanas y veloces. Exceso de cuerpo y saliva. Uno cerca del otro y la otra. Buses, metros, escuelas, mercados, shoppings, estadios, plazas, etc. El sudor del verano. Lo que parecía virtuoso tener un kiosko las 24 hs abierto para comprar una Coca Cola se volvió un escenario de preocupaciones. Los y las que pudieron se fueron o comenzaron a soñar con “colonizar” el cercano centro bonaerense. Una reedición cool y posmoderna de la Familia Ingalls (posiblemente ensamblada).