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La maternidad, escrita

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Por Valeria S. Groisman

Foto Ouka Leele

Como tema literario, la maternidad permaneció solapada durante muchísimo tiempo: ¿cómo dotar de un protagonismo explícito a un asunto tan propio de las mujeres, tan íntimo, cuando las mujeres aún estaban condenadas a hablar en voz baja, si hablaban, y a escribir en nombre de otros, si escribían? Fueron la llegada y la consolidación del movimiento feminista las que no solo materializaron cambios para la vida de las mujeres en lo concreto (derechos, oportunidades, legislación), sino también su representación en el plano de lo simbólico. Después de todo, la realidad también se construye a partir de las historias que contamos (y nos contamos) y de la memoria que se nos transmite y atesoramos como cierta, además de la que vamos escribiendo como seres sociales que somos.

Si bien desde las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado la figura de la madre comenzó a aparecer en la literatura con más asiduidad, es recién ahora que quizás (y resalto el “quizás”) estemos en condiciones de afirmar que, cuando es escrita, la maternidad aparece más suelta de ideales preestablecidos, es decir, liberada de los roles fijos y estereotipados con los que supo convivir tanto tiempo. 

Una madre libre

En Tú no eres como esas madres (Periférica), la escritora alemana Angelika Schrobsdorff (dato curioso: se casó con Claude Lanzmann, director de la mítica “Shoá”) se dedica a contar cómo fue la vida su madre, una mujer que no cuadraba con la época en la que le tocó vivir y que representó un modelo distinto de maternidad. Una de las ideas más fuertes que aparecen en el libro (pensemos que está ambientado en la década del treinta) es que la mujer puede tener un hijo con cada hombre al que ama (y eso está bien). Que quizás no es necesario firmar una libreta que habilite el segundo nivel: dar vida. Sino que basta con amar (lo que sea que dure el amor) para sentir la necesidad de crear algo de a dos, algo a lo que se le dará el nombre de “hijo” o “hija”. O a lo que, en el caso de esta madre, se le dará el nombre de Angelika. Testimonio autobiográfico, el libro de Schrobsdorff rescata la historia de una mujer que bien podría haber vivido en el siglo XXI (a mí me hubiese gustado ser su amiga).

Diario de un hastío

Unos treinta años después, en 1967, la escritora norteamericana Sue Kaufman publica una novela (una podría sospechar que tiene tintes autobiográficos, pero no hay ningún indicio concreto que nos permita afirmarlo) titulada Diario de un ama de casa desquiciada. Traducida por Milena Busquets y publicada en 2010 por Libros del Asteroide, la obra de esta egresada del Vassar College empieza así: “Viernes, 22 de septiembre. Son las nueve y cuarto de esta calurosa mañana de septiembre, más calurosa que cualquiera de los días de verano que hemos tenido. Todas las ventanas están abiertas y el hollín flota en el aire y se deposita por todas partes, como si fuese lluvia radioactiva. Más allá de la puerta de este dormitorio, que acabo de cerrar con llave, el apartamento está vacío y desagradablemente vacío. Las niñas han vuelto al colegio hoy (…) Compré la libreta ayer, en la tienda de todo a cinco centavos. (…) supe que era una buena idea, sensata, porque mientras estaba allí de pie, mirando las libretas, el tic del ojo se detuvo de repente y el nudo de la garganta desapareció. Una señal. Así pues, cogí cuatro libretas y me las puse debajo del brazo”. Lo que sigue es una especie de diario íntimo tragicómico donde la narradora (una ama de casa desquiciada, valga la obvia aclaración) describe su desborde. Para esa época, un libro así era algo bastante novedoso y, sobre todo, audaz. Si lo vemos con ojos de nuestro tiempo, ya el título nos resultará descalificante: una palabra como “desquiciada” (que inevitablemente linkeamos con “histérica”: no hace falta recordar de dónde viene el concepto y toda la carga simbólica que arrastra) asociado al femenino y el término “ama de casa” como tarea descalificada. Sin embargo, el libro de Sue Kaufman es un grito desesperado, una denuncia, un intento por expresar un hastío íntimo pero también social. Ser madre es mucho más que aquello que enumeran los manuales. Dar lugar a las mujeres para que puedan contar qué de todo ese “mucho” les afecta ya es un gran paso.

