CARGANDO

Buscar

Edgardo Scott: Hoy lo subversivo es hablar de dinero

Compartir

Por Claribel Terré Morell

Tiene Edgardo Scott (Argentina 1978), escritor, músico, psicoanalista, la capacidad, en la vida y en su literatura, de cambiar de un tema a otro, sin aburrir. Una cualidad que no abunda en estos tiempos aunque él piense que escribir y leer hoy, se vuelven una suerte de épica accesible.

Autor de “No basta que mires, no basta que creas», «Luto», y «El exceso«, la colección de cuentos «Los refugios» y el libro de ensayos «Caminantes. Flâneurs, paseantes, vagabundos, peregrinos«, hace poco estuvo en Buenos Aires para presentar “Cassette Virgen” (Emecé), libro que fue bien recibido por la crítica y que también puede comprarse hoy en Paris, la ciudad donde vive.

Como una especie de cronista, obligado por las circunstancias, ahora escribe un ensayo que se llama “Contacto”, y que tiene una bajada o subtítulo que dice: Un collage de los gestos perdidos; libro que comenzó a escribir en los días más duros de la pandemia y que según dijo, va desde la pérdida de  hechos como los besos, los abrazos, la saliva, el cuerpo a cuerpo, las caricias, hasta el agotamiento de las palabras con que estamos obligados a convivir como: asepsia, encierro, restricciones.

– Flaubert, decía “escribir es una manera de vivir”. ¿Cómo vive hoy Edgardo Scott?

Vivo como cualquiera, por supuesto, con preocupaciones y alegrías. Pero sin duda la literatura y escribir, como decía Bioy, es agregar una habitación más a la casa de la vida. O estar en Fantasy, como canta Charly. Justamente cuando uno se pone más grande, y las cosas se complican más, y hay más pérdidas o limitaciones de todo tipo, escribir y leer se vuelven una suerte de épica accesible. Más allá de que el aforismo de Flaubert suena algo solemne, Piglia decía que al final era como una manía, un modo de vida, pero en el sentido más humilde de la expresión.

– De qué manera, fuera de tu tierra natal,  transitas lo que Cristina Peri Rossi llamó “el desasosiego de la extranjería”

Qué buena es Peri Rossi, ¿no? Bueno, yo siempre digo un poco en broma que en Argentina vivís con un montón de problemas y que en Francia tenés solo uno: sos extranjero. Es un chiste, claro, una exageración en los dos casos. Pero creo que la experiencia de la extranjería es una de las grandes experiencias que podés vivir y que solo la conoce el que pasa por ella. Ahora en particular, después de casi cinco años de vivir acá, siento que cerré una primera etapa. Pero son maneras de armar siempre como un sistema de símbolos, ampararse en ellos, frente a una experiencia que es muy fuerte, muy dura.

– ¿Estás de acuerdo con eso de que un escritor no tiene derecho a negar su pasado?

Si se trata, por ejemplo, de aquello que no publicó en vida, pero que sin embargo no tiró o quemó y alguien viene después y lo publica, yo digo: bueno, que se joda. Rulfo se preservó. Y además, creo que ver todas esas tentativas, todos esos fracasos o cosas fallidas del escritor en ciernes o del escritor al fin, sirven como indagación sobre el trabajo de la forma. No debería haber tanto escándalo. Ni tanto pudor. Por otro lado, como dice una mala canción de Sabina: lo niego todo. El pasado es, por otra parte, un relato del presente y una invención continua. Tal vez la invención más importante para un escritor, porque ahí también está la tradición.

– A veces parece que no te llevas bien con la Literatura del yo y, yo quería empezar hablando de tu último libro.»Cassette virgen« ¿Alguna vez te has preguntado  “Esto viene de mí”? ¿”De dónde salió?”

Sí, tal cual, esa fue siempre un poco la reacción cuando aparecían los elementos que daban lugar a los relatos. Siempre el asombro, el misterio, la rareza, la insistencia. Ese fue siempre el motor de la escritura en aleación con cierto tono, con la voz que encontré para estos relatos. Yo creo que es imprescindible, sobre todo a la hora de escribir cuento o relatos, que el primer sorprendido sea el que escribe, o incluso, como decías vos, el Yo. El primer descolocado, desconcertado.