De madres y maternidades

Con una distancia temporal similar a la que separa a los libros anteriores, en 1996 la española Laura Freixas edita Madres e hijas, una antología que poco después de su publicación se convierte en hito y que acaba de ser reeditada por Anagrama, con textos de autoras como Carmen Martín Gaite, Carmen Laforet, Ana María Matute, Esther Tusquets, Soledad Púertolas, Cristina Peri Rossi, Ana María Moix y Almudena Grandes, entre otras. Escribe Freixas en el prólogo a esta edición que cuando comenzó a trabajar en este volumen el texto en el que inmediatamente pensó fue Un cuarto propio de Virginia Woolf. “(…) el único libro que había leído por entonces sobre mujeres y literatura”, admite, aunque en el prólogo a la primera edición cuenta que fue otro libro que recibió de regalo por el nacimiento de su hija, en 1994, el que le hizo pensar cuánta riqueza podría encontrar en la relación entre madres e hijas si las experiencias entre ambas se llevaran al papel. La obra era: Close Stories of Mothers and Daughters (Proximidad. Historias de madres e hijas) Luego continúa: “Solo después, cuando Madres e hijas se había publicado pero mi curiosidad seguía despierta, fui descubriendo otras obras fundamentales (…)”. Hablamos de la década del noventa y de una lectora apasionada (además de escritora). Este dato muestra que incluso quienes siempre han estado al pendiente de lo que se escribe, es decir, de la producción simbólica de realidad, estaban bastante ajenas a la literatura escrita por mujeres.

El misterio de ser madre

Unos años más tarde, en 2008, la ahora autora de culto Rachel Cusk, escribe Un trabajo para toda la vida. Sobre la experiencia de ser madre (Libros del Asteroide), una hibridación entre ensayo y relato autobiográfico que repasa los hitos más importantes de la experiencia de maternidad de Cusk y que ahora se tradujo al español. “Si en algún momento de mi vida hubiera sido capaz de descubrir lo que me deparaba el futuro, siempre me habría gustado saber si tendría hijos o no. Más que el amor, más que el trabajo, más que mis años de vida o la medida de mi felicidad, esta era la cuestión que para mí encerraba un misterio más fascinante”, arranca en la introducción. La maternidad como misterio, como fascinación, como incertidumbre. Más adelante revela que cuando ocurrió, cuando el misterio fue develado, el hecho de ser madre se le presentó figurativa y metafóricamente como “una especie de urbanización cerrada y aislada del mundo”. Por ello mismo, siempre planeaba la huida, reconoce. Una de las razones por las que tener hijos le resultaba una carga pesada era la certeza de que cuando el fruto que anida en la panza ocupa espacio en la vida misma, “la mujer intercambia su importancia pública por una serie de significados privados, y como ocurre con los sonidos que superan determinada frecuencia, para otras personas puede ser difícil de percibir”. Cusk no se propone cuestionar la maternidad ni narrarla en tonos rosados; lo que busca, en todo caso, es reflexionar sobre los sentimientos, las experiencias y los discursos que atraviesan el proceso de ser madre.

Al comienzo del texto, Cusk acepta la paradoja que encierra la idea de escribir sobre maternidad: si ser madre implica relegar parte de la vida personal para dedicarla a otros u otras, entonces ¿cómo pudo ella encontrar el tiempo necesario para escribir este libro? Enseguida responde que con ayuda. El “cuarto propio” es posible, parece decir, cuando la economía lo permite y cuando el cuidado de los hijos puede delegarse en alguien más. Ser escritora y ser madre no son tareas compatibles si ambas deben cumplirse a tiempo completo.

Dividido en etapas, temas o referencias literarias respecto de la maternidad, Un trabajo para toda la vida se lee rápido, pero se mastica despacio. Cusk propone entrar y salir del texto a repetición al incluir recomendaciones de libros que a una lectora inquieta llevará a abrir Google y tipear.

El libro cierra con una cita de Adrienne Rich: “Sabemos mucho más acerca del aire que respiramos o de los mares que atravesamos que acerca de la naturaleza y del significado de la maternidad”.

La hija única, de Guadalupe Nettel, es un relato publicado en 2020, y narra una historia de maternidad, pérdida y dolor. Desgarradora, por momentos te deja sin aire. La historia está narrada por un personaje que es a la vez testigo de los hechos que narra y lo que se capta es una cercanía sensorial interesante. Nettel evoca el poder de la ayuda, de la compañía, de la crianza en acompañamiento de alguien que sostenga cuando se siente que ya no más. Al pensarlo como un libro inscrito en una época, más allá de los guiños y aspectos muy anclados al siglo XXI, hay algo de la importancia de la vida comunitaria, de una crianza casi colectiva o compartida, que evoca tiempos pasados. Un presente que vuelve al pasado para rescatar lo que la maternidad de manual utilísimo se llevó.

Libros para explorar la figura materna
desde la mirada de la hija o el hijo:

La voz de la madre, Silvia Arazi
Apegos feroces, Vivian Gornick
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, Tatiana Tibuleac
Rally de santos, Ángeles Alemandi
El año en que debía morir, Natalia Moret
Baltasar contra el olvido, Mauricio Koch