– Vuelves al cuento en «Cassette virgen» y recuerdo una frase tuya: “La novela siempre tiene que tener algo de experimentación formal o que represente una dificultad”. ¿Piensas que escribir cuentos es más fácil?

Como decía Abelardo: no, es más breve. Creo que tienen dificultades y facilidades diferentes, aunque suene un poco banal. Como dije antes, el impulso de un cuento o un relato, muchas veces ya trae la forma. En cambio la novela, pareciera que siempre tiene una forma de diseño. Es decir, como si la novela fuera mucho más artificial que el cuento o el relato. Eso no está mal. La experiencia de lectura es muy distinta, el tipo de tensión, el tipo de lugar para el lector. Yo creo que la manera en que se escribe una novela, incluso a un siglo de las vanguardias del siglo XX, es mucho más variada que la que se escribe un cuento o un relato. Pero porque tampoco el cuento o el relato necesitan de tantas variaciones, porque trabajan con la verdad, son mecanismos literarios de revelación de verdad.

La novela es reveladora del mundo.
O sea que intenta darle alguna forma al caos, a lo que no tiene forma.

– La mayoría de tus libros, pienso en “Luto”, que es una novela dura, también tienen una buena cantidad de imágenes cinematográficas. ¿Crees que el gran problema en nuestra época es que las ideas son menos importantes que las imágenes?

Que las ideas son menos importantes que las imágenes no hay ninguna duda. O dicho de otro modo: las ideas hoy dependen de sus imágenes. Las imágenes se han convertido en filtros, velos o emblemas de las ideas que trafican. Justamente: todos aceptamos la producción que hay detrás de cualquier imagen. Vemos un acto o actriz operada y lo aceptamos (yo no puedo). Hay una producción de la imagen y ahí hay una distancia con la idea. Como si las ideas no pudieran decirse o entenderse desnudas, con su representación más humilde, sino con maquillaje y hasta pirotecnia. Hay un malentendido y un desencuentro entre las imágenes y las ideas. Fijate el módico escándalo con la imagen de Florencia Peña y las mujeres que han sido víctimas de abuso o maltrato. O ayer que vi cómo la televisión va a mostrar una ficción de o sobre la “villa”. En Luto yo quisiera que fuera al revés, que las ideas  pudieran encontrar las imágenes que mejor las representaran, no su divorcio o malentendido.

– Freud, dijo que los años que forman la personalidad están en la infancia, en la adolescencia. Tú eres psicoanalista y en tu literatura hay pocos viejos. ¿Es algo consciente? ¿por qué?

Jajaja, no lo había pensado. Bueno, en Cassette virgen está el relato “Adagio” donde es clave la figura de la protagonista, y ella es una mujer mayor. Siempre quiero escribir una historia con Bioy siendo viejo, espero hacerlo algún día. El personaje de Luto, cuando termina la novela, podría decirse que ya es un viejo. Cada vez me interesa más la vejez. Por ejemplo, me interesa la pregunta cuándo empieza, ¿cuándo empieza la vejez? Me parece que la manera que tiene la vejez de comenzar, de surgir, es un cuento de horror perfecto. Y por otro lado, siempre me acuerdo de Guerasim en La muerte de Ivan Ilich, que la toma con tanta naturalidad. En fin, hay esa tensión con la vejez. Pero me interesa mucho.

– El erotismo en  tu literatura supone un cierto grado de civilización que no sé por qué razón la mayoría de los escritores argentinos que sitúan sus historias en el conurbano bonaerense, hiperbolizan. ¿Hablar de sexo vende libros? ¿Para ti qué es el erotismo? y ¿La pornografía?

Justo salió este año una antología en Chile en la que participé, que se llamaba Erotismo y pornografía. Bueno, yo creo que, tomando tus palabras, podría decir: el conurbano está erotizado. Y por lo tanto es lógico que haya fantasías con eso. Supongo que hablar de sexo no solo vende libros sino que hoy es la doxa más ordinaria, más convencional. Ya no hay nada de subversivo en el discurso del sexo. Esto ya lo empezaron a ver Foucault e incluso Lacan hace cincuenta años.

Yo creo que hoy lo subversivo es hablar del dinero. Lo obsceno hoy es el dinero. Quién gana la plata, cuánto gana, cómo la gana, cómo la gasta.

En un libro que va a salir ahora que se llama Contacto, un ensayo que surgió en aislamiento, escribí bastante sobre el erotismo, que me parece que también está en retirada, justamente porque es una forma de contacto, y el contacto, a todo nivel, está en retirada (ahí volvemos sobre la prevalencia de la imagen, que no incluye el contacto). La pornografía, en cambio, sigue multiplicándose. Es que cuando la pornografía se industrializó se volvió otro nombre de la industria. Hoy toda industria es pornográfica, podría decirse, incluso la literaria.

-¿Crees  que son inevitables las camarillas en el mundo de la literatura?

Las camarillas son inevitables en la política, y la literatura también es un campo político. La literatura entendida como discurso y como campo e industria. Hasta como gremio, ahora que busca agremiarse. No la literatura como arte, como práctica. No como biblioteca. Hoy justo releía un texto de Piglia sobre Saer alrededor de la amistad y me parece que es muy lúcido cómo entiende vía Saer (que fue para él un amigo literario) el lugar y la distinción entre la amistad y las camarillas en la literatura, de hecho Juan Mattio decía hace poco que “la lectura de los amigos nos salva de la lectura del mercado”. Eso es muy cierto, en todo sentido.

– ¿Qué piensas del  lenguaje inclusivo?  

Pienso que es un efecto del cambio de signo de poder en relación al género. Como un símbolo o un emblema incluso de ese cambio de signo. Y mi relación con el poder es siempre de insurrección, de rebelión, de rechazo, de desagrado. Además hoy el poder tiene esa forma: hoy el poder es progresista, podría decirse. Y cualquier crítica o disenso con ese poder es reaccionaria. Ese es el último gran truco del poder, pero bueno, ya estaba en El Gatopardo o en Maquiavelo, por otro lado. Yo solo podría adoptar el lenguaje inclusivo si fuera un creyente de la ideología que lo sostiene, y no puedo hacerlo porque la ideología, cualquier ideología, me parece el nivel más superficial y engañoso de la política. Eso no quita que me parezca que en todo aquello que aporte para algo más justo, sea bienvenido. El tema es que las fuerzas de la Historia siempre fueron y serán injustas. Los justos son ciertas mujeres y hombres, ciertos hombres y mujeres.

– Tú próximo libro trata sobre…

Como te dije, va a salir un libro ahora que se llama Contacto, y que tiene una bajada o subtítulo que dice: Un collage de los gestos perdidos. Es un ensayo que escribí durante el aislamiento y en la etapa más dura de 2020, mientras sentía –creo que varios lo sentimos– que más allá de la pandemia y el Covid se estaba acabando una era. En realidad sentí que varias cosas –justamente ligadas al contacto, en todo sentido– que ya estaban en jaque, con esto, chau. Los besos, los abrazos, la saliva, el cuerpo a cuerpo, las caricias, fui asociando libros, versos, películas, canciones, pinturas, en fin, lo que me salía al paso y también hice un glosario de época, es decir, el mismo random, pero con las palabras que la pandemia saturó de sentido: asepsia, encierro, restricciones, etc.

– Con una pregunta que le hizo Vargas Llosa a García Márquez en un reportaje público cuando ya eran conocidos es con la que voy a terminar esta entrevista contigo. ¿Para qué crees que sirves tú como escritor? 

Jajaja, claro, y viste que García Márquez le dice que decidió ser escritor cuando se dio cuenta de que no servía para nada. Es una pregunta rara porque plantea un utilitarismo o un uso de la literatura como algo dado, cosa que no comparto. Pero entiendo el sentido que vos le das, y entonces, por ejemplo, me acuerdo de Sebald, que decía que la literatura era el único lugar donde podía haber una restitución de la verdad y, por ende, de la justicia. Aquello que en la vida puede quedar falseado, la literatura puede restituirlo y darle un sentido pleno. Me gustaría servir para eso y me gustaría que lo que escribo cada tanto logre ese efecto. Y también algo mucho más humilde, si querés, me gustaría servir para que el lector se sienta acompañado, menos solo, como tantos autores y libros que admiro me han hecho sentir a mí.